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Torres-Dulce: la esperanza por Francisco Jiménez-Villarejo

La Razón
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Escribo estas líneas tras regresar de mi Fiscalía, donde se respira un aire de indisimulada ilusión entre los compañeros a causa de la propuesta de nombramiento de Eduardo Torres-Dulce como próximo fiscal general del Estado. Puedo afirmar sin riesgo a equivocarme que, de manera que trasciende a la propia Asociación de Fiscales, existe un sentimiento generalizado de satisfacción en la sufrida y paciente Carrera Fiscal por este nombramiento, tanto que algunos todavía no se lo creen. Realmente podemos decir que estamos de enhorabuena y en puertas de comenzar un año lleno de esperanza para el Ministerio Fiscal y la Administración de Justicia en nuestro país.

Debo confesar que en circunstancias normales mis preferencias se hubieran inclinado por un jurista ajeno a la Carrera Fiscal, como modo de evitar endogamias, corporativismos, clientelismos e incluso revanchas o «reequilibrios ideológicos», como eufemísticamente se calificó en el pasado, pero debo reconocer que Eduardo es la excepción que confirma la regla. Es difícil encontrar un nombramiento que colme como éste los anhelos de una Carrera Fiscal acostumbrada a las decepciones y necesitada de un proyecto estimulante que le haga levantarse y recuperar su dignidad y su credibilidad social. Quienes le conocemos sabemos que su aceptación está condicionada al respeto de la autonomía del Ministerio Fiscal, por la que tanto ha luchado y que es un aspecto clave para que el mismo sea verdaderamente el defensor y representante de la sociedad y no del Gobierno de turno.

Eduardo Torres-Dulce es un jurista de prestigio verdaderamente reconocido y admirado por su solvencia y brillantez, pero sobre todo, es un buen compañero que conoce a la perfección la Carrera y que es querido y admirado por ella. Sin duda es la persona ideal para liderar el extraordinario equipo de profesionales cualificados del Derecho que componen la Fiscalía española en un proyecto común en el que todos nos sintamos involucrados y no meros espectadores, superando la aplastante verticalidad que ha predominado en el pasado. Estoy seguro de que es la mejor manera de hacer frente al reto de impulsar y mejorar el funcionamiento de nuestra lenta e ineficaz Administración de Justicia.

Finalmente quisiera destacar una cualidad indispensable para quien tiene que dirigir una Institución como la Fiscalía General del Estado: su serenidad y equilibrio ante las adversidades. Pese a que los últimos años no han sido, profesionalmente hablando, fáciles para él, jamás alimentó el victimismo, ni se lamentó por su situación. Al contrario, supo aceptar las decisiones que no le fueron favorables con señorío y una tranquilidad que rayaba el estoicismo. Aludiendo a su formación cinematográfica y conocida su devoción por John Ford, podemos decir que es «El hombre tranquilo» de la Fiscalía. Desde luego, a diferencia de Gary Cooper, no va a estar «Solo ante el peligro»; cuenta con una Carrera dispuesta a participar en su ilusionante proyecto de modernización del Ministerio Fiscal español.

Francisco Jiménez-Villarejo