Sevilla

Paco Ojeda: «Quise meterme dentro del toro hacernos uno»

Dice que nunca se ha ido, que no sabe «cómo se está sin torear». Paco Ojeda, enamorado del campo y de la vida, nos abre las puertas de su casa para hablar de toros, de los cambios, de sus comienzos. El gaditano en estado puro.

Paco Ojeda
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Alejado del mundanal ruido de luces y sombras, nos citamos con el maestro en su finca. A las puertas del parque natural de Doñana y en la marisma. No podía ser de otra manera para un Paco Ojeda, marismeño de pies a cabeza. Luce el sol y nos lo encontramos montado a caballo, sobre el verde manto de hierba que ha dejado las lluvias. La imagen roza lo idílico. Paco Ojeda solo, en esa soledad que aprendimos después de la charla que es una forma de vida. Una búsqueda constante que le mantiene despierto el espíritu y la sensación de que siempre está; jamás se ha ido del toreo, porque lo llena de recuerdos y le ronda en el presente. El instinto de búsqueda preside cada uno de sus días, los mismos que su perra «Luna» le sigue fiel en cada paso. A Paco Ojeda no le hace falta dar vueltas a las cosas para dejar el verbo en el lugar preciso. Cuestión de conceptos. Habla despacio, pausado, y con chispa en los ojos. Cuenta, pero además, deja en el aire las palabras encendidas para pensar. Habla y calla con la misma intensidad en esa faceta de «enamorado de la vida». –Maestro, ¿cómo se vive sin torear?–Yo sin torear no estoy nunca, unas veces a caballos, otras a pie y siempre en la mente está toreando uno. Así que no sé cómo se está sin torear. –En todos estos años, ¿ha encontrado algo parecido a lo que se siente al torear?–La vida es un conjunto de cosas muy importantes, no sólo es torear. La vida te ofrece cosas y tú las tienes que ir cogiendo como enamorado de la vida que tienes que estar. –¿Qué supone el campo en su vida?–El campo es la madre superiora de todo.–¿Pasa mucho tiempo en él?–No todo lo que quisiera. Me gustaría estar en el campo y no moverme, quisiera estar como los árboles, enraizados a la tierra. –Es un torero referente de muchos de los espadas que hoy están en activo. –Lo agradezco. Si así es, estoy orgulloso de que me lo reconozcan. Yo intenté que la huella quedara en mí, si de camino queda en los demás, pues mucho mejor. –¿Le piden consejos?–La verdad es que no he encontrado mucha gente que pida consejos. A veces uno está sobrado de sabiduría y no necesita nada. Yo necesito todos los días recibir consejos y soy incapaz de acostarme sin haber preguntado algo que no sabía. –¿Nota un cambio en el toro?–Hoy sale muy rematado, y no es tanto que haya cambiado como que están haciendo un toro para hacerle cada día una foto más bonita. –¿Y el público, nota evolución?–El público somos todos, soy yo y todo el que va al tendido. Cuando las cosas se hacen con el corazón llegan a todo el mundo. –¿Le costó mucho encontrarse en esa manera de estar con los toros?–¡Eso quisiera yo! Encontrar el final de esa forma, pero es una pelea constante, todos los días. –Pero lo consiguió.–Sí, pero cuando alcanzas una cosa descubres que detrás hay otra. Y uno tiene que buscar esa otra que no ha logrado. –En su primer festejo creo que estuvo más tiempo por los aires que toreando. –Sí, me dieron 17 volteretas y me las contó un amigo mío. Y eso le decía yo, entonces ¿cuántos muletazos he pegado?–¿Qué quería conseguir con el toro?–Meterme dentro de él, hacernos uno. Y las volteretas a veces eran la consecuencia de buscar algo, algo difícil y complicado. Cuando estás explorando cosas que no conoces pasa esto. –Y consiguió meterse en el toro. –Cuando se logra, sólo algunas veces, es lo máximo, es lo que estoy buscando toda mi vida. Son momentos que no se pueden explicar, sólo vivir. –¿Qué función cumple el valor en ese concepto?–Yo diría que más que valor es confianza. Confiar en ti y en lo que estás haciendo es lo que impulsa al valor. El valor es el residuo de la confianza. –¿Y el dominio?–Es la compensación de todo lo que has luchado en la profesión. –¿Consiguió todo lo que quiso?–Uff, qué fuerte. (Se hace un silencio) ¿qué es lo que quiere uno?–¿Qué es lo que quiso usted?–Conseguir todo lo que uno quiere es imposible, afortunadamente. Yo quisiera estar buscando algo el resto de mi vida. –¿De ahí que después del toreo a pie llegara el toreo a caballo?–Busqué con el caballo y ha sido otra meta cumplida, dentro de que es un tema muy amplio.–Tiene una relación con los caballos muy estrecha. –Sí, es la segunda conversación que tengo después de preguntar por la familia. –Hasta toreó a uno una vez.–Sí, pero eso es el aburrimiento (sonríe). El aburrimiento es tan malo que te puede dar por torear hasta a un perro. –¿Esas inquietudes le hacen plantearse volver?–En realidad, no me he ido nunca. No estoy en activo porque las circunstancias van poniendo a cada uno en su sitio y la naturaleza es sabia y te va dando unas cosas y te quita otras, pero yo me siento torero. –¿Qué relación tuvo con la plaza de Madrid?–Madrid influyó mucho. Ha sido uno de los pilares fuertes después de Sevilla. Son dos puertas unidas y estoy satisfecho con las dos. –En el 82, por ejemplo, abrió la puerta de Las Ventas en dos tardes consecutivas. -Sí, en ese momento lo único que pensaba es que tenía que volver a torear. –¿Dejan más poso los triunfos con el paso de tiempo?-Sin duda. Ahora es cuando empiezo a saborear lo vivido y es la compensación al trabajo duro. En ese momento, un triunfo te cargaba de más responsabilidad todavía. La carga de una puerta grande es demasiada como para saborearlo. –¿No celebraba los triunfos?-No. Los triunfos no son para celebrarlos, sino para analizarlos. –¿Y los fracasos?–A veces tienen más sabores que los triunfos. Y se aprende más, mucho más. –En una Puerta del Príncipe de Sevilla nada más acabar se fue a torear unas vacas en vez de festejarlo. –Sí, porque me quedaron unas cosas por hacer y no lo había culminado en la plaza. Todo el mundo me estaba esperando en el hotel, también el mozo de espadas y yo estaba toreando. Me puse un chandal y me fui. –¿Le ocurría esto más veces?–Sí, sí, cuando se triunfa en tu interior se te quedan muchas cosas. –¿Y nunca se ha quedado lleno de verdad?–Sí, pero más que nada en momentos. No soy capaz de encontrar una faena completa en la que no me haya faltado nada. Lo bonito es que para ti siempre te falte algo, pero a la vista de los demás sea muy completa. –Los toreros suelen tener a lo largo de su vida profesional una especie de romance con algunas plazas. ¿Cuáles fueron las suyas?–He sido novio y me he casado con muchas plazas. He tenido la suerte de vivir esa conexión entre público y torero como si fuéramos uno, que en realidad es acercarte a lo que uno quiere. –¿Qué cambiaría del pasado?–No me gustaría volver atrás, porque estoy satisfecho con lo que ha pasado y empezar otra vez de cero, no no...–Maestro, ¿por qué torero?–No tiene explicación. ¿Por qué naciste? Yo nací torero. –Sus comienzo estuvieron muy unidos al campo. –Mucho. De hecho me costó mucho dar ese paso de enseñarlo en la plaza. –¿Por qué?–Porque uno es torero porque nace torero y ya está. Tener que trasladar eso al público y exponer a juicio todo lo que tú sientes sólo para ti... Es duro. –Lo logró.–Sí, lo conseguí aunque me costó trabajo. Son de las cosas más duras que he podido pasar en la profesión. Yo creí que esto no era para compartirlo, pero con el tiempo entendí que sí, y ahora estoy orgulloso de haberlo conseguido. –¿Qué sentía hacia los toreros cuando comenzó en la profesión?–Los toreros que estaban en activo eran inalcanzables, sentía una admiración tremenda por todos. Sólo acercarte y escucharlos era para mí como hablar con dios. Había tantos... Paquirri, El Cordobés, Palomo...–Le afectó mucho la muerte de Paquirri. –Nos conocíamos mucho y nunca pensé que eso pudiera ocurrir en un torero tan poderoso. Me enseñó que nadie es inmortal en el toreo. –Dicen que siempre el pasado fue mejor. –Pues yo no estoy de acuerdo. Hay que juzgar cada época y ahora mismo hay una baraja de toreros muy interesantes. –¿En qué anda ahora Paco Ojeda?–Pues acabo de acabar mi placita de toros y deseando echar un toro a los caballos y... Buscando, siempre buscando. –Toreando a caballo, ¿y a pie?–Y a pie también, soy muy pesado. Mientras pueda y las fuerzas me aguanten seguiré. –¿Y ante el público?–Siempre me acompañan amigos, ¿hay algo más bonito que eso?