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«Yo soy el secretario general de todos los socialistas»

La Razón
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Trece días de campaña han tenido que transcurrir para que se produjera el esperado encuentro entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. In extremis y en el último día del periplo andaluz del secretario general, la lideresa se avino a razones y cerró un acto conjunto sobre el que estaban puestas todas las miradas. Ambos líderes llegaron por separado, la presidenta de la Junta lo hizo al filo de las ocho de la tarde, apeándose del autobús de los socialistas andaluces, mientras que Sánchez lo hizo veinte minutos después, bajándose solo del coche en el que viaja en campaña.

Ambos dirigentes entraron en el salón de actos a unos metros de distancia, en una comitiva encabezada por Díaz, que no se recreó tanto como el secretario general en saludar a los militantes y que, por ello, se vio obligada a esperarle durante unos minutos en la parte inferior del auditorio. Un frío encuentro en el que, al menos ante los presentes, no se dirigieron la palabra ni mostraron un gesto amable hacia el otro. El tan modificado orden de intervención hizo, además, que Díaz –que subió al escenario en segundo lugar– venciera en la batalla del «prime time», pues fue la presidenta en funciones la que entró en directo en los informativos, cuando Sánchez todavía no había intervenido.

En su alocución, Susana Díaz ignoró a Pedro Sánchez, al que sólo nombró una vez, al contrario del secretario general, que se refirió a ella en numerosas ocasiones a lo largo de su intervención. Una intervención que arrancó de la mano de los gritos de «presidente, presidente» por parte del público. Sánchez recogió el guante y se reivindicó ante ellos como «el secretario general de todos los socialistas, también aquí en Andalucía».

El líder del PSOE defendió que, gracias a la victoria del 22 de marzo, a «Rajoy se le ha puesto cara de perdedor» y animó a los españoles a los que les importe el paro a votar contra el PP y a favor del PSOE. «Tenemos un presidente del Gobierno que no nos merecemos», dijo Sánchez, que llamó «radicales» a quienes bloquean la investidura de Díaz y ahora piden que se supriman universidades.

Finalizado el mitin, si sus protagonistas no querían llamar la atención, lograron justo lo contrario. Ante el estupor general, abandonaron el escenario cada uno por su lado. Es decir, se fueron como llegaron.

Ahora habrá que esperar a que las urnas arrojen los resultados que revaliden o silencien la pugna de poder entre Díaz y Sánchez por el liderazgo del partio. Los desencuentros entre ambos son una constante desde que la presidenta en funciones cuestionase en una entrevista la estrategia de comunicación del líder socialista. La frialdad fue subiendo grados y el golpe de mano en la federación madrileña, con la defenestración de Tomás Gómez, provocó la ruptura definitiva. Desde entonces, Díaz ha reivindicado su independencia respecto a Ferraz, una distancia que se hizo patente en la campaña electoral andaluza, en la que Sánchez no tuvo apenas visibilidad, y que se ha vuelto a reeditar en la municipal y autonómica.