Ginecología

¿Parir duele?

Blanca Herrera, matrona, nos cuenta la importancia de un buen parto para evitar el dolor

¿Parir duele?
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El dolor del parto tiene su función. Dependiendo de cómo esté de cómoda y segura la mujer y de la instrumentalización que intervenga, dolerá más o menos. Antes de llegar a la epidural se puede controlar el dolor con nuestra propia oxitocina.

Todas las mujeres que se enfrentan a su primer parto se hacen esa pregunta. Las historias de los partos son aquéllas que las mujeres jamás olvidan. Parir se queda tan profundamente grabado en el cerebro que es imposible olvidarlo. La naturaleza ha hecho de ese acto, el de traer vida, el más importante y más impactante en la vida de cualquier mujer que es madre. Quizás por ello a las mujeres les gusta tanto hablar de sus partos. Algunas necesitan contarlos una y otra vez para que les pase el duelo si éste fue traumático. Otras lo reviven con lágrimas en los ojos, pero por la felicidad. Dar a luz es un acto tan extraordinario que incluso las mujeres son capaces de recordar los olores, las sensaciones y todo lo que sucedió al alrededor de ellos.

Pero si hay una conversación que todas tienen es sobre el dolor. Sobre el mucho o poco dolor que sintieron. Parir sin dolor es de hace poco, unas cinco o seis décadas. Hasta entonces no existía la analgesia. Había hierbas, potingues...pero no era suficiente para salvar la maldición bíblica: “parirás con dolor”. Blanca Herrera es matrona e impartirá este fin de semana, junto con Ascensión Gómez el curso (presencial y online) “ Autoanalgesia y gestión del dolor en parto”.

¿El parto duele?... Pues sí –explica la matrona. La mayoría, mayoría de las veces duele, y mucho. Es cierto que hay un pequeño porcentaje de mujeres que no lo perciben como doloroso, e incluso a algunas les resulta placentero. Pero para la mayoría de mujeres, el parto duele, cuenta. “Recuerdo el parto de una hermosa chica, que practicaba artes marciales y además cantaba. Durante las contracciones gemía con una potencia indescriptible, solo comparable al volumen de la música en una discoteca... y entre las contracciones se reía y charlaba amigablemente. Después de una de las últimas contracciones, cuando la cabeza ya era visible en la vulva, dijo sonriendo “la verdad es que esto es bastante llevadero”... La cara de su pareja fue un poema, y la mía, como matrona, supongo que también”, comenta divertida.

Pero ¿qué entendemos por el “dolor del parto”?

Elena, como buena matrona que es, tiene infinidad de anécdotas en su haber en atención al parto y en el ejercicio de su profesión se ha dado cuenta de que si no se medicalizasen tanto los partos cuando no hay ninguna necesidad, aclara, estos serían mucho menos dolorosos: “En algunas ocasiones he visto llegar al hospital a una mujer con 5-6 centímetros de dilatación, en fase activa de parto y tolerando perfectamente el proceso. Por protocolo se la ha tumbado en la cama, se le ha puesto el monitor fetal, se le ha canalizado una vía mientras le preguntaban los datos, se la ha explorado y roto la bolsa, se le ha puesto oxitocina sintética para que el parto evolucionara más rápido... y esa mujer, que estaba llevando bien el proceso se ha puesto a pedir la epidural a gritos. ¿Qué ha pasado?... Ella estaba tranquila y relajada, ha llegado al hospital, que en general es un sitio hostil y que da miedo, le han sometido a técnicas innecesarias que aumentan el dolor y su sistema se ha visto colapsado”, explica.

La cuestión es que –explica- lo que culturalmente se entiende por “parto” en realidad tiene muy poco que ver con cómo es un parto cuando evoluciona de forma fisiológica y sin interferencias. Y la idea que se tiene del “dolor en el parto” está muy condicionada por ello. Herrera lo tiene claro: Cuando muchas mujeres mayores dicen, “ponte la epidural hija, no hay necesidad de “sufrir”, creo que hay que entender desde donde lo dicen. En la década de los 70-80, el parto pasó de ser un acontecimiento familiar, que la mayoría de las veces tenía lugar en el domicilio, a ser un acto médico que se llevaba a cabo en los hospitales y que consistía, como dicen los Monty Python en un fragmento de su película “El sentido de la Vida” en “extraer un bebé del cuerpo de su madre”.

A estas mujeres-prosigue- las sometían indiscriminadamente a técnicas y prácticas que aumentaban el dolor, con objeto de sacar a los bebés de sus cuerpos: se les tumbaba boca arriba, se ponía oxitocina, se rompía bolsa, se realizaban tactos, se realizaban episiotomías, se practicaban partos instrumentales ... todo ello con un trato poco respetuoso hacia ellas y sus cuerpos. Las mujeres eran consideradas como menores de edad y sin derecho a decidir. Todo esto se hacía sin ningún tipo de analgesia, aunque en ciertas etapas del pasado también se utilizó la anestesia general. Por ello nuestras madres y abuelas tienen ese miedo atroz al parto y nos lo han transmitido. Sin embargo, sus propias madres y antepasadas ni lo cuentan ni lo vivieron así-sostiene.

¿Es lo mismo dolor que sufrimiento?

La matrona quiere que tengamos claro que no, que no es lo mismo dolor que sufrimiento., que son conceptos diferentes. He visto mujeres con epidural en el parto, que no han sentido ningún dolor, y sin embargo han sufrido enormemente. También he visto mujeres que se han enfrentado a partos largos y difíciles que han afrontado sin epidural, que han sentido dolor pero que por el contrario han gozado enormemente del proceso. El dolor es físico y también psicológico. Y varía mucho, muchísimo, de una mujer a otra; se verá afectado por el miedo, la ansiedad, el entorno, la evolución del parto, cómo esté colocada la cabeza del bebé, la compañía, la posibilidad o no de movernos libremente, las intervenciones, nuestros miedos y “fantasmas”, los miedos y “fantasmas” de quienes nos rodean, y un largo etcétera-explica.

“La intensidad y el grado de dolor varía mucho de unas mujeres a otras, e incluso entre un parto y otro, y esto depende de múltiples factores fisiológicos, psicológicos y supongo que en cierto grado heredados también”, sostiene. Al ser algo tan variable de unas mujeres a otras, el generalizar un método analgésico –la epidural-, para todas el mismo, es un error. Plantearse que el parto va a ser “indoloro” o poco doloroso, porque me he leído tal libro o he hecho tal técnica también lo es: luego nos llega el parto de frente, el miedo, la angustia y nos topamos de bruces con el fracaso-explica.

Para evitar “el sufrimiento”, hacen falta otras cosas: adecuar nuestras expectativas, buscar un entorno donde sentirse segura y relajada y abrir nuestra mente. Tan frustrante y tan mal recuerdo pueden tener las mujeres que se plantean un parto sin epidural y al final recurren a ella, como las que quieren ponerse y el parto evoluciona tan rápido y tan bien que no pueden usarla. Muchos estudios muestran que las mujeres se sienten más satisfechas con la experiencia de su parto, siempre que se hayan sentido “bien tratadas”, se les haya consultado y consensuado con ellas los procedimientos a seguir, y sus expectativas se hayan visto satisfechas. Para ello, “las expectativas deben ser realistas, hay que entender que el dolor puede estar ahí, no aferrarse a un determinado guión de parto”, sostiene.

¿Qué sentido tiene el dolor del parto?

Pues aunque no lo parezca, lo tiene. Y no, no tiene nada que ver con la Biblia. El dolor en el parto tiene una función. Otra cosa es que queramos o no padecerlo. Tal y como explica la matrona “como todos los dolores... el dolor del parto nos avisa de algo, el dolor de las contracciones del parto nos avisa de que nuestro bebé está en camino, que busquemos un sitio seguro, cálido y confortable, con el acompañamiento adecuado para que el parto tenga lugar y nuestro bebé nazca con seguridad. Si el dolor del parto no avisara, nuestro bebé podría nacer en cualquier momento, con leones cerca, o cuando estuviéramos esquiando o nadando en la piscina... Qué situaciones más complicadas ¿no?- explica.

El otro “sentido” del dolor en el parto es “dejarse llevar”, soltar el control, desinhibirse. Blanca Herrera nos recuerda que “el parto es algo involuntario (solo hay que ver cómo paren las mamíferas), y abandonar el control racional del proceso es esencial que ocurra. Las hormonas naturales del parto se encargan de eso, si lo permitimos. Por eso, en condiciones normales ninguna mujer actuaría como lo hace cuando está de parto; su conducta sería socialmente poco adecuada. En los partogramas antiguos (documentos donde se registra la evolución del parto), había un apartado para rellenar sobre el “comportamiento de la mujer” (excelente, bueno o malo)... ¡Denigrante! ¿No?– se cuestiona la profesional sanitaria.

Para que el parto fluya con naturalidad “la mujer ha de sentirse desinhibida, para gemir, para moverse libremente, para pujar cuando su cuerpo se lo pida, para contonearse sensualmente... Creo que eso solo es posible cuando el “dolor” se apodera de tu mente y te dejas llevar por él, sin inhibiciones y vergüenzas. El dolor te lleva a ese estado, a ese mundo, “el mundo parto”, en el que gimes sin vergüenza, en el que te da igual lo que digan o lo que piensen. Pero para poder llegar a este estado, también es cierto que tienes que confiar en que quienes están contigo te van a cuidar y proteger. Cuando te dejas llevar en estas circunstancias el dolor se hace bastante llevadero, es como una ola en el mar que te pega un revolcón, la dejas hacer y emerges nuevamente un poco para encontrarte con otra ola que nuevamente te zarandea... pero sales de nuevo a la superficie”.

Cuanto más incómoda se encuentre la mujer, más doloroso será el parto

Cuando el miedo, la ansiedad y la angustia conviven con el dolor en estas circunstancias hormonales, la situación cambia drásticamente-explica Herrera. “A ese cóctel hormonal se unen las catecolaminas del estrés, y entonces es cuando el dolor se convierte en “sufrimiento”, porque nuestra mente racional lucha enérgicamente para “no perder el control”, para ajustarse a lo que se espera de nosotras, para poder seguir manteniéndonos en nuestras casillas a pesar del dolor, para sentirnos “enteras”. Y en estas circunstancias el parto se hace más difícil y más doloroso”.

Y ahora... ¿Qué hago con el dolor?

Una vez que ya hemos encontrado algo de sentido al dolor del parto, ¿qué hacemos? “En las últimas décadas la epidural se ha desmarcado en nuestro país como el mejor y único método de alivio del dolor en el parto. Pero las organizaciones científicas internacionales reconocen que el parto fisiológico sin intervenciones tiene importantes beneficios para la madre y para el bebé, por lo que hay que apoyar a aquellas mujeres que deseen utilizar métodos alternativos de alivio del dolor en el parto. Hay evidencia de que la epidural aumenta la tasa de partos instrumentales, prolonga la segunda fase del parto, aumenta la incidencia de hipotensión materna y de fiebre intraparto, por lo que requiere de más intervenciones médicas para controlar los efectos adversos... Por esta, y otras razones, no es la panacea”, y esto, recalca la matrona, es importante explicarlo en los cursos de preparación al parto.

Desde mi punto de vista como matrona, lo lógico sería individualizar la atención: “Cosas tan simples como tener una buena compañía en el parto, poderse mover libremente, el agua caliente o el masaje tienen un efecto reductor del dolor científicamente comprobado, son perfectamente inocuas y permiten la participación de la mujer. Muchos métodos son complementarios y no excluyentes, de manera que podemos empezar con los más sencillos, e ir complementando si es necesario en función de las necesidades y deseos de la mujer, llegando incluso a la epidural en caso de que no consigamos por otros métodos proporcionar el confort necesario, o en casos de partos más largos o complicados. Incluso en este caso reduciríamos los riesgos de la epidural al tenerla menos tiempo puesta. Pero empezar por no realizar prácticas innecesarias que aumentan el dolor ya es un avance importante”, concluye.