Reino Unido

«Por qué sufrimos los inocentes»

Pablo / Se encontró con el Santo Padre en El Escorial después de enviarle una carta

 
 larazon

Si hubo un momento emotivo en el encuentro de Benedicto XVI con las religiosas y miembros del mundo académico en el monasterio de El Escorial fue la caricia que regaló a Pablo, un joven voluntario de la JMJ que padece cáncer. El rostro de este joven de 16 años se mantuvo serio durante el acto, pero su mirada desprendía una seguridad especial, extraña para su edad. Pablo tenía un sueño, siempre había deseado poder entregar al Papa una pregunta, que hasta hoy sólo él conocía: «Santo Padre, ¿por qué Dios, si es bueno y omnipotente, permite enfermedades como la mía en personas inocentes?»

Desde su habitación en el hospital madrileño donde está ingresado, Pablo escuchó en las noticias que el Papa vendría a Madrid en agosto. Entonces se puso manos a la obra para encontrarse con él, aunque fuera tan sólo un minuto y poder así entregarle la carta con la pregunta que le inquieta. Gracias a otros voluntarios de la JMJ que derribaron todas las barreras de seguridad y protocolo existentes, Pablo pudo encontrarse con Benedicto XVI. El médico le dio de alta durante unas horas y una ambulancia lo trasladó hasta El Escorial. «Tenía muchos nervios e impotencia, pero estar con el Papa es muy importante para impulsar nuestra fe y la religión cristiana. El Papa siempre nos ayuda mucho y nos da esperanza», comentó a LA RAZÓN al terminar su encuentro con el Santo Padre. El joven no regresó de vacío. El Papa se comprometió a contestar a su pregunta en cuanto regresase al Vaticano. «Si no contestara, me llevaría una gran decepción, porque hace años que me vengo planteando esta pregunta», comentó ante las cámaras. A Laura y Mónica, su hermana y su madre, les costaba ocultar su emoción por lo que acababa de acontecer. No es la primera vez que el Papa nos regala un gesto así. Ya en su viaje al Reino Unido el año pasado tuvo un encuentro con un niño de nueve años enfermo de cáncer. Sucedió al acabar la misa en Glasgow el 20 de septiembre, después de horas de aguantar con frío y cansancio. Benedicto XVI, al descender del altar, se dirigió directamente al pequeño Anton McManus. Le impuso las manos sobre la cabeza y oró por él en alemán. Después lo bendijo y le deseó en inglés: «Buena suerte, que Dios te bendiga». A continuación, le dio la mano a su padre, Kevin, de 35 años, y a su madre, Tammi, de 34, que rompió a llorar, emocionada. El Papa bendijo también a la otra hija del matrimonio, Rebecca, de 11 años. El pequeño Anton había pasado por 25 tratamientos de radioterapia y dos operaciones importantes. «Nuestra fe nos ha sostenido como familia a través de todo esto», explicó Tammi a la Prensa. Anton había escrito al Papa diez días antes «para pedirle a usted si podría bendecirme cuando venga para ayudarme a mantener lejos mi cáncer».