Nacionalismo

Viaje al (epi)centro del independentismo

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Viaje al (epi)centro del independentismolarazon

Barcelona se despereza y las primeras luces invaden las calles desiertas. El sol aparece después de varios días reacio. Los meteorólogos dijeron que las temperaturas subirían y, esta vez, van a tener razón. Los discursos oficiales empiezan su cantinela matutina ante la estatua del que fuera presidente del Consell de Cent -el gobierno de Barcelona-, Rafael de Casanova, en 1714. Salió pitando de la ciudad, pero cada año recibe su ofrenda floral. Del General Moragas, que comandaba las tropas nadie se acordó durante años. Hoy, sólo algunos, le recuerdan en el Fossar de les Moreres “dónde no se entierra a ningún traidor”, como dice la canción popular.

Más allá dels Segadors que se oye en decenas de ocasiones tras las ofrendas, la actividad empieza a ser frenética. Los chicos y chicas de la ANC levantan sus carpas para vender material para la diada, porque hay que manifestarse y aprovechar la ocasión para hacer caja. Algo así deben pensar las tiendas regidas por “chinos” y “pakis” de Ciutat Vella que se engalanan con esteladas de tal forma que abochornan la sobriedad de las casetas de los” indepes”.

Las calles empiezan a decorarse de amarillo. Todas menos las Ramblas que, a pesar de los pesares, siguen siendo el reino de los turistas. Ayer, la gran avenida barcelonesa amaneció blindada por dos furgones de Mossos d’Esquadra armados hasta los dientes. Policía se vio mucha. Los dirigentes independentistas decían, frase sí frase no, que la Diada sería tranquila y no violenta. Por si acaso, dos dotaciones de Mossos hacían guardia frente a la sede de Ciudadanos y del PP, aunque ambas estaban cerradas a cal y canto. Los socialistas abrieron su sede, aunque la vigilancia no se veía a simple vista. Los “cariños” los recibieron en Rafael de Casanova. Muy democráticamente les llamaron “botiflers”, traidores. No se libraron de la bronca los alcaldes socialistas que han osado decir no a saltarse la ley. En sus pueblos, la ANC hizo caso del llamamiento del presidente Puigdemont y se encaró con ellos. Es lo que tiene, no bailar el agua al “pensamiento único”.

Avanzaba la mañana y personas de todas las edades se paseaban con el uniforme recomendado. Camisetas amarillo chillón, banderas esteladas anudadas al cuello, y otras ondeando al viento. Algunos echaban mano de reciclaje y lucían camisetas de otras diadas. Son apenas las 10 de la mañana y se augura una manifestación multitudinaria. Unas 300 personas se han concentrado en la calle Ferran, apenas a cien metros del Palau de la Generalitat. Muchas esteladas y pocas camisetas. Lo suplen con el atuendo habitual de la CUP y con un buen número de banderas de Arrán, sus juventudes. A unos metros, dos personas piden limosna a la entrada de la iglesia de Sant Jaume, a esas horas vacía.

Ya en el Palau de la Generalitat, una gran bandera que suma la estelada y la europea recibe el desfile de una columna de Miquelets -milicia austracista durante la Guerra de Sucesión- con caballería incluida. Los reciben entre aplausos un par de centenares de personas enarbolando banderas negras, la que ondeaba la Santa Hermandad Catalana, el cuerpo militar de Estat Català durante la II República. Dicen que el color negro representa la lucha sin cuartel, en oposición a la bandera blanca, la de la rendición. La misma que ondearon los defensores de Barcelona, durante 15 días, en 1714. Finalizado el acto en la Plaza Sant Jaume se fueron en perfecta manifestación hacía Plaza Urquinaona pasando por delante de la Comisaria de Vía Laietana, con fuerte protección de la Policía Nacional, que la miraban con curiosidad.

La entrada en el barrio de La Rivera es como entrar en otra dimensión. El barrio dónde se ubica Santa María del Mar y el Fossar de les Moreres ha sido, tradicionalmente, el santuario del independentismo radical. Y lo sigue siendo. Es la “zona CUP”. Las calles están decoradas con carteles de todo tipo firmados por una ensalada de siglas de la izquierda radical como la CUP, Arran, Assemblea de Joves, Coordinadora Obrera Sindical, Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes, Recat, Alerta Solidaria...... Llenan todas las paredes. Sus paradas todas las esquinas, pero Arrán se lleva la palma “la organización es la llave de la victoria”, reza la pancarta que preside el Paseo del Borne. En medio del paseo, una pancarta con las fotografías de los terroristas de Terra Lliure muertos en la década de los 70 y 80. Para marcar paquete hicieron su propia manifestación dónde se oyó, y mucho “sin desobediencia no hay independencia”, el lema del cartel que llenaba todas las calles del barrio. Su voluntad está clara “sí, decidimos vencer”, rezaba otro que no dejaba ver la entrada del parking de la plaza del Born, dónde se encuentra el museo de la muralla que cayó en 1714, junto a otro no menos expeditivo “rompamos el régimen, autodeterminación”.

Salí perplejo de La Rivera y me topé con un bus turístico. Lleno de turistas, off course, con la misma cara perpleja que yo. Ver a los castellers y a una banda de gigantes y cabezudos me devolvió a la actualidad. Siguiente cita. A las 12, Dante Fachín, junto a Eulàlia Reguant de la CUP, y el regidor de En Comú Podem, Jaume Asens, hacían su propio mitin frente a la Bolsa de Barcelona, para dar en el morro a Colau y a Pablo Iglesias. Poco más de cien personas escuchaban. Eso sí, una pancarta inmensa recordaba al líder morado “Gramanet por la independencia”.

A esas horas ya era todo amarillo, a juego con las numerosas señalizaciones de obras de la ciudad, y de los bolardos que las delimitan. Incluso las ambulancias se vestían con el color oficial del día. La ciudad era un hervidero. No tanto el mitin de Iglesias en Santa Coloma de Gramanet. Poco más de dos mil personas -más que los concentrados por su íntimo enemigo Fachín- aplaudieron a Colau e Iglesias con banderas republicanas y alguna senyera. La estelada estaba missing. Que tendrá Santa Coloma que hoy la visitará Sánchez junto a Iceta. Un acto que congregará alcaldes y concejales socialistas que, con alguna deserción, se han convertido en la primera trinchera. A unos centenares de metros de allí, las trabajadoras de la calle en la Carretera de la Roca siguen a pie de carretera bajo un sol de justicia. Celebran a su manera su propio Independence Day.