Ciencias humanas

La era de la duda

Nuestra capacidad cerebral para tomar decisiones se ve alterada en épocas de crisis. Recurrir a internet es ya un hábito

La era de la duda
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MADRID- «¿Qué pasa si me caso y no funciona?»; «¿abandono mi trabajo fijo por uno temporal?»; «¿cómo hago si me quedo en la calle con una niña recién nacida?»; «¿qué hago si mi novia está embarazada?». Dudas como estas nos asaltan con más ahínco en épocas de carestía. Eso sí, en la actualidad contamos con nuestro particular Oráculo de Delfos. O, mejor dicho, disponemos de nuestra propia supercomputadora HAL 9000 digna de «2001. Una odisea en el espacio». Nos basta sentarnos delante de un teclado, zambullirnos en internet, preguntar y esperar respuesta. Sitios como Yahoo Answers y Quora así lo atestiguan. Y no serán los únicos. En tres meses verá la luz una nueva red social, Dontknow, de origen español. Sus responsables han elaborado un mapa de 15.000 decisiones planteadas en torno a 15 grandes ámbitos de la persona y basadas en preguntas específicas planteadas por la sociedad civil y un amplio abanico de expertos –psicólogos, neurólogos, periodistas, etc–. «El usuario no tendrá que esperar las respuestas, porque ya estarán respondidas tanto por expertos como por otros usuarios en base a su experiencia, que recomendarán el ‘‘sí'' o el ‘‘no''. Y el usuario podrá filtrar lo que es, o no es, un experto. También habrá sitio para consejos personalizados», explica su artífice, Rafael Mira.

Equilibrio cerebral
Mira tiene claros los motivos que le llevaron a apostar por este proyecto. «Las decisiones son lo más importante de nuestras vidas, pero también es lo que más nos cuesta tomar. Y estamos en un cambio de civilización: demasiadas crisis a la vez, mientras que se da una falta de soluciones y también de conocimientos», asegura. Acudir a internet quizá es sólo un síntoma. ¿Está nuestra sociedad inmersa, crisis económica y social mediante, en la era de la duda?

Desde un punto de visto científico, así lo parece. El doctor José Alberto Palma, perteneciente a la Sociedad Española de Neurología (SEN) y autor del libro «Cómo tomamos las decisiones» (Ed. Libroslibres), explica que, «simplificando mucho» –y a tenor de investigaciones que siguen abiertas–, nuestras decisiones se basan en un «equilibrio entre las áreas emocionales y racionales» de nuestro cerebro. En la parte racional nos topamos con el área prefrontal del lóbulo frontal, «que se activa a la hora de elegir los pros y los contras, sin ningún componente emocional». En la parte emocional, concretamente en el sistema límbico, se halla la amígdala, «que regula la precaución, el miedo y se activa en sensaciones de riesgo». ¿Qué está ocurriendo en estos momentos de crisis? «Vemos un aumento de diagnósticos referidos a la ansiedad y el estrés. Y eso repercute en la actuación de las áreas cerebrales de las decisiones. La actuación de la amígdala en estos pacientes es mayor. Y el proceso que siguen en la toma de decisiones es peor», añade. Un «diagnóstico» compartido por la Neuroeconomía, disciplina científica de nuevo cuño –surgió hace una década– y que es definida como la ciencia que evalúa la toma de decisiones, fundamentalmente de índole económico. «Siempre ha ocurrido así. La crisis actual afecta a las estructuras cerebrales. Provoca un aumento de nuestra aversión al riesgo y a la pérdida», afirma Pedro Bermejo, presidente de la Sociedad Española de Neuroeconomía. Por ello, en el escenario actual, «tomamos decisiones hacia posiciones financieras más estables y trabajos menos arriesgados, o desechamos el montar nuestro propio negocio». De nuevo la amígdala, junto a otra zona conocida como la ínsula, jugarían un papel esencial. «Es un sistema entero relacionado con la aversión al riesgo, con el pesimismo y con el dolor. Se activa ante cualquier cosa que nos produzca dolor, anímico o físico. Y en estos tiempos, es una zona más activa», explica. Así, si nuestro cerebro fuera una balanza, esta zona estaría en un extremo –una decisión en contra– y, en el otro, hallaríamos el circuito de recompensa cerebral –una decisión a favor–. En este último se hallaría otra de las piezas claves en la toma de decisiones: el núcleo accumbes, en la corteza prefrontal medial, que emite una sensación de bienestar influido por nuestras propias sensaciones. «Pero la situación de crisis actual lo inhibe», apunta Bermejo. Y es que, ahora, «la balanza no sólo se va hacia el ‘‘no'', sino que se inhiben las zonas cerebrales del ‘‘sí''».

Un barco a la deriva
«Es precisamente en las crisis cuando se toman decisiones importantes; no creo que vivamos en la duda», opina el sociólogo Amando de Miguel. Y es que, «en un barco en situación de emergencia. la tripulación está más atenta que si estuvieran navegando normalmente». Eso sí, De Miguel reconoce que cada vez más internautas le formulan más preguntas en su Facebook. La mayoría, dice, relacionadas con los recortes.


Toda una filosofía
Como recuerda Amando de Miguel, vivir en la duda no tiene por qué ser malo. «Es un buen método: ahí está Descartes». El francés lo postuló en su «duda metódica»: no podía aceptarse todo aquello de lo que se pudiera dudar racionalmente. Eso sí, hay algo que no admitía sospecha y que se convirtió en la base de su filosofía. «Cogito ergo sum» («Pienso, luego existo»).


Carne de «best seller»
Ayudar a decidirse vende. Y mucho. Con más de 100.00 ejemplares vendidos en Alemania, «El pequeño libro de las grandes decisiones» (Ed. Alienta), de Mikael Krogerus y Roman Tschäppeler, se ha convertido en una exitosa guía para todos aquellos indecisos que necesiten ayuda a la hora de tomar partido ante un dilema importante. El libro, en el que sus autores concentran los cincuenta mejores modelos de toma de decisiones, está dividido en cuatro apartados: cómo mejorar uno mismo, cómo comprenderse mejor a uno mismo, cómo entender mejor a los demás y cómo mejorar a los demás.