Estados Unidos

Testosterona de género por Martín Prieto

La Razón
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Durante la guerra del Golfo el Estado Mayor de Estados Unidos prohibió la presencia de mujeres en primera línea de fuego, no por cuestionar su valía en el combate, sino porque descomponían el orden necesario de un pelotón de asalto. Una unidad sorprendida en una emboscada o por una fuerza mayor ha de replegarse, buscar un punto de apoyo y regresar cuando se den las condiciones al rescate de heridos y muertos. Pero cuando cae una mujer soldado se rompe la formación y varios hombres acuden en su socorro poniendo aquella en peligro. El cerebro masculino reconoce los rasgos infantiles de la mayoría de las mujeres y su instinto de protección se dispara como un resorte. Luego pueden asesinar fríamente a mujeres y niños, pero en el fragor de la lucha priman en segundos los reflejos condicionados. Durante la matanza de James Holmes en un cine de Aurora un joven de 27 años murió interponiéndose entre el tirador y el cuerpo de su novia. Un soldado tiró a su chica bajo la butaca arrojándose sobre ella y recibiendo la muerte por la espalda. No es amor de género fatal, como es un disparate la definición de violencia de género. Criminalizar la sexualidad es como considerar sexista lo de las mujeres y los niños primero. La denostada testosterona, que también producen las mujeres, sirve para matar a la pareja femenina o para dar la vida por ella saltándose el mecanismo de supervivencia. El fracaso del feminismo malencarado reside en que no entiende que el hombre es su aliado, aunque no guste su discurso y que el progreso de los derechos de la mujer sólo avanzará con el concurso de los varones porque no hay testosterona de género.