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Cristianos perseguidos

La Razón
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Hoy millones de cristianos en todo el mundo celebrarán el Vía Crucis y revivirán las últimas y trágicas horas de Jesús en la tierra, desde el momento en que fue prendido hasta su crucifixión por la salvación de la humanidad. Paradójicamente donde sucedieron los hechos, en Tierra Santa, los cristianos son una población marginal, ya que apenas representan el dos por ciento del censo, víctimas de un éxodo ante el aislamiento social, político y económico al que son sometidos tanto por parte de los judíos como por los árabes. Pero no son una excepción, según el Informe sobre Libertad Religiosa que cada dos años presenta Ayuda a la Iglesia Necesitada, tres de cada cuatro víctimas de persecución religiosa en el mundo son cristianos. El caso más reciente, en Nigeria. Tras la victoria electoral del candidato cristiano Goodluck Jonathan, al menos han muerto 350 personas, se han sucedido los ataques a las iglesias, y hay más de 35.000 refugiados. Las cifras globales son más que preocupantes, ya que de los 200 millones de personas que sufren persecución por sus convicciones religiosas, y de los 150 millones que padecen una fuerte discriminación oficial y social, el 75% son cristianos de distintas confesiones. Los países más activos en esta represión que lleva a muchos de ellos a la muerte son los regímenes musulmanes, comunistas y bolivarianos. Uno de los ejemplos más sangrantes es Pakistán, donde es frecuente el asalto a las iglesias y el encarcelamiento de los cristianos, víctimas de los ataques. Uno de los casos tristemente más célebres es el de Asia Bibi, condenada a muerte según la Ley Antiblasfemia vigente en Pakistán. En Irak, las minorías cristianas celebran los actos religiosos con guardias de seguridad armados y detrás de muros que los protejan de los coches bomba, algo que no ha evitado algunas masacres. En los países del Golfo Pérsico, en especial en Kuwait, existe una represión más laxa, ya que hay cierta libertad para el culto pero no para evangelizar. China, Rusia, India, Indonesia y Corea del Norte también tienen sojuzgados a los cristianos.

En numerosas ocasiones, Benedicto XVI se ha mostrado preocupado por estas persecuciones a los cristianos, a los que ha pedido que perseveren en su fe a pesar de estar en un entorno hostil. Sin embargo, hay muy pocos gestos e iniciativas por parte de la comunidad internacional e incluso por los organismos que velan por los derechos humanos. Desgraciadamente, parece que hay perseguidos de primer y de segundo orden, porque lo cierto es que la sociedad civil es más proclive a movilizarse por la opresión y asesinatos por motivos ideológicos, que por motivos religiosos.

Pero la realidad es terca e indica que en más de noventa países los cristianos están siendo acorralados y aislados de las sociedades en las que viven por el mero hecho de profesar su fe. Ante un problema de notables dimensiones y en ocasiones de dramáticas consecuencias, los gobiernos y la sociedad civil deberían articular mecanismos de presión para que se pueda ejercer un derecho vital para el ser humano en cualquier circunstancia: la posibilidad de expresar sus convicciones religiosas en libertad.