Miami

El caso que destapó las mafias de la noche

El jurado popular señala a Carlos Monge como autor de la muerte en 2009 de «Cata», el portero de la discoteca Palace . La investigación de este homicidio llevó al juez Torres a los Miami, los búlgaros y hasta «La Reina de la coca»

El caso que destapó las mafias de la noche
El caso que destapó las mafias de la nochelarazon

MADRID- Ni el goloso negocio del control de la noche madrileña, ni bandas rivales ni, por supuesto, matones a sueldo o kilos de cocaína. Durante las seis sesiones de vista que se han celebrado estos días en la sección 17 de la Audiencia Provincial de Madrid, nadie –salvo en los pasillos– ha pronunciado una palabra de todo esto. Se juzgaba a Carlos Monge Hidalgo (Madrid, 1972) por el homicidio de Catalin Stefan Craciun, alias «Cata», la madrugada del 12 de enero de 2009 a las puertas de la discoteca Palace-Heaven como si de un homicidio aislado se tratara y sin un móvil más relevante que la mofa sobre un apellido y una vestimenta. Puede que sólo sea eso pero lo cierto es que el plomo que salió de la Glock 19 que portaba aquella noche el acusado –y que se mostró en la sala durante la tercera sesión del juicio– fue el punto de partida de una investigación policial que acabó convirtiéndose en la mayor operación hecha jamás en España contra el crimen organizado. Aunque ni los propios policías por aquel entonces imaginaban con lo que se toparían al tirar de la manta de este crimen.

Frío, algo chulesco y sensible a ratos (como si le acechasen los demonios de su conciencia, llegó a llorar tras el visionado de un vídeo en el que aparece aquella noche apuntando con el arma por la plaza Celenque), Monge, alias «El Cuchillos», el hombre que sin saberlo propició la macro- operación policial, fue declarado ayer culpable «a medias». Los nueve ciudadanos que forman el jurado popular le consideran culpable del homicidio de Catalin, pero no culpable de la muerte de Alejandro Rojas Marcos. También lo han considerado culpable de homicidio en grado de tentativa de Roger López Uría y del delito de tenencia ilícita de armas. En los próximos días, el magistrado de la Sección 17, Ramiro Ventura, redactará la sentencia sobre su pena de cárcel, que podría llegar a un máximo de 21 años y cinco meses, según la Fiscalía.

El jurado popular considera que no han podido probarse muchos hechos que ocurrieron aquella noche de invierno de hace tres años. Aquel día, Carlos –que ahora esconde los agresivos tatuajes de sus brazos con camisas de manga larga y que teme que se haga público en qué prisión está en preventivo (porque los rumanos quieren matarle, según su abogada)– se cargó a «Cata», pero no se ha podido demostrar que hiciera lo propio con Alejandro, un relaciones públicas de la Joy Eslava que, al parecer, trató de detener al acusado en su huida. «El Cuchillos» parece que disparó a más personas pero sólo se le condenará por una tentativa de homicidio. Sin embargo, la Policía Científica encontró siete vainas entre la escena del crimen y los alrededores.

 Su defensa alega que lo hizo en defensa propia, que «Cata» le dio una brutal paliza a la puerta de la discoteca donde pretendía entrar y que el «miedo insuperable» le empujó a coger la pistola que se le cayó a «Cata» durante la refriega y ponerse a disparar al tuntún, a nadie en concreto. El jurado, sin embargo, dice que la pistola la llevaba él. El rumano murió casi en el acto de un tiro en el abdomen y otro en cuello, «mortales de necesidad», según el forense que le practicó la autopsia. Es cierto que a Carlos le golpearon con saña porque, además del un parte de lesiones de la clínica la Concha –donde le trasladaron tras su detención–, a uno de los agentes del Grupo X de Homicidios que declaró en el juicio le llamó la atención cómo tenía Carlos la cara aquella madrugada: «Acribillada a golpes». En cualquier caso, en este proceso sólo se ha juzgado si «El Cuchillos» era culpable de esas muertes.

Pero ¿qué había detrás? ¿Realmente no se conocían de nada «Cata» y Carlos y la pelea simplemente surgió? El crimen no se investigó mucho más porque el autor material fue detenido instantes después, pero hubo un juez que ya sabía bastante de la noche madrileña, al que le pareció que allí podía haber algún otro trasfondo. Era el titular del Juzgado de Instrucción número 32 de Madrid, Santiago Torres –ahora trasladado a la Audiencia Provincial– , conocedor del ambiente nocturno tras instruir el «caso Guateque», una supuesta trama de cobros de licencias municipales para la apertura de locales de ocio nocturno. Él instruyó el procedimiento y la Udev Central y la Udyco de Madrid comenzaron las pesquisas de una macro- operación que terminó a finales del año pasado con más de 150 detenidos, 300 kilos de cocaína y más de 100 millones de euros incautados. Pero el mayor logro de la «operación Edén» es haber sacado a la luz la guerra entre mafias para controlar la noche de Madrid. Quien tenía el acceso en las discotecas controlaba lo que se movía dentro: la droga, un negocio muy lucrativo que explica la lucha de poder.

Al parecer, los búlgaros (y rumanos) con Ivo a la cabeza y los Iraíes-Miami, con David Lozano primero y los hermanos López Tardón, después, eran las dos bandas rivales. Supuestamente, «Cata» pertenecía a los primeros y «El Cuchillos», a los segundos, pero nada de esto se ha podido demostrar. Lo que sí es evidente es que, tras esta operación, todos ellos, al igual que Lauro Sánchez y Ana María Cameno («la tetas» o la «narcopija»), los presuntos narcotraficantes, y muchas personas más han dado con sus huesos en prisión. Hasta hay funcionarios de prisiones expedientados por supuestos tratos de favor con algunos de estos presos. Eso sí, queda saber en qué queda la instrucción y el arduo trabajo policial de años cuando se celebre el juicio.

 

¿La historia se repite?
La Guardia Civil ha detenido a tres personas en Pinto por su implicación en el menudeo de sustancias estupefacientes. La investigación parte de las denuncias en torno a la posible actividad ilícita del regente de un bar situado en la localidad, y que, presumiblemente, se dedicaba a la venta de droga. Pero no sólo eso. Al parecer, el portero amenazaba a sus clientes si no le compraban a él la droga. En el domicilio del responsable los agentes hallaron 170 gramos de cocaína de gran pureza, 9.000 euros, 3.000 dólares y 3.790.000 pesos colombianos. De nuevo, un caso en el que el control de acceso a un local implica mucho más que decidir quién accede al mismo.