Festival de Málaga

ETA, fin de la inmunidad

Àlex Brendemühl en una escena de la tv-movie
Àlex Brendemühl en una escena de la tv-movielarazon

La tv-movie de Canal + «Santuario», presentada en el Festival de Cine de Málaga, indaga en las negociaciones para acabar con el asilo político a los terroristas en la Francia de los 80.

Años 80, años de plomo. Día sí, día también, ETA golpea en Madrid. Sus mercenarios más cualificados siembran el terror con cargas explosivas y tiros en la nuca. Nadie está a salvo: a los militares y guardias civiles, víctimas «preferentes» del tardofranquismo, se suman políticos y hasta transeúntes. La banda terrorista, escindida en dos tras la aparición de los críticos de ETA político-militar, recrudece sus acciones hasta el paroxismo con el silencio cómplice y el amparo tácito de Francia, el santuario de ETA. En este contexto, en 1984, arranca una trepidante tv-movie que retrata las negociaciones para acabar con la inmunidad de la banda al otro lado de los Pirineos y asestar así un golpe a la «lucha armada». «Santuario», producción francesa presentada en el Festival de Cine Español de Málaga, se emite el próximo sábado en Canal + tras su estreno en el país vecino y ofrece el aliciente de asistir a un relato de los años duros de ETA según la visión actual de un equipo de producción francés. «Han pasado 30 años y eso ha permitido a Canal + presentar su visión de un momento en el que coinciden la intención de Francia de dejar de ser un santuario y las contradicciones internas de la cúpula de ETA», explica Miguel Salvat, director de la cadena. Efectivamente, hace tres décadas, los terroristas gozaban del estatus de asilados políticos apenas traspasaban la frontera e incluso los asistía una notable simpatía popular por una causa que, aún entonces, se entendía como de «limpieza» de los estamentos franquistas. El Gobierno de François Mitterand comenzó a subvertir esta política de condescendencia. En España mandaba el PSOE; soterrádamente, despuntaban los GAL, la guerra sucia; ETA se descomponía internamente y estallaba en violencia cada vez más descontrolada. La situación era, literalmente, insostenible. En esta encrucijada, «Santuario» presenta a la historia del joven asesor del entonces ministro de Justicia galo Robert Badinter, Grégoire Fortin, y narra la realidad, con tintes de ficción guionizada, de la ETA de los 80 a través de tres personajes fundamentales, Txomin (Àlex Brendemühl), Mutiko (Rubén Ochandiano) y Yoyes (Juana Acosta).

Para Olivier Masset-Depasse, director de «Santuario», «era un reto meterme de lleno en este asunto, porque yo soy belga y no sabía mucho sobre ETA». Su misión, asegura, era reflejar el clima de aquellos años «sin ser especialmente amable con nadie y aportando al tono árido de documental un poco de humanidad, reproduciendo la enorme complejidad del problema vasco sin juzgar a nadie». Masset-Depasse espera que la acogida en España de esta cinta sea tan buena como en Francia y que el espectador disfrute de la trama y las aristas de los personajes implicados. En este sentido, el papel de Yoyes, quien, tras postularse por el abandono de las armas, fue finalmente asesinada por sus propios compañeros, es la «pera en dulce» de esta producción plagada de rostros masculinos. Al menos para Juana Acosta (Cali, 1976) interpretar a la líder terrorista era una necesidad imperiosa. Su pasión por el personaje es tal que, aunque era consciente de que «no daba el perfil físico, soy colombiana, y no era lo que estaban buscando», insistió hasta hacerse con el papel.

Yoyes, por Juana Acosta

«Me gustan los retos y éste es de los grandes», declara Acosta. Confiesa que contar su primer contacto con el terrorismo de ETA, su llegada a Madrid el día del asesinato de Miguel Ángel Blanco, le ganó la confianza del equipo. Su esposo, Ernesto Alterio, había interpretado al marido de la terrorista en «Yoyes» (Helena Tabernas, 1999), junto a Ana Torrent. Juana Acosta se documentó y viajó a los escenarios de la tragedia: «Me fui una semana al País Vasco para entender los sitios en los que se había movido y donde había nacido; no paré hasta encontrar la tumba de Yoyes y ahí hice un pequeño ritual para pedirle permiso e interpretarla: le dije que lo haría desde el respeto». De Yoyes, a Acosta le seduce «su coherencia, ella creía en un camino y cuando vio que estaba desvirtuándose, lo dijo». El conocido trabajo de Ana Torrent, la Yoyes por excelencia de nuestro cine, «inspiró más que condicionó» a la colombiana, quien también quiso ser asesorada por Helena Tabernas.