Terremoto en Italia

El arte, la otra gran víctima del terremoto

El cálculo inicial del Gobierno estima que 293 edificios y monumentos han sido afectados.

Un bombero frente a la iglesia de Villa San Lorenzo, próxima a Amatrice
Un bombero frente a la iglesia de Villa San Lorenzo, próxima a Amatricelarazon

El cálculo inicial del Gobierno estima que 293 edificios y monumentos han sido afectados.

Un símbolo evidente de las heridas sufridas por el arte en el terremoto de Amatrice es la solitaria presencia entre los escombros de un pedestal blanco vacío y, tirada en el suelo, partida, la estatua de bronce del hijo más ilustre de la ciudad, Nicola Filotesio, pintor, ingeniero y arquitecto, mejor conocido como Cola dell’Amatrice, autor de varios frescos en algunas de las iglesias destruidas.

Cola dell’Amatrice (1490-1547) vivió años en Ascoli Piceno, cercana ciudad de las Marcas –también sacudida por el temblor, aunque menos dañada–, donde se conservan la mayor parte de sus pinturas, pero en 1529 fue llamado de regreso a su lugar natal, víctima del saqueo español en los conflictos entre aragoneses y angevinos, para encargarse de su reconstrucción, planificando la planta urbanística y participando en las obras pictóricas y arquitectónicas, hoy fatalmente heridas.

No se puede hacer aún el inventario oficial de todas las obras destruidas parcial o totalmente por el terremoto, porque ha seguido la secuencia de réplicas sísmicas. Se mantiene la esperanza de que esta semana mejore la situación. Será una tarea muy complicada. Habrá que comenzar por clasificar los inmuebles eclesiásticos, que son la mayoría, los públicos y los privados. Luego, evaluar la magnitud de los daños en cada caso y decidir qué se puede hacer para restaurarlos.

Entretanto, las medidas de seguridad dictadas por Protección Civil prohíben el acceso a las zonas afectadas a cualquier persona ajena a los equipos de rescate, incluyendo al personal del Ministerio de los Bienes Culturales, pero el ministro Dario Franceschini cifra ya en «al menos 293» los inmuebles, como iglesias, edificios y monumentos destrozados, además de las pinturas y esculturas que contienen, un número «destinado a aumentar» en vista de la amplitud de las zonas golpeadas, que abarca las regiones de Lacio, Abruzo, Umbria y Marcas.

Sólo en Amatrice colapsaron la basílica de San Francisco, la basílica de San Agustín, el Arco de San Francisco, el Museo Cívico (casi «tragado» por la tierra, según dijo un testigo), el Archivo Comunal, las iglesias de San Juan, Santa Inés, Santa María del Sufragio, San José, San Emidio, la Puerta Romana y la Puerta Ascolana. En Arquata del Tronto, las iglesias de la Santísima Anunciación y la de la Santa Cruz (totalmente destruidas), la iglesia del Santísimo Salvador y la Torre medieval. El Museo Arqueológico Estatal de Ascoli Piceno sufrió daños en su estructura.

Además, se produjeron desperfectos de diversa gravedad en iglesias, conventos y edificios históricos en Urbino, Montegallo, Tolentino, Montemonaco, San Ginesio, Gualdo, Roca Santa María, Valle Castellana, Téramo, Norcia o Spoleto. En todas estas localidades se dan por perdidos decenas de frescos, tablas y tallas de entre los siglos XIII a XVIII.

A la espera del comienzo de los trabajos de los especialistas, los llamados «cascos azules de la cultura» han aconsejado la cobertura de los escombros para protegerlos de las eventuales lluvias o vientos y así conservar mejor los materiales, a veces, hasta los pequeños fragmentos que también habrá que clasificar, e indispensables para la futura reconstrucción. Los únicos que tienen acceso a lo que queda de estas edificaciones de valor artístico son los miembros del Comando de Carabineros para la Tutela del Patrimonio Cultural, encargados por ahora de la vigilancia para que no se presenten los «chacales», como llaman aquí a quienes aprovechan la desgracia ajena para robar objetos de valor.

Para los habitantes de Amatrice y los otros pueblos, un aspecto fundamental de la reconstrucción es el total rechazo a las «new towns» (con las nada agraciadas edificaciones sencillas y uniformes) que sustituyeron a zonas afectadas de L’Aquila dañadas en el terremoto de 2009. La petición de fidelidad a la imagen que han conservado durante siglos «es un desafío», según el ministro Franceschini, «pues, además del aspecto histórico, hay que garantizar la seguridad antisísmica». Ayer, como primer gesto, los museos estatales donaron todos los beneficios para costear la restauración del patrimonio cultural afectado.