Política

Adiós a Mandela

Aquel niño con nombre problemático

Aquel niño con nombre problemático
Aquel niño con nombre problemáticolarazon

Tres pasos adelante. Dos pasos a la izquierda. Cinco metros cuadrados no dan para más. Resulta un espacio angustioso pasada la primera hora.

C. Maza - Londres

Tres pasos adelante. Dos pasos a la izquierda. Cinco metros cuadrados no dan para más. Resulta un espacio angustioso pasada la primera hora. La sensación de ahogo te atrapa. La luz sólo llega a través de una ventana. Da a un patio en el que un grupo de hombres sale a correr media hora por la mañana y media hora por la tarde. Los sábados juegan al fútbol. Durante 27 años, la imagen de aquel patio fue lo único que vio. «En la cárcel, te encuentras cara a cara con el tiempo. No hay nada más aterrador». Durante 27 años de su vida, Nelson Mandela fue el preso 466/64. Su crimen: imaginar un mundo donde negros y blancos fueran iguales. El nombre de Nelson se lo puso su profesor. Fue el primer miembro de su familia en ir a su escuela. Pero como le llamaban sus padres era «Rolihlahla», que en la lengua de los Xhosa significa «problemático». Y eso al fin y al cabo es lo que marcó su vida. Porque mucho antes de convertirse en el primer presidente negro de Suráfrica, antes de ser Premio Nobel de la Paz, antes de desmantelar el «apartheid», antes de convertirse en un mito para el mundo, Mandela fue simplemente un hombre incómodo para el sistema, un experto en generar los problemas que preceden a los grandes cambios. «Se me hizo, por ley, un criminal, no por lo que había hecho, sino por lo que representaba, por lo que pensaba, porque lo que me decía mi conciencia». En su vida personal, los cambios empezaron cuando sólo tenía nueve años. Su padre murió de enfermedad pulmonar y él fue adoptado por el jefe Jongintaba Dalindyebo, el regente en funciones de los Thembu. Madiba, como le llamaban cariñosamente en su país, dejó su casa en Qunu y se trasladó a Mqhekezweni, la capital provincial de Thembuland. Fue durante este periodo cuando comenzó a escuchar las historias que le contaban los ancianos, historias que relataban cómo el hombre negro había compartido la tierra, el aire y el agua con el hombre blanco, pero el hombre blanco se adueñó luego de todo. La ceremonia de circuncisión fue muy importante para él. Tenía 16 años. Durante el ritual, mientras pasaba de niño a hombre, el orador lamentó que las próximas generaciones se convirtieran en esclavos en su propio país. En 1939, Mandela se matriculó en el Colegio Universitario de Fort Hare, el único centro de educación superior para los negros. Estaba considerado como un Oxford o un Harvard. En su primer año, se preparó para trabajar en la Administración pública como intérprete o secretario, la mejor profesión a la que un negro podía aspirar. Un día, al regresar a casa, se encontró con que su regente le había elegido una mujer para casarse. Fue la primera vez en su vida que se consideró preso. Fue la única que, sintiéndose preso, pudo escapar. Huyó a Johannesburgo (le robó a su padre varias vacas para costearse el viaje), donde trabajó en distintos sitios mientras completaba su licenciatura a través de cursos por correspondencia. Cuando la terminó, se matriculó en la Universidad de Witwatersrand para estudiar Derecho. Fue entonces cuando comenzó a participar activamente en el ANC.