Valencia

«El dolor en Alcàsser no va a caducar»

Al cumplirse 20 años del triple asesinato que conmovió a España, el padre de Toñi, una de las niñas, rompe su silencio. La localidad valenciana todavía pide justicia

A finales de 1992, carteles como éste empapelaban las calles de nuestro país. Desgraciadamente, de poco sirvieron. Dos meses después, los cadáveres de las jóvenes fueron descubiertos. En el pueblo ya se lo temían a los pocos días de la desaparición.
A finales de 1992, carteles como éste empapelaban las calles de nuestro país. Desgraciadamente, de poco sirvieron. Dos meses después, los cadáveres de las jóvenes fueron descubiertos. En el pueblo ya se lo temían a los pocos días de la desaparición.larazon

Las cámaras delatan a los periodistas. «Se vuelve a remover la mierda», dice una vecina. Los habitantes están hastiados. La alcaldesa no concede entrevistas. Este fin de semana se celebra la feria medieval en la localidad, pero el ambiente no es festivo: veinte años nos separan de aquel fatídico 13 de noviembre de 1992.

Aquella noche, tres adolescentes, Miriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández, hacían autostop en dirección a la discoteca Coolor de Picassent para disfrutar de la fiesta de su instituto. Lo último que se supo de ellas es que subieron a un Opel Corsa. Pasaron 75 días hasta que dos apicultores hallaron sus cuerpos enterrados en la zona montañosa de La Romana. Fueron torturadas, violadas y asesinadas. El único detenido, Miguel Ricart, no saldrá de prisión hasta 2024, después de la aplicación de la doctrina Parot. De Antonio Anglés, nadie sabe nada. Después de huir, se le llegó a dar por muerto tras saltar de un barco rumbo a Irlanda, algo que no ha sido confirmado. Así, el crimen podría prescribir este año.

«Si dos desconocidos llaman a la puerta, todavía se mira con recelo», dice Carmen, una vecina. «El miedo no se ha ido. Siempre queda un recodo», comenta otra. Mientras, Fernando Gómez viene de recoger a su nieta del colegio. Es abuelo de dos niñas. Las que habrían sido las sobrinas de Toñi, su hija. «Cuando las miro, me recuerdan a ella», comenta bajo el umbral de su puerta. Estos días responde a pocas llamadas. «¿Cómo lo recuerdo? Como un sueño trágico. No me siento como si hubieran pasado 20 años. España nunca va a olvidarlo. Y el dolor nunca va a caducar», dice. Pero en su casa, sí. No suelen hablar de aquello. Anglés y Ricart son pasado. Del primero sólo dice que, «aunque se hizo justicia, si no le han atrapado es que no ha dado resultado». Del segundo asegura «que si puede estar toda la vida en la cárcel, mejor, porque 30 años no son nada».

A veces se encuentra con Rosa Folch, la madre de Desirée. Los psicólogos le han recomendado no hablar. Enviudó poco después del crimen y hoy está jubilada. Como Fernando, ahora disfruta de sus nietas. El otro día no pudo reprimir las lágrimas cuando le recordaron el aniversario. Pero los que la conocen dicen «que es la que mejor supo aguantar el tipo y alejarse del circo mediático».

Un «show» televisivo

Ese «circo» fue uno de los daños colaterales. Y si bien Rosa se mantuvo al margen, no lo tuvo fácil. Eran los años de «Esta noche cruzamos el Mississippi», el programa presentado por Pepe Navarro en el que el criminólogo Juan Ignacio Blanco y Fernando García, padre de Miriam, defendían las «teorías conspirativas» del caso. Rosa no «tragó» con aquello. Y mucha gente del pueblo la criticó. Hoy, Alcàsser la protege.

Quien sigue recibiendo críticas es Fernando García. No sólo por las injurias y calumnias que dirigió contra la Guardia Civil y los forenses, castigadas en 2009 con una indemnización de 270.000 euros. También por la controvertida Fundación Niñas de Alcàsser, que nunca llegó a funcionar pese a su dotación de 78 millones de pesetas –más de 460.000 euros–. ¿Qué había sido de ese dinero? «Fernando no es muy querido en el pueblo», dicen en Alcàsser. Rosa logró que no se utilizara el nombre «Niñas de Alcàsser» para la fundación.

Hay quien piensa que «no se ha hecho justicia». Es el caso de Antonio, que asistió a aquel célebre programa que Nieves Herrero presentó en la Sociedad Musical de la localidad cuando se detuvo a Ricart y se buscaba a Anglés. «Todo el pueblo estaba allí. Fernando García llevaba la batuta, pero los otros padres sólo querían enterrar a sus hijas», recuerda. Antonio no comprende cómo Anglés no estaba en la cárcel en el momento del asesinato, cuando acababa de violar un permiso penitenciario. Es de los que piensa que «había más gente metida» en el crimen. Y no es el único. La mayoría de vecinos piensan que Anglés está muerto.

Vivo o muerto

Pero aquella hipótesis de que había escapado a Brasil –nació en Río de Janeiro– ha calado en no pocos vecinos. Algunos creen que Anglés, en su hipotética huida, pudo recibir ayuda del mundo de la droga. No en vano, había sido detenido varias veces con anterioridad al triple asesinato. «Vivía frente a la casa cuartel de la Guardia Civil. ¿Cómo no le detuvieron?», se preguntan en el municipio valenciano.

El emotivo monumento en el cementerio de Alcàsser, con tres ángeles con el rostro de las niñas, es lo único que transmite un ápice de paz dentro de una de las páginas más sobrecogedoras de nuestra crónica negra. Miriam, la joven inquieta; Toñi, la chica «miedosa», y Desirée, la joven deportista, descansan allí en paz.

Del dolor de una familia a la sospecha de otra
Fernando Gómez, padre de Toñi, vive actualmente en la localidad valenciana. Hoy es un abuelo que cuida de sus nietas. Cree que, «aunque Miguel Ricart cumpla 30 años, no serían nada para él. Si puede estar toda la vida en la cárcel, mejor». Cuando ve noticias como las de Marta del Castillo o la desaparición de Ruth y José no puede evitar «ponerse en la piel de esos padres». Fernando García, padre de Miriam, se echó el caso a sus espaldas. Sin embargo, sus acusaciones le valieron una condena. Ya no vive en Alcàsser y rehizo su vida con otro matrimonio. En el pueblo lo miran con recelo, sobre todo por la polémica creación de la Fundación Niñas de Alcàsser. La fundación no se puso en funcionamiento. Sin embargo, sus vecinos vieron cómo aumentaba su nivel de vida.