Casas reales

El acto de la abuela

Isabel II siempre ha visto a su nieto el príncipe Guillermo como su sucesor natural.

El príncipe Guillermo tras un ejercicio de la RAF, junto a sus abuelos, la reina Isabel y Felipe de Edimburgo
El príncipe Guillermo tras un ejercicio de la RAF, junto a sus abuelos, la reina Isabel y Felipe de Edimburgolarazon

Isabel II siempre ha visto a su nieto el príncipe Guillermo como su sucesor natural.

No ha sido casualidad que el 90 cumpleaños de Isabel II haya coincidido con la aclamada visita de los duques de Cambridge a India y Bután. El mensaje sobre el futuro de la corona no ha podido quedar más claro. La soberana siempre ha visto a su nieto, el príncipe Guillermo, como un futuro monarca que reinará en un estilo no muy diferente al suyo. Es discreto, nada extravagante y, por el momento, ha demostrado que podría garantizar la neutralidad que se le exige a la institución. En definitiva, todo lo contrario a su padre.

A sus 67 años, el príncipe Carlos ha batido el récord como la persona que más tiempo lleva en la historia de Reino Unido como heredero a la Corona. Los asesores de Palacio no supieron o no quisieron encontrarle su sitio, un espacio donde pudiera desenvolverse con soltura y en el que lograra ocupar sus horas evitando así ofrecer la imagen de hombre desorientado sin otra cosa que hacer que esperar un trono que nunca llega. Y durante este tiempo, aparte de su sonado divorcio con Diana, no han sido pocas las polémicas sobre su indebida intromisión en cuestiones políticas.

«La reina siempre ha preferido el estilo de Guillermo», explica una fuente de su círculo cercano. El hijo mayor de la fallecida Diana es uno de los miembros más queridos de la familia real y su popularidad es aún mayor desde que se casó con Catalina y se convirtió en padre de dos retoños: Jorge y Carlota. Con todo, antes del viaje a la India, la relativa invisibilidad en los actos públicos del heredero ha sido objeto de crítica. Lo que pocos saben es que su liberada agenda se debe a un pacto. Sí, un pacto con la reina.

Con diez años, la soberana se convirtió en heredera al trono por sorpresa tras la repentina abdicación de su tío. Y tras la temprana muerte de su progenitor, Jorge VI, asumió el peso de la corona con sólo 25 años. Sacrificó, por tanto, su vida familiar, ya que jamás pudo disfrutar todo lo que le hubiera gustado de su faceta como madre. Tanto es así que el príncipe Carlos llegó a decir en una ocasión que se sentía «emocionalmente distanciado» de sus padres, unas declaraciones y una realidad que a la soberana le producen dolor.

Para evitar, por tanto, que Guillermo pase por el mismo trance, le ha permitido que disfrute ahora de una cierta libertad en la recóndita mansión de Anmer Hall en la que está viviendo, en Sandrigham, alejado junto a los suyos del foco de Londres.

Por otra parte, tal y como indica desde el anonimato un amigo de la soberana al «Daily Mail», otra razón por la que Isabel II ha llegado a este pacto es porque su nieto «le recuerda enormemente a su marido». «En Guillermo ve mucho a lo que era Felipe, fundamentalmente un joven que necesitaba su independencia el mayor tiempo que fuera posible y que, en su caso, no la pudo tener», matiza. «Por otro lado está la figura de su padre; el rey Jorge VI se refería a su familia como ‘‘nosotros cuatro” y ahora la soberna está encantada de cómo su nieto ha construido su propia versión de “nosotros cuatro”», añade.

En Palacio, sin embargo, existe cierta preocupación al respecto. Los asesores consideran que es una estrategia un tanto arriesgada. Si el pueblo interpreta que el heredero no está cumpliendo con sus obligaciones, su popularidad podría verse dañada y nadie quiere poner en riesgo el futuro de la corona, un futuro que, sin Isabel II, muchos ven incierto. En este sentido, las últimas palabras de Anna Whitelocke, experta en historia moderna en el Royal Holloway, Universidad de Londres, y directora del London Centre for Public History, han tenido estos días gran repercusión en la prensa británica. Whitelocke considera que el apoyo a la monarquía está esencialmente vinculado a la figura de la reina, no a la propia institución, y cuando la soberana ya no esté, vaticina, un «debate como nunca antes se ha visto en este país sobre qué función desempeña una familia que no ha sido elegida por el electorado». «A medida que la generaciones más mayores aferradas a la monarquía se extingan, la cuestión sobre su futuro será cada vez más acuciante, y luego las voces críticas pasarán a un primer plano», recalca la especialista. «Yo diría que para el año 2030 habrá un fuerte y definitivo clamor para exigir la erradicación de la monarquía. No puedo decir que no habrá monarquía para entonces, pero, sin duda, su propósito será cuestionado como nunca», añade Whitelocke.

Sin embargo, Harry Mount, escritor y periodista del monárquico rotativo «The Telegraph», discrepa por completo de esta teoría. «La monarquía lleva en este país más de mil años. No sólo hemos crecido con ella y nos hemos acostumbrado a ella, sino que además hay un sentimiento popular de unión en torno a ella. Y la transición de una reina aclamada a un hijo menos popular y, a su vez, a un nieto muy popular no va a afectar este sentimiento», matiza el escritor, que vaticina un todavía mayor apoyo al príncipe Carlos cuando se convierta en rey.

Mount destaca que la institución siempre ha tenido «asombrosos altos niveles de aprobación». «Durante el Jubilee en 2012 (cuando se celebró el 60° aniversario de su coronación) ésta alcanzó un 80 por ciento. Pero incluso en sus momentos más bajos, como el vivido en 2005, con la boda de Carlos y Camila, los índices de aprobación fueron de un 65%, un porcentaje que David Cameron, Tony Blair o Margaret Thatcher sólo podían llegar a soñar», matiza. A partir de este miércoles, cuando comienzan los actos oficiales, podrá comprobar cuánto la admiran los suyos, porque habrá decenas de actos en su honor tanto en Reino Unido como en toda la Commonwealth.