Argentina

Intervenir una provincia por Martín Prieto

La Razón
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Ahora que tanto nos fijamos en Argentina nos convendría recordar su saludable política constitucional de intervención provincial. Recién llegado al Río de la Plata se dio noticia de que el gobernador de una provincia había sido asaltado en su despacho por su amante falsaria y el jefe de la Policía, quien le sodomizó mientras grababa un vídeo la percanta. El gobernador cometió el error de denunciar los hechos y el presidente Alfonsín intervino de inmediato la provincia llevándola a nuevas elecciones meses después una vez saneado el albañal. En Argentina, una intervención provincial no alcanza las cinco columnas de la primera de un periódico ni ocupa demasiado tiempo en los informativos radiotelevisivos. Es una solución drástica, pero común, para poner en orden los desarreglos de los gobernadores que obran a veces como caudillos. En España la intervención de una autonomía está tasada constitucionalmente pero nunca se ha puesto en práctica y existe un miedo político cerval a aplicar lo que a la postre dictamina la ley de leyes. ¿Qué otra cosa que intervenir esas dos o incluso tres autonomías que han quemado las cuentas, que emiten bonos basura y que van acabar siendo reglamentadas por la Banca Europea y las agencias de calificación? Más vale que las intervenga Cristóbal Montoro. Pero el autonomismo rampante considerará como una intromisión del Estado en sus libertades una decisión de saneamiento de este porte. Se puede y se debe hacer por el propio interés de unos ciudadanos a los que su Gobierno autonómico ha convertido en haraposos, pero comprendo al presidente Rajoy: ese no es un charco, sino un lago fanganoso en el que hay que tener mucho cuidado de meter los pies.