Barcelona

Fortes, gallardo y torero, en la línea de fuego

El diestro malagueño cortó un trofeo y dio una gran dimensión en la primera de Fallas

Derechazo de Jiménez Fortes, en la primera de la Feria de Fallas
Derechazo de Jiménez Fortes, en la primera de la Feria de Fallaslarazon

Valencia. Primera de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro, correctos de presentación. El 1º, de buen juego, con clase y justo de fuerza; el 2º, de calidad y el fuste justo; el 3º, exigente, repetidor y por abajo; el 4º, manejable y sin acabar de romper; el 5º, paradote y al que le cuesta viajar; y el 6º, malo. Más de un tercio en los tendidos.

Juan Bautista, de nazareno y oro, buena estocada (saludos tras petición); tres pinchazos, estocada (silencio). Jiménez Fortes, de azul purísima y oro, aviso, estocada, descabello (vuelta al ruedo); buena estocada (oreja). Jesús Duque, de azul marino y oro, dos pinchazos hondos, aviso, dos descabellos (silencio); estocada (palmas).

De pronto ocurre, casi sin pensarlo, asumido con el paso de los años con total naturalidad que las plazas se mantienen vivas. La de los toros. No hablo de la vida en sí, enterrada Barcelona hace poco. Es ese vulnerable termómetro. Esa marea humana que la hace distinta cada día, cada tarde, cada toro, y depende de si está llena o no la plaza, también cuenta con una sentencia de vida distinta. En la primera de Fallas lo volvimos a ver. A vivir vaya. Esa conexión on/off que marca la diferencia, aunque a veces se alejen de la pureza o de la verdad, de haberla. De esa, la verdad, la que no se habla porque se impone con el movimiento o la ausencia de éste fue la de Jiménez Fortes con el segundo. Ya con el capote, lances al viento, manos bajas, temple exquisito y esa sensación mareante de que todo ocurre despacio. Marcando los tiempos, distantes de la realidad, de la marabunta que se arremolina en los aledaños de la plaza. Aquí, en ese círculo mágico del ruedo, las cosas ocurren fuera de la temporalidad. Es nuestro. Propio. Lo llevamos tatuado en el ADN de la Fiesta. Fortes hizo que ese aislamiento tiempo/espacio se intensificara en el toreo a la verónica. Verónicas de veras, no trapazos. Qué fácil confundir. Un universo entre uno y otro. Y se puso después al natural, tan temprano, con ese Fuente Ymbro de mucha clase y el ímpetu contenido. Desprendido de las ansias del éxito, Fortes buscaba el toreo, el que se pasa al toro por la barriga justo después de citar, sin apenas tocar, sólo los vuelos de la muleta. Por una y otra mano. Me quedo al natural pues, pero esencia y concepto de principio a fin. Solidez también con la espada. No suficiente para el premio, creyó el presidente. La vuelta al ruedo tenía la torería que la faena. A Bautista también le negaron el trofeo del primero. Toro bueno de nota, con clase y las fuerzas justas. Resolvió el francés por ambas manos y de todo dejó algún muletazo de buen aire, pero en la suma, en el final, no logró la rotundidad deseada. Sí en el espadazo. Correcto y tibio con el cuarto, manejable aunque no acabó de romper. El quinto se paró, remolón y sin querer pasar. Fortes no pasó de puntillas. Se jugó los muslos, la piel, tragando, tragando y tragando en esa cotizada discreción de no querer venderlo pero esta vez sí, caló en la gente. Eso y una espada contundente.

Duque se descabaló con un tercero, ambicioso en las telas, que iba siempre por abajo y no encontró la horma al zapato. El deslucido sexto le cogió de manera terrorífica. Un milagro seguir aquí, así. Lo intentó Duque con las armas que tenía.