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CRÍTICA DE CINE / «Blackthorn Sin destino»: Dos cabalgan juntos de nuevo

Director: Mateo Gil. Guión: Miguel Barrios. Intérpretes: Sam Shepard, Eduardo Noriega y Stephen Rea. España/USA/Francia, 11. Duración: 90 min. Western.

La Razón
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Él siempre ha sido un vaquero solitario con el desencanto del destierro y el peso de la muerte pisándole los talones. No se me ocurría mejor apellido que el de Shepard para encarnar a un icono tan profundamente americano, a Butch Cassidy, aquel rudo forajido de otra época que en manos de Mateo Gil no ha muerto bajo una balasera atronadora como dictó la historia, sino que vive en la Bolivia de 1927 retirado y viejo, enamorado de una joven indígena a media jornada mientras cría caballos y reúne el dinero suficiente con que volver a casa. Porque, al cabo, la nueva película de Gil, un asombroso western crepuscular deudor del cine realizado sobre todo en los 70 (y un par de zoom lo confirman, aunque haya también ecos evidentes de filmes como «Sin perdón»), supone un regreso. A los viejos valores de siempre, porque la vigencia de los contenidos explotados por este género es eterna: el peso de la amistad (sobre todo masculina), del valor, de la cobardía, el transcurrir inexorable del tiempo y la lenta transición a un nuevo periodo en que los añejos delicuentes legendarios ya no tienen el antiguo sabor ni sentido.
La irrupción en la historia de un español con ambiguas intenciones que encarna, disciplinado, Eduardo Noriega, precipita la historia de estos tipos parece que condenados al entendimiento. Con arrojo, sin apenas humor y un respeto que en ocasiones pesa (quizá por los vínculos obvios que la unen a la espléndida «Dos hombres y un destino»), el director recorre los viejos caminos del Oeste y confiesa que los admira de manera profunda: a Leone, Ford, Eastwood... Y a su protagonista, Shepard/Cassidy, que no sabe ya de qué manera decirnos que cualquier tiempo pasado fue igual de violento pero mejor.