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El Juli ausencia imperdonable

- Olivenza (Badajoz). Segunda de Feria. Se lidiaron toros de Garcigrande, terciados de presentación. 1º y 2º, nobles, con clase y el fondo justo; el 3º, bueno; 4º, 5º y 6º, moviéndose sin llegar a emplearse. Lleno de «No hay billetes».- El Juli, de azul noche y oro, estocada (oreja); pinchazo, estocada, aviso (oreja).- Miguel Ángel Perera, de rioja y oro, estocada ladeada, aviso, descabello (oreja); estocada (dos orejas).- Alejandro Talavante, de purísima y oro, estocada (dos orejas); estocada que hace guardia, tres pinchazos, aviso, descabello (silencio).

El Juli ausencia imperdonable
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Si el toro no va, va él. Cuando la mayoría nos quedaríamos paralizados, atrapados en una secuencia de ideas sin evolución, a Julián López le sobra vuelta y media de tuerca para desvelar el enigma. El del toreo hace tiempo que lo resuelve con exactitud. Qué cabeza. Lo saboreamos ya con su primero, que tuvo nobleza a mares, sobrada, pero el fondo justo. El Juli dio los muletazos exactos, impolutos, ni uno de menos ni uno de más. Y cuando al toro le faltó el motor para ir allí donde querían morir los vuelos de la muleta de Julián, entonces, sólo entonces, El Juli se plantó contra viento y marea. Su convicción era la de no moverse. Dos caminos: o pasaba el toro o pasaba el toro. Sí o sí. No había otra. Y allí, insisto, sin ceder ni un milímetro de donde había depositado las zapatillas la primera vez, se hartó de circulares. Entre uno y otro llegaban los pitones del toro a la barriga, a la chaquetilla, en la ingle... Desde que pisó el ruedo fue para dar un paso al frente. Primero con el capote y después en un desafiante quite en el centro del ruedo. Con la espada, un cañón que no renuncia a la pureza de la suerte.

Después de que Talavante nos pellizcara el alma en dos naturales de entrega, como si no hubiera técnica que sustentara la muleta, El Juli nos cautivó en el cuarto. El toro entraba al capote por arriba, sin amagar tan siquiera con humillar. Fuera dudas. ¡Para quien las quiera! Juli, de vuelta y de ida a la vez, sacó el repertorio al completo: técnica, corazón y cabeza. Lo que no habíamos visto en el Garcigrande ocurrió ante nuestros ojos. Ni pestañeábamos. Al remolón toro lo inyectó muleta por imperativo y ahí fue el animal limando asperezas, a más, mientras la faena lograba entusiasmar. Se dilató con la espada y paseó el trofeo que le abría la puerta grande. Por todo eso, por todo lo que ocurrió ayer y tantísimas tardes de tantísimos años, la ausencia de El Juli en Fallas y Sevilla es imperdonable. La estrategia empresarial de convertir a Juli en cabeza de turco por la reclamación del G-10 de sus derechos de imagen es indecorosa hacia la afición. Hacia el toreo. Incide en la calidad del espectáculo que ofrecemos, por el que se cobra mucho y se asegura nada.

El otro damnificado de esta estrategia, de apoderado independiente también, es Perera. Ayer nos puso el corazón en un puño, al borde del sobresalto con el quinto, que no tenía claridad en la embestida ni entrega. Aguantó arreones, paradas en seco y miradas indecentes. Desbordado de valor, pareció estar por encima del bien y del mal. Casi todos fueron muletazos por alto que consiguieron llegar al público al ponerle al límite. El segundo Garcigrande de la tarde tuvo cosas buenas. Sin exceso de motor, pero con calidad en el viaje. Perera se extendió en una faena sin estructura.

La frescura corrió a cargo de Talavante. Puso la espontaneidad con el mejor toro de la tarde, terciado, como toda la corrida, pero con calidad y fondo. Los que estuvimos en la plaza nos quedamos con dos naturales de arrebato cosidos al de pecho y un cambio de mano, ya a final de trayecto, soberbio. Monumental. Entre una cosa y otra dejó Talavante una faena de interés. Se definió menos el sexto toro, y tampoco aclaró el panorama la faena. Ya se iban los tres, caída la noche, a hombros por la puerta grande de Olivenza. Gran tarde de toros en la antesala de la reaparición de Juan José Padilla. La Fiesta y los milagros continúan.