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La Razón
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Cuando todavía no nos hemos recuperado de la tontuna de un pastor con desbordadas ínfulas por ser famoso, dispuesto a quemar un Corán, debemos saludar otra nueva, esta vez de una banda de iluminados que exige, bajo amenaza de iniciar un boicot contra España, que una conocida discoteca de Águilas(Murcia), de nombre La Meca, cambie su nombre porque les ofende. A ellos, situar una mezquita a escasos metros del atentado contra las Torres Gemelas, una de sus barbaries preferidas, no les parece una ofensa. Pero una discoteca llamada La Meca, ya no les hace tanta gracia.
Se agradecería horrores que defendieran con tanta vehemencia la vida de sus propios hermanos musulmanes, empezando por la de Sakineh Ashtiani y terminando por la de miles de hombres y mujeres que son violados, lapidados, azotados, torturados, colgados de una grúa o encarcelados de por vida. Porque pedirles que respeten con el mismo furor que uno pueda pasear por las calles de Arabia Saudí, Sudán o Marruecos leyendo una Biblia, sin temer que se la quemen o degüellen, es mucho pedir. Quizá este grupito de islamistas radicales –uno de los cánceres de la sociedad moderna con la que no conviene caer en demagógicas nociones políticamente correctas– son los mismos que amenazan con respuestas incendiarias si se queman coranes, se publican viñetas sobre Mahoma, se prohíben velos o se publican libros.¡Ni que necesitaran motivos para sus 11-S, sus 11-M y sus 7-J! Eso sin remontarnos a la matanza en las Olimpiadas de Múnich, cuando no existía una guerra de Irak o de Afganistán para justificar las acciones de unos iluminados que sueñan con dejarnos a oscuras. Si en todo ven provocación, quizá sean ellos los provocadores.