Crítica de cine

CRÍTICA DE CINE /«Chloe»: Atracciones fatales

Director: Atom Egoyan. Guión: Erin Cressida Wilson. Intérpretes: Julianne Moore, Amanda Seyfried, Liam Neeson y Max Thieriot. USA/Canadá, 09. Duración: 96 minutos. Thriller erótico.

La Razón
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No puede decirse que «Chloe» no parezca una película de Egoyan. En ella encontramos la familia como depósito de la incomunicación de «Family Viewing» y «Adoration», los juegos de seducción de «Exótica», la importancia del papel de la mirada como orquestadora del deseo de «El liquidador»... Es de suponer que Egoyan haya visto en «Natalie X», la torpe película de Fontaine en que se basa «Chloe», el suficiente material en bruto afín a sus obsesiones para aceptar el encargo. No es extraño que lo que más le interesa de esta historia –una ginecóloga contrata a una prostituta de lujo para que seduzca a su marido y luego se lo cuente, para así demostrar que es un hombre infiel– es su dimensión metanarrativa. Lógico, teniendo en cuenta que sus mejores filmes hablan de su propia construcción como ficciones.
«Supongo que soy buena con las palabras», dice Chloe (hipnótica Amanda Seyfried) al principio de la película. A través del lenguaje Chloe se reinventa a sí misma a la medida de sus clientes. Es su capacidad como narradora la que intriga y excita a Catherine (Julianne Moore, algo sobreactuada), que empieza a preocuparse por la edad, que no logra conectar como le gustaría con su esposo y su hijo. Los dos primeros tercios de «Chloe» aspiran a ser un estudio del deseo femenino a partir del duelo entre dos mujeres que ponen en escena sus fantasías. Catherine y Chloe son directoras frustradas que, por caminos distintos, quieren llegar a compartir sábanas. Hasta aquí, la atmósfera funciona, y Egoyan se pone la gorra con visera de realizador eficaz. Pero cuando la trama deriva hacia una versión penosa de «Atracción fatal», convirtiendo la figura angélica e inquietante de Chloe en psicópata pura y dura, la ilusión se desmonta y la película se hunde.

Lo mejor:
Amanda Seyfried, que aporta enigma y atractivo a su seductor personaje
Lo peor: los veinte minutos finales de la cinta llegan a bordear, incluso, el ridículo