Familia

“Dejar llorar a un bebé para que aprenda a dormir tiene efectos muy negativos a largo plazo”

“Dejar llorar a un bebé para que aprenda a dormir tiene efectos muy negativos a largo plazo”
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El sueño infantil en los primeros años de edad todavía es un tema sujeto a polémicas y un sinfín de teorías y métodos para domar un proceso que realmente debería estar exento de cualquier intento de intento de entrenamiento, justamente debido a su naturaleza fisiológica. Suele estar extendida la idea de que los bebés despiertan y lloran a menudo durante la noche para manipular a los padres, hecho que hay que corregir aplicando ciertos métodos, bastante cuestionables según los últimos avances en diversos campos científicos que han estudiado el tema en profundidad.

María Berrozpe, Doctora en biología e investigadora dedicada actualmente al estudio sobre salud primal, maternidad e infancia y autora del libro ¡Dulces Sueños! nos habla un poco sobre lo que sí es natural en el sueño de los más pequeños y cuáles son las posibles consecuencias de desconocer las fases madurativas del mismo, aplicando técnicas que aparentemente enseñan a los niños a dormir mejor.

-¿Se aprende a dormir o se trata de la evolución de un proceso fisiológico, como por ejemplo, el control de esfínteres?

-No sólo nacemos “sabiendo” dormir, sino que ya dentro del útero dormimos. Lo que ocurre es que el sueño no es igual en las diferentes etapas de la vida, porque las necesidades de cada etapa son diferentes. El sueño madura y pasa de ser sólo sueño activo en el útero al sueño adulto con toda sus fases y su complejidad. Este es un proceso natural que se desarrolla sin necesidad de enseñarle al niño nada de nada. Lo que sí podemos aprender, o más bien aprender a aceptar, es a dormir tal y como nuestra cultura determina. Hay culturas en las que la familia duerme junta, en otras la madre duerme con los hijos o, al menos, el hijo más pequeño, etc. En la nuestra, por motivos meramente culturales, no científicos, se ha normativizado que la pareja duerma junta y los hijos, desde bebés, en otra habitación o habitaciones.

-¿A qué se refiere cuando habla de sueño natural en bebés y niños pequeños?

-Me refiero al sueño en lo que los biólogos evolutivos llaman ambiente de idoneidad evolutiva o de adaptación evolutiva (environment of evolutionary adaptedness), esto es, el ambiente en el que evolucionó la arquitectura del sueño del ser humano actual. En nuestro caso sería dormir en compañía, en un ambiente rico en señales de que nos encontramos protegidos durmiendo en compañía de nuestros grupo. Para los bebés y niños pequeños sería un sueño en estrecho contacto con su cuidador, principalmente su madre, de la cual obtendrían durante toda la noche alimento, calor e, incluso, señales corporales que les permitían regular su propia fisiología (respiración, arquitectura del sueño, etc.)

-¿Es motivo de alarma si un bebé o niño pequeño duerme del tirón? ¿Se puede considerar como una alteración del sueño natural?

-No tiene por qué serlo si este bebé crece normalmente y durante la vigilia se le ve sano y feliz. Hay una enorme variabilidad entre niños en cuanto a las horas de sueño que necesitan y a cómo duermen. Por eso, normativizar un número de horas concreto, o cuándo y cómo deben ser dormidas (sin despertares nocturnos o con o sin siestas, etc.) es peligroso, y cada vez más pediatras abogan por estudiar a cada niño, teniendo especialmente en consideración como está durante la vigilia, para saber si está durmiendo realmente bien, en lugar de comparar el número de horas que duerme o el número de despertares nocturnos o siestas que hace con una media hipotética.

-¿En qué se basan entonces aquellos “expertos” que afirman que se puede entrenar a un bebé a dormir toda la noche?

-En la pediatría heredera del conductismo más casposo de Watson o Skinner, que actualmente debería estar totalmente superado. Desgraciadamente esta corriente se consolidó hacia mediados del siglo pasado contaminando desde el diseño de los estudios hasta la interpretación de los resultados, lo que le ha venido dando la categoría de “científicamente demostrada”. Pero lo cierto es que no es más que una demostración más de lo que lo que los sociólogos de la ciencia saben desde el inicio de su disciplina: la ciencia es hija de la sociedad que la produce y, por lo tanto, sufre de un inevitable sesgo cultural. Esto no invalida al método científico como una herramienta excelente para conocer e interpretar nuestro mundo, pero sí lo pone en perspectiva evitando que se convierta en la nueva “palabra de Dios”.

En los últimos años cada vez más investigadores del sueño infantil diseñan e interpretan sus estudios desde una perspectiva más multidisciplinar y acorde con la información que aportan ciencias como la antropología o la biología evolutiva, lo que está permitiendo bajar del pedestal a la vieja corriente dominante -en la que los bebés “deben” aprender a dormir solos incluso a base de dejarlos llorar- al identificarla como un verdadero artefacto cultural.

-¿Qué opina de los famosos “hábitos” o rutinas antes de dormir que buscan “mejorar” la calidad del sueño? ¿Tienen sentido?

-Por supuesto. Es evidente que si antes de dormir a tu bebé te montas un concierto de Heavy Metal en el salón, va a ser muy difícil relajarlo. Evitar las luces brillantes, sobre todo las pantallas, y rutinas tranquilas y relajantes como dar un baño, leer un cuento, escuchar música suave, etc. ayudarán tanto a hijos como a padres a entrar en ese estado de relajación necesario para que entre el sueño y dormirse. Ciertamente el bebé adquiere el ritmo circadiano de manera natural, pero la vida moderna -con las luces artificiales y su animada vida nocturna- podría interferir en este proceso dificultando la consolidación natural del sueño nocturno. Tampoco ayuda, por ejemplo, que en las siestas creemos un clima oscuro y silencioso. Es mejor que el bebé las duerma con la luz natural y el sonido de la vida diaria. La luz natural del sol es el gran aliado a la hora de “enseñar” a tu hijo a dormir más horas por la noche. Un día activo al aire libre, seguido de un relajante anochecer en la penumbra de casa, son las mejores estrategias para que el ritmo circadiano de tu bebé se vaya acoplando al de la vida diaria.

-Dicen que los bebés que reciben lactancia materna se despiertan con más frecuencia pero también lloran menos. ¿De verdad influye el tipo de alimentación del bebé en el sueño nocturno?

-Sí, está demostrado que los bebés que reciben leche de fórmula duermen demasiado profundo y demasiadas horas seguidas, lo que no significa que sea realmente un sueño de mejor calidad. El por qué todavía está en el aire, pero podría ser debido a varias causas, como el hecho de que la leche artificial sea más difícil de digerir que la leche humana, o que la composición de esta última sigue un ritmo circadiano (variaciones a los largo del día) favoreciendo el sueño nocturno o, incluso, previniendo los cólicos.

-Dada la naturaleza de la relación estrecha entre lactancia y colecho ¿está contraindicado este último en bebés que toman biberón? ¿Hay alguna diferencia a tomar en cuenta con respecto a los bebés que amamantan?

Este es un tema delicado. Tras años de considerar el colecho un factor de riesgo para el síndrome de la muerte súbita del lactante para los bebés menores de 4 meses, diversos estudios parecen demostrar que el colecho no se asocia a un aumento del riesgo cuando se realiza en una serie de condiciones, lo que se llama “colecho seguro, entre las cuales se encuentra la lactancia materna. Por ese motivo, muchos defensores del colecho son reticentes a garantizar la seguridad si no hay lactancia materna. Personalmente opino que aquí es fundamental informar muy bien a los padres de todo lo que hoy en día se sabe sobre la muerte súbita y sus factores de riesgo asociados, para que los padres evalúen su propias circunstancias y tomen decisiones informadas.

-¿Es entonces el colecho, una práctica sana y deseable si queremos que toda la familia descanse bien?

-Por supuesto. Pero tampoco se trata de convertirlo en la nueva norma de cómo “debe” dormir la familia. Digamos que podemos colechar como podemos dormir separados, y que cada familia debe encontrar la solución que mejor se adapte a sus necesidades en cada momento. No se trata de caer en el “naturalismo” (pensar que todo lo natural es siempre lo mejor) sino de liberar el sueño familiar de unos determinantes culturales que se habían impuesto como normas inquebrantables. Cada familia debe dormir como quiera y nadie debe meterse en esa decisión. ¡Solo faltaría!

-¿Podemos concluir entonces que definitivamente es un gran error esperar que duerman solos y sin llorar y que precisamente el llanto es indicador de que necesitan compañía y contención? ¿Qué consecuencias podría tener el llanto no atendido en la salud y bienestar del bebé a largo plazo?

-Sabemos que el llanto no atendido de los bebés tiene consecuencias muy negativas en su salud, sobre todo cuando se convierte en una norma de crianza.

Los investigadores Narvaez, Panksepp, Schore y Gleason nos hacen un excelente resumen de las investigaciones sobre los efectos nocivos del estrés en el cerebro de los bebés. En el primer capítulo del libro “Evolution, early experience and human development” podemos leer:

Cuando los niños se dejan llorar sin el consuelo de sus cuidadores sus cerebros se inundan con hormonas del estrés potencialmente neurotóxicas, como el cortisol. Los opiáceos endógenos cerebrales, responsables de la sensación de bienestar, disminuyen con la tristeza y los circuitos de dolor físico se activan. Sabemos que los bebés de seis meses ya son capaces de producir una respuesta de estrés anticipatoria, basada en sus expectativas de cómo van a ser tratados por sus padres. Con el tiempo, cuando estas experiencias son frecuentes y duraderas, la respuesta al estrés del cerebro puede verse afectada y producirse un exceso de sensibilidad y actividad , produciendo una predisposición a la depresión clínica y la ansiedad , malos resultados en la salud física y mental y envejecimiento prematuro y mortalidad. Un sentimiento de angustia persistente y frecuente durante los periodos sensibles de la infancia temprana reduce la expresión de los genes del ácido gamma-aminobutírico (GABA), lo que produce desórdenes de ansiedad y depresión a la vez que aumenta el riesgo de consumo de alcohol como respuesta de alivio al estrés . La desregulación emocional crónica sienta las bases para psicopatologías más graves , especialmente la depresión. La desregulación emocional en la infancia está relacionada con patologías mentales posteriores, incluyendo la propensión a la violencia . El estrés que produce un apego inseguro rompe el funcionamiento emocional, compromete las habilidades sociales y puede promover una inclinación emocional permanente hacia una actitud de auto-defensa ansiosa”.

Los defensores de las técnicas de adiestramiento del sueño basadas en dejar llorar argumentan que el estrés que las mismas provocan no llega al nivel de causar estos efectos. Pero, desgraciadamente, parece que no tienen razón, ya que existen investigaciones que demuestran que incluso el estrés al que se ve sometido el niño durante la rutina de adiestramiento podría tener efectos muy negativos en su desarrollo neurológico a corto, medio y largo plazo. Ante el argumento que entonces esgrimen estos profesionales, de que nunca se han demostrado estos efectos, la respuesta es clara: hasta hoy en día ningún estudio ha tenido el diseño necesario para poder demostrarlo (lo que antes hemos comentado sobre la influencia de la cultura, además de las limitaciones éticas que tenemos a la hora de experimentar en humanos). En este caso, por lo tanto, podemos afirmar que “la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia”, lo que nos llevaría a aplicar el principio de precaución: existe la suficiente incertidumbre sobre los efectos y la ética de estos métodos como para evitar su aplicación.