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Villandry: huella española en el valle del Loira

El río más largo de Francia conforma un valle salpicado de hermosos castillos de cuento. Uno de ellos, el Châteaux de Villandry, invita al viajero a descubrir el segundo jardín más imponente de Francia tras Versalles, recuperado por el español Joaquín Carvallo 

Villandry: Huella española en el valle del Loira
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Todos y cada uno de los castillos del valle del Loira y sus afluentes tienen algo que les hace destacar sobre los demás. Unos son los más grandes, otros los más refinados, otros sirvieron como inspiración de cuentos y cómics... Sin embargo, hay uno que, sin tener esas atribuciones, destaca como ningún otro, pues posee los jardines más impresionantes de Francia, después de Versalles. Se trata del Châteaux de Villandry, un castillo que, por sí solo, ya merecería la pena visitar gracias a los tesoros que guarda en su interior. Pero lo que más impresiona son los jardines, exquisitamente cuidados y diseñados por un español. Para llegar hasta él, el Elipsos Trenhotel es una estupenda alternativa, ya que tiene parada en las ciudades de Blois y Orléans.
A lo largo de los siglos, Villandry, construido a orillas del Indre, afluente del Loira, fue perdiendo sus elementos medievales para adoptar un estilo más francés. Sin embargo, el paso del tiempo fue haciendo mella en el conjunto del castillo hasta que un día, allá por 1906, el español Joaquín Carvallo lo compró y lo remodeló completamente, dando especial énfasis a sus jardines.
Carvallo nació en 1869 en el pueblo de Don Benito (Badajoz). De origen humilde, terminó la carrera de Medicina en Madrid y posteriormente se trasladó a París. Poco tiempo después conoce a Ann Coleman, una acaudalada americana con quien se casó en 1899. El matrimonio empieza sin dilación a restaurar todo el castillo, y lo que es más importante, deciden recuperar los restos del antiguo jardín abandonado al estilo renacentista, tal y como debieron ser en su origen. El resultado de todo ello es un vergel de extremado esplendor, con la inspiración monacal e italiana, en una combinación armoniosa con el edificio y la naturaleza.


La rosaleda, que ocupa unas siete hectáreas, está escalonada en tres niveles, con la huerta en el centro. El origen del jardín de hortalizas se remonta a la Edad Media, cuando los monjes de las abadías gustaban de disponer sus hortalizas creando figuras geométricas. El resto del espacio lo ocupan parques de nombres tan sugestivos como: El amor tierno, El amor apasionado, El amor fugaz y El amor trágico, donde las plantas representan filos de puñales y las espadas empleadas en los duelos. En 1924, con los jardines y el castillo salvados, Carvallo funda la asociación «Demeure Historique», en la que congrega a propietarios de edificios históricos, convirtiéndose en pionero de la apertura de monumentos al público.


Además de los jardines hay que disfrutar también del castillo, visitar las habitaciones de los dueños y de los niños, los comedores, la cocina y las salas que cuentan con una extraordinaria muestra de pintura española, que Carvallo coleccionó y en la que no faltan pintores de la talla de Murillo, Zurbarán o Alonso Cano, y, como una joya única, el artesonado del Palacio de los Duques de Maqueda, construido en el siglo XV en Toledo. Para terminar, hay que deleitarse con la hermosa vista que se contempla desde lo alto del torreón. La panorámica del jardín es impresionante.
 

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