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París

Toros: Francia marca el rumbo

Dos millones de aficionados bien valen un respeto y un reconocimiento. Porque dos millones son los taurinos que cada temporada siguen y viven con fervor la fiesta de los toros en el sur de Francia.

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Una latitud a dos pasos de la frontera española, convertida ahora en un refugio, una suerte de santuario para la tauromaquia y los aficionados catalanes, desde que el viernes el Gobierno de Nicolas Sarkozy decidiera inscribir esta práctica ancestral en el patrimonio cultural inmaterial francés. La vecina Francia le toma, una vez más, la delantera a esa piel de toro que es España, donde la Fiesta Nacional parece más avivar las tensiones –sobre un inevitable fondo político– y las diferencias identitarias que ejercer de cemento cultural.

La tónica es bien distinta al otro lado de los Pirineos. Consideran haber ganado no sólo una importante batalla sino una histórica. «Somos el primer país taurino en el mundo en dar este paso, que, hay que subrayar, obedece exclusivamente a criterios científicos», se felicita André Viard, presidente del Observatorio Nacional de culturas taurinas y promotor de la iniciativa desde 2008.

Porque su inscripción en la lista de bienes culturales inmateriales, junto a la tapicería de Aubusson o la clásica y tan francesa «Tarte tatin» o los perfumistas de Grasse, no implica, según el Ministerio galo de Cultura, órgano competente en la materia, «ninguna forma de protección, de promoción particular o de aval moral». Constata «la existencia factual de una práctica y del desarrollo de una serie de elementos de carácter cultural (rituales, reuniones populares, vocabulario específico, etc…)», precisa en el comunicado remitido tras producirse la noticia.

Tampoco presupone la voluntad de las autoridades galas de promover la tauromaquia a un escalafón superior para incluirla en el patrimonio cultural inmaterial de la Unesco, aclara este Ministerio, y que es en definitiva el objetivo perseguido por los defensores de los toros en un momento en el que la Fiesta es duramente atacada, y su pervivencia, amenazada. Por eso, arraigar la tradición, anclarla en el ADN cultural del país se antoja una necesidad perentoria. Para Viard, este gran paso es en sí «una medida de salvaguarda».

Una apuesta decidida que aleja los fantasmas abolicionistas y las recurrentes peticiones de desterrar la corrida del mapa francés, algo que sólo es posible mediante ley. Pero los toros a día de hoy nunca han logrado saltar al ruedo político. Ninguna de las tres proposiciones comunes presentadas desde 2004 por parlamentarios tanto de izquierdas como de derechas para prohibir las corridas ha sido admitida en el orden del día de la Asamblea Nacional gala.

La última promovida por dos diputadas de signo contrario, una de la UMP de Sarkozy y la otra socialista, y animadas por la decisión el pasado julio del Parlamento catalán de prohibir los toros a partir de 2012, apenas consiguió el apoyo de 58 de los 577 ocupantes del hemiciclo.
Al contrario, en Francia, la Tauromaquia tiene la virtud de unir en la misma arena sensibilidades políticas radicalmente opuestas. Más de una vez, Nicolas Sarkozy se ha dejado ver por Las Ventas y La Maestranza, mientras que la que fuera su contrincante en 2007, la socialista Ségolène Royal, confesaba en una entrevista por esas fechas que «la corrida es un espectáculo magnífico».

La especificidad francesa
Y otro responsable socialista, Michel Vauzel, no se esconde a la hora de celebrar lo que el Ejecutivo conservador galo acaba de aprobar... Es el presidente de la región Provenza-Alpes-Costa Azul, una de las cuatro del sur de Francia en donde está permitida la Fiesta. «Me alegro de ver que la República responde a su ideal que no es otro que defender en primer lugar la libertad, y en concreto, la libertad de vivir según su cultura», declaraba tras el anuncio, en plena feria de Arles, una de las más frecuentadas.

Porque la paradoja gala es que en Francia los toros no son una Fiesta Nacional, sino una excepción. Una más de las mil que componen la peculiar «especificidad francesa». En este sentido, el Código Penal es claro: «Los actos de crueldad hacia un animal doméstico, o adiestrado, o en cautividad, están castigados con dos años de cárcel y 30.000 euros de multa».

Prohibición que no se aplica sin embargo a las corridas de toros siempre y cuando respondan a una «tradición local ininterrumpida». Aunque en la práctica y desde una decisión del Tribunal de Pau en el año 2000, sólo se tolera en cuatro regiones meridionales: Aquitania, Midi-Pyrinées, Languedoc-Rosellón y Provenza-Alpes-Costa Azul.

Estocada a los «antis»
Esta histórica decisión supone una estocada a la causa de los anti-corrida galos, envalentonados tras la prohibición de los toros en Cataluña, tomada por su Parlamento el pasado verano tras cuajar la propuesta de una Iniciativa Legislativa Popular, y que acusan al Estado francés de dar «un vergonzoso aval» a una actividad «arcaica», reduciendo así el enfrentamiento entre el hombre y el toro a un simple «espectáculo de tortura».

Una tradición inveterada
21 de agosto de 1853. Ese día se celebró en la plaza de Bayona la primera corrida de toros moderna en Francia, en presencia de Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo. Desde entonces se extiende una tradición importada de España, aunque el gusto por los toros se remonta a la Edad Media. Hoy la Fiesta pervive en cincuenta plazas de 12 departamentos del sur. Las cifras demuestran que goza de buena salud. La Feria de Pentecostés de Nimes congrega cada año a más de un millón de aficionados en un coso milenario, tan cargado de historia como las romanas «arenas» de Arles, célebre por su Feria del arroz. Los ruedos orientales de Béziers y Alès o los de Bayona, Dax y Mont-de-Marsan en el suroeste, son otras tantas citas taurinas de referencia.

España, entre firmas y recursos de inconstitucionalidad
Tan sólo unas pocas horas después de que el Ejecutivo francés blindara con mayúsculas la Fiesta al declararla Patrimonio Cultural Inmaterial, en España, cuna histórica del toreo, esta tarde comienzan los «primeros auxilios» para salvar las corridas de toros ante el creciente auge de los antitaurinos. Con el futuro de los toros en Cataluña al borde del abismo, los aficionados han puesto en marcha una Iniciativa Legislativa Popular –de efecto contrario a la misma que cercenó su continuidad– para tratar de salvarla. Medio millón de firmas por delante para conducir hasta el Congreso la propuesta y lograr, además de derogar dicha ley del Parlamento catalán, que los toros sean Bien de Interés Cultural.

No en vano, algunas comunidades ya han dado el paso como Madrid o Murcia, ambas bajo mandato del PP. Junto a la vía popular, también se abre paso la vía puramente judicial. De este modo, esta misma formación presentó el pasado otoño en el Tribunal Constitucional un recurso de inconstitucionalidad para tratar de derribar la decisión catalana antes siquiera de que entrara en vigor el próximo 1 de enero de 2012. Asimismo, la demanda de la oposición, respaldada por la Asociación Internacional de Tauromaquia, también incluía una propuesta de que los toros entren a formar parte de los Bienes de la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial. En paralelo, este invierno, las figuras impulsaron un cambio de competencias del Ministerio de Interior al de Cultura que podría consumarse en poco más de dos semanas.