Londres

Las cuentas del terror por Manuel Coma

La Razón
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Las cuentas del terror son mucho más copiosas que las de los macabros logros de los terroristas. Aunque la Policía y sus jefes políticos quieren, lógicamente, que sean conocidos sus éxitos, y otros futuros dependen en parte del crédito que consigan con aquellos que se dan a la publicidad, incluyendo recursos siempre escasos, apoyo gubernamental y ciudadano, la cobertura de operaciones en marcha y hasta de las que puedan surgir, les obliga en muchas ocasiones a una discreción por la que tienen que sacrificar el merecido reconocimiento del trabajo bien hecho. A la hora de analizar el peligro que nos amenaza y de conocer a los individuos y organizaciones que pretenden causarnos el mayor daño posible, esos intentos desbaratados por la acción policial pueden ser igual de importantes o incluso más que los que llegaron a su consumación y son mucho más numerosos. Juzgar el grado de amenaza y la potencia de los agentes del terror por la magnitud decreciente y la distancia temporal cada vez mayor del 11-S, el 11-M y Londres es un craso error.
Sumemos a esa contabilidad una incógnita, como tal incuantificable, pero no menos real: los atentados que abortan como consecuencia de la permanente alerta policial y de las medidas preventivas. Los terroristas se sienten en peligro y dan marcha atrás. Una vez más, la publicitación de algunos éxitos contraterroristas es tan importante como el discreto silencio sobre otros, porque los resultados actúan como disuasores de otros intentos o proyectos. De lo que no cabe duda es de que nuestros cuerpos de seguridad han realizado indudables progresos, y que la siempre problemática colaboración internacional es intensa a pesar de los pesares. En el caso actual, la discreción policial no nos permite por ahora juzgar si se trata de un éxito nacional o es fruto de la cooperación con servicios extranjeros. Si se confirma la identidad Al Qaeda, con todas sus posibles ambigüedades, no deja de ser llamativa la nacionalidad de los tres implicados. En todo caso conviene recordar que del relativo eclipse en el que la organización parecía haber caído cuando la muerte de su líder y la expectativa de una acentuación de su decadencia, no hay nada. Sigue disfrutando de reclutas individuales y colectivos a mansalva.