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Sin novedad en el Alcázar por Lucas Haurie

La Razón
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Después de meses asediado por la corrupción lampante, por las peleasinternas, por las dos barridas populares en recientísimas elecciones, por encuestas demoledoras, por una tasa de paro pre revolucionaria, por la pertinaz última plaza de Andalucía en todos los indicadores socioeconómicos a nivel europeo, por el desconocimiento de los electores hacia su persona, por una campaña pobretona rayana en el patetismo, José Antonio Griñán resiste en la ciudadela socialista. «Sin novedad en el Alcázar, mi general».

El presidente del PSOE conserva el último bastión de poder para su partido y por eso, pese a la histórica victoria del PP en unas elecciones autonómicas, fue recibido en el hotel donde se le iba a cantar el réquiem al grito de ¡presidente, presidente! Si a partir de mañana buscan en una enciclopedia la definición de «dulce derrota», saldrá su foto.
Un símil deportivo para dibujar el ambiente que reinaba entre los socialistas: era más el alivio rabioso del equipo que salva la categoría en el último partido de Liga, que la euforia feliz del que gana un título. No era para menos, pues un sinnúmero de cuadros del partido que llevaban semanas distribuyendo currícula entre las amistades descubrían que, pacto con los comunistas mediante, podían salvar el bien más cotizado en la Andalucía de hogaño: el puesto de trabajo.

Sobran, en realidad, los artículos porque el lenguaje corporal lo decía todo. Al ganador parecía que se le había muerto un pariente; el perdedor era incapaz de contener la sonrisa.