Hollywood

Paloma Cela: «Quiero envejecer trabajando»

Fue una de las mujeres más bellas, y era la suya una de esas bellezas poderosas, magnéticas, que acobardaban un poco a los hombres, «quizá por eso no me comí tantas roscas como la gente pueda creer», dice. Guarda una revista americana (la única que ha guardado) en la que figuraba entre las once mujeres más espectaculares del mundo, «la Roja» del «sex appeal».

Paloma Cela: «Quiero envejecer trabajando»
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Aún es guapa, claro, porque se conserva bien y el tiempo nunca puede matar del todo el recuerdo con el que miramos, y posa para Cristina Bejarano como la gran modelo que fue, la que pasó la primera colección de El Corte Inglés, la requerida por los modistos famosos, la deseada. LA RAZÓN regala el próximo viernes su primera película, «Operación secretaria», de Mariano Ozores, y Paloma recuerda que hacía de «una chica mala que se liaba con un señor malo».

-Me reía mucho con Gracita Morales –me cuenta–. En parte creo que me contrataban porque yo la calmaba mucho. Le compraba perritos de peluche.

-Evolucionamos, pero no sé si ha cambiado eso de que el jefe se quiera liar con su secretaria...
-No creo que haya cambiado. Lo que pasa es que ahora lo hacen con más naturalidad. Se ve normal.

-Me imagino que en sus buenos tiempos fueron muchos los que se le acercaron con aviesas intenciones, que se decía antes.
-A veces esas aviesas intenciones las provoca la propia mujer. No he sido María Goretti, pero sí fiel a unos principios. Estaba con el hombre que estaba y punto. Muchos se acercaban, sí, y les decía de entrada: «Yo no trago; no me prometas nada que no trago». A veces bastaba con la mirada.

-No sé si tiene la impresión de que no supo aprovechar bien su belleza...
-Bueno, es que coincidí con la etapa del destape y no me destapé. Estaba muy buena, hubiera hecho un montón de películas, pero me daba vergüenza. No quise despelotarme y punto. Y no me arrepiento de nada.

-Recuerdo que César Lucas le hizo unas extraordinarias fotografías y quisieron lanzarla en Hollywood...
-Hice una película con Robert Parrish, el de «Casino Royale», que se tituló «Una ciudad llamada Bastardo», con Telly Savalas, Matin Landau, Robert Shaw, Fernando Rey... Robert Shaw anduvo enloquecido detrás de mí, me decía: «Ya tengo cuatro hijos, quiero completar el equipo de fútbol contigo». Quería casarse conmigo, pero no me gustaba.
(Un rosario de anécdotas salpicadas de nombres: Orson Welles, Lee Van Cleef, Jeffrey Hunter... Le ofrecieron un contrato: cuatro años en Hollywood con casa, profesora de inglés, etc., pero el novio de entonces le lloró y le dijo aquello de «te irás y no volverás», y Paloma no levantó el vuelo. «Entre que no era muy aventurera y la ignorancia del inglés, me acobardé», dice. Tampoco se arrepiente de eso. Y cuando empezó a ganar dinero se dijo que ya nunca cogería el metro «para que no me digan burradas y no me metan mano»).

-Quizá demasiadas expectativas...
-Yo estaba muy bien como modelo, tenía prestigio, ganaba dinero, viajaba mucho... Nunca pensé que iba a ser actriz; yo pensaba que iba a ser siempre guapa y maravillosa. El cine era un complemento. Me empezó a gustar cuando me dieron papeles buenos y empecé a sentirme artista. En fin, que mi destino era Hollywood pero me quedé en Madrid por cobardía y por un novio con el que nunca me casé.

-El hombre de su vida fue Horacio, su marido...
-Sí. Murió y lo dejé todo. Fue para mí la muerte en vida. Me metí en casa con 55 kilos y salí con más de cien. Y salí porque tenía que trabajar. Me echó una mano Hugo Stuven, que me llevó a la tele. Y luego Andrés Pajares, que me dio trabajo en sus series «Ay, Señor, Señor» y «Tío Willy». Adoro a Andrés, y cuando lo maltratan en la tele sufro mucho.

-Y ahora, ¿qué?
-Trabajo si me llaman, pero si no, no me hago la mente mierda. Me gustaría envejecer trabajando para no darme cuenta de que envejezco, porque envejecer es una putada. No lo llevo con castañuelas, pero peor es morirse, ¿no? He tenido achaques, pero ya estoy bien.
(El golpe de melena rubia, la elegancia como un don y las devociones divididas: una vela al cirujano Gil Vera –«me salvó de lo del colon»– y otra al Cristo de Medinaceli, al que visita cada viernes con el actor Pepe Álvarez. Se levanta pronto, pasea a sus tres perros, Poquito, Manolita y Santi Cañizares, y ve películas en la tele. «Ya sabe: dejas de estar en el candelabro, como decía la otra, y se acabó»).

-Y al final, ¿es lo que quería ser?
-Sí: rebelde. Soy la misma bruta de siempre, amiga de mis amigos, mujer de fiar, divertida. He hecho siempre lo que me ha dado la gana. Un papel me hubiera gustado hacer: el de Malinche, la india de Hernán Cortés. Me gusta Malinche: amó a Cortés sin pedirle nada a cambio.

-Quizá le gusta porque se parece a usted...
-Puede ser. Pero me quedaré sin hacer la Malinche como me quedé sin Hollywood. Es la vida.
(Ha dejado el tabaco por enésima vez. Se tiene que cuidar la tensión y el azúcar. No bebe. Le gustó más ser modelo que actriz. Y aún, pasados los años, cuando dice el nombre de Horacio se le humedecen los ojos. Es la bella que tanto amó).


Cuidado con el jefe
No fue ésta la única «Operación» de Mariano Ozores. Al director también se deben «Operación cabaretera» y «operación Mata-Hari», otras dos comedias desternillantes que funcionaron muy bien en la taquilla. En la cinta que el próximo viernes regala LA RAZÓN, vuelve a coincidir la pareja José Luis López Vázquez-Gracita Morales, que tan buenos resultados dieron en la taquilla. En la película, Don Rodolfo, un empresario encandilado por su explosiva secretaria Octavia, decide pasar unas relajadas vacaciones con la joven. Lo que no sabe es que no disfrutará de un minuto de tranquilidad. La banda sonora la firma Pedro Iturralde.