Posparto

El duelo (necesario) de las lactancias fracasadas

Mujeres que, por diversos motivos, querían dar el pecho y no lo hicieron y tienen sentimientos encontrados y de culpa

El duelo (necesario) de las lactancias fracasadas
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Algunas lactancias fracasan por falta de información, por la propia sexualidad de la madre, por un mal parto, por agotamiento...Esas madres suelen pasar una etapa de duelo por no haber logrado lo que querían y sentirse juzgadas por una sociedad que va siempre demasiado deprisa en asuntos de crianza

Las mujeres parece que llevan siempre consigo una presión propia y de la sociedad con respecto a la crianza de sus hijos que les hace vivir muchas veces momentos delicados. Uno de ellos es la lactancia. Con toda la información disponible y sabiendo que la leche materna es la mejor para ambos, muchas dan a luz convencidas de que van a dar el pecho pero por diversas razones algunas no lo consiguen o lo logran pero quieren dejarlo por agotamiento o por rechazo. Todas esas realidades están bastante presentes en el día a día de muchas madres que no siempre son escuchadas o son criticadas con comentarios ciertamente dañinos. Hay que entender que el sentimiento y ánimo de una mujer que ha querido dar el pecho y no lo ha logrado o lo ha dejado porque no puede más, hay mucho de tristeza, frustración, culpa...

Hacer comentarios tipo: “Ya te dije que con biberón se criaban igual de bien”, o “vaya, con lo defensora que tú eras de la teta y ahora resulta que te pasas al biberón”, son muy comunes y muy crueles. Lo que esperan recibir es apoyo a la decisión que han tomado y no críticas del estilo.

Nohemí Hervada, directora de Asesoras Continuum® y autora del libro La maternidad sin tabúes nos ofrece un testimonio lleno de belleza y comprensión para intentar paliar, aunque sea un poquito, ese sentimiento tan negativo de cuando no se ha podido seguir dando la teta.

Hace unos días una amiga me dijo: “ te vas a enfadar conmigo porque estoy pensando en destetar”

Más allá de mi respuesta personal en esa conversación mantenida en un marco de confianza, lo cierto es que si hay un tema que las mujeres vivimos con culpa, con mucha culpa, es el de la maternidad en general y la lactancia en particular.

Cuando ya llevaba unos años ejerciendo como asesora de lactancia empecé a preguntarme por qué este tema era casi siempre motivo de acalorados debates. Da igual el entorno o el medio, tú habla de lactancia y verás lo rápido que corre la mecha, muchas veces hasta llegar a verdaderas explosiones dialécticas.

He asesorado y acompañado varios cientos de maternidades, cada una con sus propias características y particularidades. Cada una con sus propias expectativas y su propio sentido de logro o de fracaso. Cuando empecé a trabajar con la lactancia andaba yo en pleno momento “lactivista” (término acuñado para designar a las activistas en pro de la lactancia). Dediqué miles de horas a formarme, a escribir, a escuchar, a responder, a asesorar a madres, padres y profesionales sobre lactancia. Mi meta en esa época era que más bebés fueran amamantados, más tiempo.

Pasó el tiempo y el tiempo también pasó por mí como asesora. Empecé a acumular algo más que conocimiento y experiencias sobre lactancia. Empecé a acumular historias, vivencias, de lo que yo llamo “la cara B de la lactancia”. Viví de cerca con algunas madres una realidad que o no había visto o no había querido ver: la de las lactancias frustradas y las lactancias no placenteras.

-La de las madres que no logran amamantar, esas que peregrinan de experta en experta, de grupo en grupo, como quien va a Lourdes, a ver si alguien, por fin, encuentra el motivo por el cual ellas no pueden cuando todo el mundo les dice que “todas podemos”. Algunas nunca encontraron una explicación más allá de sentir que no habían estado a la altura, que fallaron ellas y falló su cuerpo. Otras sumaron a la frustración por no lograr que su bebé se enganchara o que engordara más, la culpa por empeñarse en seguir intentándolo a veces hasta el límite de lo recomendable. A más expectativa, más frustración al no lograrlo.

-La de las madres que sufren cuando amamantan. Quienes por uno u otro motivo sienten dolor cada vez que su bebé les pide teta. Aquí quiero aclarar uno de los mitos sobre la lactancia que es que “tiene que doler”. No es cierto: Amamantar no debe doler y casi siempre el dolor proviene de una mala técnica o algún otro problema que un profesional preparado diagnostica a tiempo y trata con un alto porcentaje de éxito. El problema está precisamente en esa falta de preparación de la mayoría de los profesionales sanitarios relacionados con las mujeres y/o los bebés que no solo no ayudan sino que contribuyen con sus consejos desfasados y totalmente faltos de evidencia a empeorar la situación. Sea como fuere, lo cierto es que esto contribuye a que haya mujeres que viven la lactancia como una experiencia dolorosa a nivel físico y corporal y dolorosa y frustrante a nivel emocional pues llegan a sentir rechazo por el bebé que les reclama teta.

Sólo la que ha vivido esta situación sabe lo cruel de lanzar campañas a favor de la lactancia y sus beneficios a las madres pero no hacer nada para que lo consigan de forma placentera. Una vez más se nos carga con toda la responsabilidad de hacer algo “por el bien de otros” sin preocuparse de que tengamos el entorno y los medios para conseguirlo.

No es justo que una madre llore de dolor al amamantar y llore de dolor al sentirse mala madre por no poder aguantarlo más. No es justo que la critiquemos a ella en vez de al sistema que lo permite y lo alienta.

- La de las madres que están tan exhaustas compaginando la crianza de sus hijos con toda la carga enorme que llevan encima que sienten que no pueden más. Porque es cierto que biológicamente la madre es insustituible para el bebé. Es cierto que el bebé no necesita a “cualquier cuidador” sino a su madre *. Pero también es cierto que toda la sociedad nos manda el mensaje contrario: “al bebé que lo cuide otro, y tú vuelve cuanto antes al trabajo” porque en eso sí que eres insustituible. Tu bebé a una guardería a las 16 semanas, tú a trabajar . Y ya, si eso, sácate la leche en un baño en la hora del almuerzo con tu sacaleches doble.

Esta esquizofrenia de intentar hacernos creer a las madres que no se nos puede sustituir como cajeras en un súper o como maestras o como bomberas pero sí como cuidadoras de nuestros hijos, cuando lo que muchas querrían es precisamente hacerlo al revés, cuidar ellas a sus propios hijos y que se las sustituya por un tiempo en sus trabajos, es una de las peores cargas para disfrutar de ser madre y de amamantar con placer.

El milagro es que a pesar de este mundo hostil para las madres, tantas consigan compaginarlo.


-La de esas madres cuya lactancia les conecta con algo que no pueden explicar de forma racional pero que les hace odiar dar la teta. Madres que intentan querer amamantar porque “es lo que las buenas madres tienen que hacer” y a las que hacerlo les angustia más y más cada día.

Cuando enseño sobre lactancia este punto es difícil de entender para otras mujeres. Siempre les recuerdo que la lactancia es una faceta de la sexualidad de la mujer, que es imposible disociarla de la propia experiencia vital y sexual de la persona. Influye cómo ha vivido el embarazo, el parto, si hubo separación, ingreso hospitalario, si hubo abortos anteriores... Influye la relación de la madre con su propia sexualidad, con su propio cuerpo, sobre el control que haya tenido ella u otros sobre estos aspectos, lo recuerde a nivel consciente o no.


La primera vez que oí a una madre contarme llorando que se sentía “sucia” al dar teta del mismo modo que cuando abusaban de ella años atrás, entendí que cada vez que juzgamos a una mujer por su no deseo de amamantar estamos siendo obscenamente injustos con ella. Primero porque no es nuestro trabajo juzgar y segundo porque casi siempre ignoramos la gran masa de hielo que hay debajo de la punta del iceberg que vemos.

Estas son algunas de las muchas historias que he visto de cerca. Madres con nombres y apellidos, que deseaban o querían desear amamantar y no pudieron. Apenas encontré información es ese momento de mi punto de inflexión como asesora de lactancia que hablara de estos temas ¿Quién se preocupaba de estas mujeres y sus duelos? ¿Quién les validaba lo que sentían? ¿Quién les daba las herramientas para dejar de una maldita vez la culpa ? ¿Quién les explicaba que de lo ocurrido sólo una pequeña parte, o a veces nada, era sus responsabilidad ? ¿Quién las acompañaba a transformar esa impotencia, esa tristeza y esa rabia en algo con lo que pudieran vivir de forma serena?

La verdad es que casi nadie. En mi libro las llamo “las madres en tierra de nadie”. Por eso cada vez que leo estas eternas guerras entre madres, “que si yo no di teta y no pasó nada malo”, “que si tú te crees que eres mejor que yo”, “que si las que defienden la teta son víctimas del patriarcado”, “que si las que no la dan son machistas”... Al final yo lo que veo en demasiados casos son duelos sin resolver. De hecho la mayoría ni saben que son duelos.

Yo tuve que pasar por una experiencia dolorosa y traumática para empezar a mirar también los procesos dolorosos de los demás. Hasta que no sentí la frustración, la tristeza, la impotencia y la rabia de un duelo propio no identifiqué la causa de todas esas respuestas en torno a la lactancia. Ahora ya no me considero lactivista. No porque no siga creyendo en que la lactancia es, con diferencia, la práctica que más beneficia a la sociedad a nivel de salud física, psicológica y emocional, sino porque ya no arrojo la carga de lograrlo en las madres a título individual.

Yo hoy trabajo, tanto como asesora con las familias como en mi trabajo de formación de Asesoras Continuum®, no para conseguir más lactancias o lactancias más largas, sino maternidades placenteras. Si al leer este artículo algo te ha removido, si te has visto reflejada en alguna de las historias, si eres de la que “saltas” con este tema, si hablar de tu lactancia frustrada te hace llorar o te enfada, si te sientes mal cuando oyes a otras madres hablar de sus lactancias exitosas... felicidades, porque el primer paso para realizar un duelo sano es darse cuenta de que aún está pendiente.