Irlanda del Norte

Del Brexit al Bregret

Un hombre camina por delante de una tienda vacía decorada en el pueblo de Bushmills, en Irlanda del Norte
Un hombre camina por delante de una tienda vacía decorada en el pueblo de Bushmills, en Irlanda del Nortelarazon

Un año después del referéndum sobre la salida de Europa, Reino Unido aparece cada vez más aislado, mientras crecen los partidarios de la permanencia en el mercado único para frenar los daños de la ruptura.

«Estamos fuera». Las palabras del veterano periodista David Dimbleby retumbaron en todo el país. Aquella noche del 23 de junio de 2016 supuso una larga agonía. El Brexit comenzó a tomar ventaja en el lento recuento de votos. Pero durante el programa especial emitido por la BBC, los expertos vaticinaban que con grandes ciudades el resultado se invertiría. No ocurrió. No pudieron contener su cara de estupor cuando a las 4:40 de la madrugada hora local, por cuestión porcentual, el divorcio era ya inevitable.

Los euroescépticos lograron el 51,9% de los votos frente al 48,1% que apostaron por la permanencia en un referéndum histórico que abría una brecha en el viejo continente. Doce meses después, lo único cierto sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea es la incertidumbre. Sobre todo ahora que Westminster cuenta con un Parlamento sin mayorías tras unas elecciones generales en las que el Partido Conservador, de nuevo, ha perdido el órdago. Tras los comicios de junio, la «premier» Theresa May ha quedado más debilitada que nunca y su supervivencia política depende ahora del apoyo de los diez diputados norirlandeses del DUP con los que, a día de hoy, sigue sin llegar a un acuerdo. Del «Brexit significa Brexit» y «es mejor no llegar a un acuerdo que uno malo» ha pasado a prometer «humildad» para buscar el mayor «consenso». En este sentido, tal y como explica Colin Talbot, profesor de la Universidad de Manchester y Cambridge, cada vez hay más posibilidades de terminar con un «Brexit blando», al menos a corto plazo. «La mayoría de diputados que hay ahora en la Cámara de los Comunes aboga por esta opción. Una vez que el país abandone la UE en otoño de 2019, quieren quedarse en el mercado único y la unión aduanera, al menos por un periodo de transición de tres o cuatro años mientras se negocia un acuerdo comercial con el bloque. Bruselas ha dejado claro que las negociaciones de divorcio y comercio no van a ser en paralelo», explica.

Según el experto, May se niega por completo a esta opción porque está «obsesionada» con controlar la inmigración, «pero teniendo en cuenta que ya no tiene autoridad alguna ha dejado de ser un obstáculo». «Hay muchas posibilidades de que no sobreviva si quiera a este otoño. Se puede organizar fácilmente una revuelta interna en verano para anunciar nuevo líder en octubre, cuando el partido celebre su congreso anual», matiza. Una vez más, Johnson se perfila como el candidato mejor posicionado.

Las preferencias de los británicos no sólo han cambiado en cuestión de líderes sino también a la hora de marcar prioridades en las negociaciones con Bruselas. Si hace un año reducir la inmigración era la cuestión protagonista, ahora un 58% prefiere tener acceso al mercado único ante un 42% que insiste en recuperar el control de las fronteras. Lo cierto es que el referéndum dejó a la sociedad británica completamente dividida. Tras el Brexit, llegó el «Bregret». Miles de ciudadanos admitieron públicamente que «lamentaban» haber votado por el divorcio. A día de hoy, según el sondeo de «The Times», el 45% de los encuestados sigue pensando que fue una mala decisión, frente al 44% que la aprueba y el 11% que se muestra indeciso.

Rita Olsen, una jubilada que vive al este de Londres, apostó por salir del bloque y aunque reconoce que «el coste de vida será un poquito más caro hasta que la cosa se amolde, todo ha merecido la pena». Aparte de la brecha generacional entre jóvenes eurófilos y jubilados euroescépticos, hubo también enfrentamientos entre familias. Para Berta fue un shock descubrir que no sólo su familia política había apoyado la salida del bloque, sino que también lo había hecho su propio marido, inglés. «Me confesó que no se había planteado que me fuera a afectar. Pero a medida que iban saliendo más noticias, más impotencia sentía. Llegó un momento que incluso dejé de hablarle en inglés para hacerlo en español. Solo me entendían los niños. Se puede marginar a alguien con el idioma y quería que fuera consciente de todas las barreras que supone ahora esto para mí. También dejé de asistir a reuniones familiares porque sabía que al ser española, el tema iba a salir», explica. «Las cosas ahora se han calmado. Él me explicó que sus razones eran por recuperar la soberanía. Pero hace un año reconozco que fue un episodio complicado. Ahora hay que seguir adelante aunque nadie nos garantiza aún nada», añade.

A nivel territorial, en Irlanda del Norte, el Sinn Fein pide ahora celebrar un plebiscito sobre la unión con la república. Westminster está preocupado por la inestabilidad que se vive en la provincia británica, donde las instituciones autonómicas llevan suspendidas desde enero, ante la incapacidad de llegar a un pacto entre los católicos del Sinn Fein y el DUP, que bajo el Acuerdo de Viernes Santo deben gobernar en coalición. Londres estaba actuando como mediador. Pero los republicanos denuncian ahora que el Ejecutivo central ha roto su neutralidad.