Oriente Medio

La ira chií prende contra Arabia Saudí

La ejecución del clérigo opositor Nimr al Nimr y de otros 46 presos por terrorismo desata numerosas protestas en Oriente Medio. Irán advierte de que la familia real «pagará un alto precio», mientras manifestantes incendian la embajada saudí en Teherán

Una partidaria del clérigo Nimr Baquir al Nimr se manifiesta en Saná (Yemen) contra su condena a muerte en 2014
Una partidaria del clérigo Nimr Baquir al Nimr se manifiesta en Saná (Yemen) contra su condena a muerte en 2014larazon

La ejecución del clérigo opositor Nimr al Nimr y de otros 46 presos por terrorismo desata numerosas protestas en Oriente Medio. Irán advierte de que la familia real «pagará un alto precio», mientras manifestantes incendian la embajada saudí en Teherán

Un nuevo eslabón se sumó ayer a la fuerte hostilidad entre suníes y chiíes –las dos grandes ramas en las que se divide el islam– al confirmarse la ejecución del clérigo chií Nimr Baqir al Nimr entre el grupo de 47 condenados a muerte en un sólo día por Arabia Saudí. Nimr era considerado un símbolo dentro del mundo chií –cuyo marco político máximo es la República Islámica de Irán– por sus críticas a la monarquía saudí. Las ejecuciones masivas de ayer suponen una de las jornadas más sangrientas del reino suní en décadas. Los analistas advirtieron de que la condena constituye un aviso a los disidentes en el país árabe y eleva las tensiones sectarias en la convulsa región.

La condena de Irán no tardó en llegar. El Ministerio de Exteriores advirtió de que «Arabia Saudí pagará un alto precio por su política irresponsable. Mientras el Gobierno saudí apoya a las corrientes herejes y terroristas, lidia con sus críticos internos a través de ejecuciones y opresión». La ejecución del clérigo chií se enmarca en una escalada de rivalidad entre Irán y Arabia Saudí alimentada por los conflictos de Siria y Yemen. El Consejo de Seguridad Nacional del Parlamento iraní acusó incluso a Riad de actuar «peor que el Estado Islámico». En esta línea, aperecía en la web oficial del líder supremo, Ali Jamenei, una ilustración de dos ejecuciones en las que se pide «hallar las diferencias» entre «el Daesh negro», con una imagen de una decapitación del EI y el «Daesh blanco», una ejecución en Arabia Saudí.

Mientras, manifestantes asaltaron anoche la Embajada saudí en Teherán en protesta por la ejecución. Los manifestantes irrumpieron en la sede diplomática saudí y provocaron varios incendios antes de ser expulsados por la Policía, según la agencia ISNA. A primera hora se informó a través de un comunicado del Ministerio del Interior saudí de la ejecución de 47 presos culpables de «crímenes de terrorismo e incitación contra el reino» en 12 regiones distintas del país. El propio rey Salman fue quien firmó la orden que dio luz verde a la ejecución. Casi todos los ejecutados eran ciudadanos saudíes. Uno era egipcio y el último, de Chad. El clérigo chií Nimr al Nimr, establecido en la localidad de Awamiyah, logró una notable repercusión política por sus críticas al trato discriminatorio de la minoría chií por parte del régimen saudí. Tuvo un papel clave en los levantamientos prodemocráticos contra las monarquías del Golfo durante la Primavera Árabe. En especial en Bahréin, donde la revuelta social se mezcló con el conflicto sectario entre suníes y chiíes. Las críticas a los opulentos régimenes le granjearon una alta popularidad entre los jóvenes. En 2011, comenzaron en Arabia Saudí la protestas de la minoría chií, que se tradujeron en enfrentamientos violentos con las Fuerzas de Seguridad en la parte este del reino. Más de veinte manifestantes chiíes murieron en dichos choques. Un año después, en junio de 2012, fue detenido el clérigo chií que, aunque intentó huir, quedó preso. Entonces, la protesta en Bahréin estaba en plena ebullición y el régimen saudí temía su contagio. En octubre de 2015 se confirmó su condena a pena de muerte a pesar de la campaña internacional protagonizada por el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, y Amnistía Internacional. Las condenas a las ejecuciones masivas no llegaron únicamente de Irán sino también de otras partes del mundo chií. La organización libanesa pro iraní Hizbulá calificó la muerte de Nimr al Nimr de «atentado» y advirtió de que «el crimen cometido por las autoridades saudíes quedará grabado como una mancha vergonzosa que perseguirá al régimen, responsable de masacres desde su creación hasta el presente».

También se produjeron actos de protesta en Irak, Yemen y Bahréin. Para hoy están convocados actos de repulsa en Irán y Líbano. El clérigo chií iraquí Muqtada al Sader realizó un llamamiento a la movilización masiva en las calles de de la región para protestar por la ejecución de Nimr al Nimr. También rechazó el ajusticiamiento el ex primer ministro iraquí Nuri Al Maliki, que lo calificó de «acto desestabilizador». Arabia Saudí ha reabierto esta misma semana su Embajada en Irak, cerrada desde 1990, cuando Irak invadió el vecino Kuwait. Este conflicto pone en peligro el acercamiento bilateral emprendido por ambos países.

También la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, condenó «el uso de la pena capital en todas las circunstancias y en particular en casos de ejecuciones en masa», y alertó de que lo ocurrido puede aumentar las tensiones sectarias en la región. Ante la lluvia de críticas, las autoridades saudíes defendieron su decisión alegando que todos fueron sometidos a juicios justos, con todas las garantías y en aplicación de la ley islámica. No en vano, el comunicado del Ministerio del Interior anunciando las ejecuciones estaba precedido por versículos coránicos que justifican el uso de este castigo. Del mismo modo hizo el mufti saudí, la máxima autoridad religiosa, Abdulaziz al Sheij, para quien son «legítimas» y tienen el objetivo de «defender la seguridad y estabilidad» del país.

Estas ejecuciones masivas producidas vienen precedidas por un 2015 récord en ajusticiamientos en Riad con 157 penas. Esta práctica se enmarca en las crecientes críticas al régimen saudí por la aplicación de un sistema judicial basado en la interpretación rigurosa de la ley islámica. Los analistas regionales advierten de que la ejecución de Nimr confirma la imposición del ala dura del régimen en el reinado de Salman.