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Es la decencia por Leopoldo Abadía

La Razón
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Hace un tiempo, en el turno de preguntas tras una conferencia, un embajador me hizo una pregunta que se ha convertido en la clave de la solución de esta gran crisis. No es que me relacione habitualmente con embajadores y por ello me gustó comprobar que esa persona estaba en su cargo –al menos eso parecía–, entre otras cosas, por su valía. Por lo menos le daba a la cabeza y eso es mucho. El embajador se me acercó tras una de mis conferencias y me dijo: «Oiga, si esto es una crisis de decencia, es mucho más compleja de solucionar, ¿no?». Y es verdad. A lo económico y técnico se le saplicarán reformas y medidas económicas o técnicas. Pero a la falta de decencia y a la sinvergonzonería que han provocado este enorme cisco será más complicado. Porque lo que tienen que cambiar son las personas.

Siempre digo que mi objetivo, en mis intervenciones, es conseguir la revolución civil. Y no se trata de quemar contenedores ni manifestarse en las plazas a esperar que alguien haga algo. No. Es conseguir que la gente, los 47 millones de españoles que no salen en periódicos, que tienen una lucha diaria muy difícil, puedan dar un golpe en la mesa y, de una vez por todas, puedan, con sus cosas pequeñas, hacer cosas muy grandes.

No es un tema electoral ni un «ricos contra pobres». Se trata de que 47 millones de españoles con criterio conviertan este país en un país riquísimo. Porque 47 millones de españoles sin criterio lo convierten en un lugar pobrísimo.

Sabemos que la causa de todo ha sido la desfachatez y la sinvergonzonería de unos cuantos, la avaricia de otros y la falta de criterio de muchos. Y los ingenuos, la genta de a pie, hemos pagado –y vamos a pagar– el pato. Sabiendo que en la indecencia está el problema. De esta situación tendremos que salir más reforzados, poniendo varias cosas en marcha. Empezando por el optimismo. Pero optimismo no es decir «aquí no pasa nada», porque lo que ocurre es muy grave. Optimismo es luchar con uñas y dientes para salir de una situación concreta como ésta. A esto hay que añadir el no distraerse para saber precisar las prioridades. La prudencia es otra de esas virtudes de las que tendremos que presumir para no ser ni cobardes ni osados. Por supuesto, tener criterio para pensar por nosotros mismos, discurriendo sin tener que acudir siempre al «fulanito dice», porque normalmente fulanito no dice nada que se entienda, porque ni él mismo sabe qué vende. Obviamente, con las entidades financieras sobre todo, no comprar lo que no se entienda. Se acabaron las compras de productos financieros extraños que no se sabe muy bien qué son. Si no lo entiendes, no lo compres. Y, finalmente, trabajar mejor que nunca –yo creo que no se trata de que sean más horas sino de que éstas sean mejores– dándole vueltas a la cabeza, sabiendo que no debemos esperar a que nadie nos saque las castañas del fuego.

Todo esto nos llevará a una sociedad en la que globalizar la ética sea más fácil, y donde el vago, el sinvergüenza o el mentiroso lo tengan mucho más difícil. Será imposible que desaparezcan, porque siempre han existido, pero se trata de que esos 47 millones de españoles con criterio se lo pongamos cada vez más difícil.

Leopoldo Abadía
Autor de «¿Qué hace una persona como tú, en una crisisis como esta?» (Editorial Espasa)