El Gobierno de Donald Trump

Mueller, el fiscal del «Rusiagate», llama a declarar a Bannon tras romper con Trump

Tras romper con Trump, su ex asesor político ha criticado los contactos con agentes del Kremlin.

Stephen Bannon a su llegada al Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes
Stephen Bannon a su llegada al Comité de Inteligencia de la Cámara de Representanteslarazon

Tras romper con Trump, su ex asesor político ha criticado los contactos con agentes del Kremlin.

Steve Bannon vuelve a la diana política. El que fuera gurú ideológico de Donald Trump, campeón de la «alt-right» (derecha alternativa) y motor de «Breitbart News», se ha negado a testificar ante el subcomité del Senado que investiga la hipotética complicidad de entorno presidencial con el Gobierno ruso. Su negativa a hablar, aconsejado por su equipo de abogados, coincide con la noticia de que también por este motivo ha sido citado a declarar por el equipo que dirige el fiscal especial Robert Mueller, y que investiga el llamado «Rusiagate».

Nada podría despertar más ansiedad en la Casa Blanca que el testimonio de quien primero asesoró al presidente y después, el pasado agosto, cayó fuera del círculo de elegidos. Dinamitado por su propio temperamento. También por sus problemas con Ivanka Trump y Jared Kushner, hija y yerno del magnate, respectivamente. No puede afirmarse que su caída disgustara en el sanedrín republicano, al que Bannon hace tiempo que había declarado la guerra. Lo que fue una alianza furiosa, el periodista y el empresario unidos para alterar el rumbo y hasta el tablero del partido, ha terminado mal. Con el primero fuera de juego y el segundo urgido por la inminencia de las elecciones a las cámaras legislativas de noviembre.

Según explica Michael S. Schmidt en el diario «The New York Times», la maniobra de Mueller puede interpretarse como una invitación a negociar. De paso, elimina la posibilidad de que el propio Bannon sea uno de los sujetos principales de la investigación. A cambio de declarar, eso sí, es más que posible que hayan prometido al ex jefe de campaña que no comparecerá ante el gran jurado. Lo hará, posiblemente «en el entorno menos formal de las oficinas del fiscal especial». Eso sí, de momento nadie sabe «por qué Mueller trata al Bannon de manera diferente a la docena de funcionarios del Gobierno citados a declarar en los últimos meses». Quién sabe si los investigadores esperan que, a cambio de garantizar un tratamiento especial, se desate la proteica verborrea de quien nunca se ha distinguido por su mesura.

«En Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Trump», el explosivo, discutido y discutible libro de Michael Wolff que ha sacudido Washington, Bannon afirma que «los tres tipos principales de la campaña pensaron que sería una buena idea reunirse con un Gobierno extranjero en la Torre Trump, en la sala de conferencias del piso 25, sin abogados. No tenían ningún abogado (...) Incluso si crees que esto no fue traicionero, o antipatriótico, o sencillamente una mierda, como yo creo, deberían haber llamado al FBI inmediatamente».

La noticia de su citación por parte de Mueller sale a la luz en el peor momento posible. Justo cuando todavía resuenan las palabras de Trump contra el que fuera su gurú y a los pocos días de que Bannon saliera del portal de noticias ultraconservador Breitbart News. «Steve Bannon no tiene nada que ver conmigo o con mi Presidencia», exclamó Trump, «Cuando fue despedido, no sólo perdió su trabajo, perdió la cabeza». «Steve trabajó para mí», abundaba, «después de que ya hubiera ganado la nominación al derrotar a otros diecisiete candidatos, a menudo descrito como el grupo más talentoso que se haya reunido en el Partido Republicano».

Y más adelante, el presidente asegura que «ahora que está solo Steve está aprendiendo que ganar no es tan fácil como parece viéndome. Tuvo muy poco que ver con nuestra histórica victoria, debida a los hombres y mujeres olvidados de este país. Sin embargo, tuvo todo que ver con la pérdida de un escaño en el Senado en Alabama que había sido republicano durante más de treinta años. Steve no representa mi base, sólo a sí mismo». Premonitorias palabras, y antesala de la decapitación de Bannon en «Breitbart News».