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Granada

Amin Maalouf: «Amenazan a Europa por todos los flancos»

El francolibanés publica «Los desorientados», una parábola íntima con la geopolítica de fondo «Los desorientados»Amin Maalouf. Editorial Alianza 528 páginas. 22 euros

«No conozco bien los nacionalismos en España, pero todos estamos desorientados por la tensión social»
«No conozco bien los nacionalismos en España, pero todos estamos desorientados por la tensión social»larazon

Tras un silencio narrativo, Amin Maalouf regresa por sus mejores fueros literarios abordando temas medulares como la tolerancia y la reconciliación. «Los desorientados» (Alianza) se convierte en la novela más íntima del académico francés y Premio Príncipe de Asturias 2010.

-El judío exilado en Brasil, la bella levantina regente de un hotel, el emigrado, el rico empresario del golfo, el integrista musulmán... ¡Una parábola geopolítica!.
-Pudiera ser, pues se desarrolla el destino de personas que representan diversas opciones de vida. Aunque nada es real, está basado en personajes de mi pasado.
-Todos representan un arquetipo.
-Que en aquel tiempo y lugar, eran ilimitados. Cualquier historia es el relato de la Historia; cuando cuentas una vida, narras la vida.
-Y todo en un país que no se nombra, pero sólo puede ser Líbano.
-Me sentía más cómodo dejando todas las pistas sin verbalizar el sitio ni dar coordenada alguna.
-¿El novelista que no habla de sí mismo en el fondo no habla de nada?
-(Risas) Siempre se está hablando de uno mismo. Cuando escribí «León el Africano», pese a tratarse de un personaje histórico, no era inocente: alguien que se tuvo que marchar de Granada debido a una guerra tuvo que renunciar a su lengua y escribir en otro idioma. Hablaba de él y de mí. Aunque este libro es más personal: me he alimentado de sueños, fantasmas, remordimientos, recuerdos...
-¿Sus personajes están desorientados u orientados en la dirección que pueden?
-Ese término encierra ambigüedad. El mundo en que vivimos está desorientado porque no sólo perdemos «el norte», sino que perdemos el «oriente» que necesitábamos, ese modelo de «civilización levantina» que había tenido una experiencia secular de vida en común en varias comunidades (Alejandría, Constantinopla...); si esa experiencia desaparece, el mundo pierde mucho.
-En el libro se narran los 16 días que cambian el mundo de su protagonista. Como él, ¿ha escrito la novela por miedo a que la humanidad desaparezca tal y como la conocemos?
-No sólo el mundo de mi juventud, ni el que esperaba o soñaba un día, el que conocemos está desapareciendo. Siento que muchas cosas están llegando a su fin. Con el nombre del protagonista evoco el de Adán. El fundador de Roma se llamaba Rómulo y también el último emperador. El de Constantinopla era Constantino, pero también su último gobernador. Este Adán de mi novela nombra a la humanidad naciente, pero quizá también sea el último de la actual.
-También es un libro sobre el perdón: quienes no perdonan a los otros, quienes no se perdonan a sí mismos o a su patria...
-Aún no sé si Adam perdona a Mourad. Acude cuando sabe que se muere, por respecto a la dignidad de la muerte. Pero su visión hacia el amigo no ha cambiado. Más que de perdón ,creo que se habla de comprensión de actitudes.
-¿Comprender no es perdonar?
-No necesariamente. Pese a las circunstancias, hay que tomar decisiones coherentes. Luego quedan dos opciones tras una contienda: revisar el pasado y dar castigo a los culpables o hacer borrón y cuenta nueva. No sé qué es lo correcto.
-Se plantea si es mejor la pureza del exilio o el compromiso que acaba por corromper. Pero usted no abandonó su país, fue su país quien le abandonó a usted!.
-Cuando un lugar como ese cambia de modo radical, es legítimo marcharse, porque de lo contrario se anquilosaría la persona y hasta el alma.
-Usted, que defiende en sus libros la multiplicidad cultural... ¿cómo asiste a los movimientos separatistas e independentistas españoles y de otros países europeos?
-No conozco bien lo que ocurre con los nacionalismos españoles, pero, aludiendo al título de mi libro, todos estamos desorientados. Por la tensión social, la crisis económica, de valores y de confianza. Para colmo, falta visión de nuestros dirigentes. Europa está amenazada por todos los flancos. Da lástima ver cómo la estamos debilitando.
-Y en cuanto a «los países de Levante», ¿cómo ve la llamada "primavera árabe?
-Es positivo que los pueblos demanden la democratización, aunque no ha conllevado cambios sociales en muchos ámbitos: mujeres, minorías desfavorecidas... Estamos en una transición y se precisa de un «siglo de las luces». La balanza se puede equilibrar hacia cualquier lado: o democracias o regímenes autoritarios. Occidente puede ayudar mucho y, de hecho, estoy a favor de la intervención cuando un Estado no puede resolver sus problemas, como en Libia, o como sería deseable en Mali. En Líbano, seguro que la situación se agravará, aunque me gustaría no ponerme en el peor de los escenarios.

 

Materiales de una historia
Corrían los años setenta en Líbano. Un grupo de amigos –con reminiscencias de los camaradas del propio escritor– se reencuentran con motivo de la muerte de uno de ellos. Todos pagaron por las circunstancias que atravesaron: los exiliados y los que se quedaron, para poder sobrevivir… A través de cartas, mails cruzados, notas redactadas en primera persona por el protagonista, más los apunten en tercera del narrador, la novela supone un entramado lingüístico sólo apto para un gran contador de historias, heredero de la milenaria tradición narrativa de «Las mil y una noches».