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Dominique Lapierre: «Todo lo que no se da se pierde»

 "Todo lo que no se da, se pierde"es un proverbio indio que el escritor francés Dominique Lapierre ha adoptado como lema de vida, repleta de éxitos literarios, y que dio un giro tras entablar una relación de "amor"con la India, donde lleva a cabo desde hace cuarenta años una "cruzada humanitaria".

La mitad de sus 80 años, cumplidos en diciembre pasado, ha dedicado Lapierre al país que le "cambió la vida". Fue "un flechazo", asegura en una entrevista hoy con Efe en la que despliega su arrolladora energía y su pasión por su "amada"India.

Una historia de dedicación que comenzó con su llegada a bordo de un viejo Rolls-Royce a su "amado país-continente", junto a su colega Larry Collins, para documentar uno de sus numerosos superventas: "Esta noche, la libertad"(1975) sobre la independencia india, y cuya gestación relata en "India mon amour"(Planeta), su última obra que acaba de publicar en español.

Este libro es un cuaderno de viaje de Lapierre por el país asiático y recoge anécdotas, descubrimientos y su "cruzada humanitaria realmente extraordinaria"que lleva a cabo junto a su mujer, también llamada Dominique. "Ella es la Dominique grande, yo soy el pequeño", dice en tono risueño.

Y como todo buen cuaderno de viaje que se preste, este contiene una amplía selección de fotos de Lapierre en tierras indias, donde también se desarrollan "La Ciudad de la Alegría"(1985), sobre las terribles condiciones de vida de los suburbios de Calcuta y que fue llevada al cine por Roland Joffé en 1992, y "Era medianoche en Bhopal"(2001), escrita junto a su sobrino Javier Moro y que cuenta la terrible catástrofe industrial que sufrió la India en 1984.

Por las páginas de "India mon amour"desfilan muchos de los personajes que encontró para documentar sus libros, ya que, como antiguo periodista que fue de "París Match", todos están construidos como grandes reportajes tras un amplísimo trabajo sobre el terreno.

Ahí están, con fotos de apoyo, sus entrevistas con el último virrey del imperio británico de las Indias, Lord Mountbatten, con maharajás, esos "señores feudales"que hicieron un "hara-kiri colectivo"al ceder su soberanía en favor de la independencia del país, o incluso con los asesinos de Mahatma Gandhi.

El apóstol de la no violencia es para Lapierre un "profeta"y la Madre Teresa de Calcuta, a quien conoció, es, "posiblemente", la persona que "más"ha influido en su vida.
Fue ella la que le puso en contacto con el misionero inglés James Stevens (Paul Lambert en "La Ciudad de la Alegría), al frente de Resurrección, un hogar para niños leprosos, y quien le presentó al enfermero suizo Gastón Grandjean (Max Loeb, en el libro).

"Dominique, escribir grandes éxitos literarios no es bastante, también es muy importante ser un actor en el campo de batalla contra las injusticias del mundo", le dijo, según Lapierre, la Madre Teresa, la "voz"que le indicó "el camino"y la persona, asegura sin dudar, más "impresionante"que ha conocido "nunca".

Forma parte de esa galería de "personajes luminosos"con los que se ha ido cruzando, especialmente en la India, y en concreto, en los suburbios de chabolas de Calcuta, "la antesala del infierno".

Fue allí donde conoció al hombre-caballo Hasari-Pal, quien recorrió miles de kilómetros con los pies descalzos tirando de una carreta de transporte ("los taxis indios", aclara) y quien murió a los 35 años víctima de la tuberculosis.

De él conserva el regalo de la campanilla que Pal agitaba para abrirse paso por las atestadas calles de Calcuta y de la que Lapierre no se separa: "Es mi teléfono móvil", afirma agitándola.

La fuerza ante la adversidad y la generosidad de los "más pobres entre los pobres"son para Lapierre un ejemplo y le dan una "fuerza extraordinaria"para continuar su "cruzada contra la pobreza".

Una lucha que comenzó en 1981, al destinar sus derechos de autor, así como los fondos que le envían muchos de sus lectores y amigos, a sus obras humanitarias a través de la fundación Action pour les Enfants des Lépreux de Calcuta.

Pero esos recursos no son suficientes para satisfacer las necesidades de las catorce organizaciones no gubernamentales y aconfesionales que el autor y su esposa sostienen en la India, así como en África y en América Latina (Brasil y Guatemala).

La mejor manera es, según se indica en el epílogo de "India mon amour", movilizar una "cadena de solidaridad"capaz de reunir un capital que permita obtener unos intereses de unos dos millones de euros, que son los que se necesitan todos los años para financiar las residencias y escuelas para niños, los dispensarios médicos o los barcos-hospitales que sufraga la fundación de los Lapierre.

Es un intenso acto de amor, que el autor de "El quinto jinete", "¿Arde París?, "..O llevarás luto por mí", emprende en "el atardecer"de su vida para devolver a India, de la que extrae sus "vitaminas", "una gota de agua contra las injusticias".

Pero, como decía la Madre Teresa, recuerda Lapierre, "sin esa gota de agua, el océano no sería el océano".