Literatura

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Los animales conquistan la novela

De «Rebelión en la granja» a «Vida privada y pública de los animales», los seres a cuatro patas son literatura de primera.

Una viñeta de «Krazy Kat», la tira cómica de George Herriman que estuvo en los suplementos dominicales de los años 20 a los 40.
Una viñeta de «Krazy Kat», la tira cómica de George Herriman que estuvo en los suplementos dominicales de los años 20 a los 40.larazon

BARCELONA- Desde las «Fábulas», de Esopo, a Apuleyo, que convirtió a su héroe, Lucio, en un asno, en sus «Metamorfosis», la literatura no ha podido resistirse a la tentación de humanizar a los animales. En el siglo XVII, Jean de la Fontaine perfeccionó la fábula moralizante hasta el insulto, con sapos y serpientes traicioneros, hipócritas y borrachos. Ya en el XIX, los graznidos, ladridos, rugidos y maullidos empezaron a ser comprensibles por todos con la excelente «Vida privada y pública de los animales», de J. J. Grandville, el mejor libro jamás realizado sobre cuadrúpedos, cuyas ilustraciones fueron inspiración para el surrealismo, las historias de Kafka y su «Metamorfosis», incluso para el gran Walt Disney.
El siglo XXI ama a los bichos
Grandville inventó una asemblea de animales en una sátira política que antecede un siglo a la «Rebelión en la granja», de George Orwell y que es diez veces más divertida. A partir de aquí, los animales empezaron a ser respetados como grandes personajes literarios, y en el verano de 2010, son la mejor lectura posible. Los hay «best sellers», como «Maldito Karma»,(Seix Barral) del alemán David Safier, con una presentadora de televisión reencarnada en hormiga. Los hay clásicos exóticos como «Soy un gato» (Impedimenta), del japonés Natsume Soseki. «Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre», comienza la novela, escrita en los años 50, considerada la obra más divertida de toda la literatura japonesa.
También Seix Barral acaba de recuperar uno de los clásicos anglosajones del género, «La colina de Watership», de Richard Adams, que narra la aventura de unos conejos en busca de una nueva madriguera. La lista, a partir de aquí, es interminable. Tenemos a un perro que nos cuenta sus problemas con «Timbuktu», de Paul Auster. En «Palomas en el país de Rutabanga (Alfaguara), de Carl Sandburg, todo habla, no sólo los animales.
El cómic y la novela gráfica también han abusado de los animales para contar sus historias, aunque sean duras, como «Maus», (Mondadori), de Art Spiegelman, reconstrucción con ratones de un campo de exterminio nazi. Por no hablar de las tiras cómicas de los diarios. La más mítica de todas, sin duda, es «Krazy Kat», de George Herriman, que Planeta DeAgostini ha recuperado prácticamente de forma íntegra, con fans como Gertrude Stein, Ernest Hemingway o T. S. Elliot. «Hasta que uno no ama a un animal, parte de su alma no ha sido despertada», aseguraba Anatole France. Lo mismo se puede decir de la literatura. Hay que leer, animales.