Terrorismo yihadista

El enemigo número uno de Europa

La Razón
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Abu Bakr al Hussayni al Qurayshi al Bagdadi, que cuando nació en la localidad iraquí de Samarra en 1971 se llamaba (y se llama realmente) Ibrahim Awad Ibrahim al Badri, es de esos cabecillas yihadistas, como pasaba con Osama Bin Laden, al que cada cierto tiempo se le da muerto y al poco tiempo «resucita». Paradigmático es el caso del terrorista Mokhtar Belmokhtar, jefe de los Al Mourabutines, que forman parte de Al Qaeda en el Sahel, al que han enterrado en decenas de ocasiones y ninguna era cierta. Tras cursar estudios islámicos en Bagdad se unió a Abu Musab al Zarqawi, uno de los personajes más siniestros que ha dado el yihadismo, del que llegó a ser su mano derecha. Zarqawi «inauguró» las ejecuciones mediante degollamiento filmadas en vídeo y distribuidas a través de las redes de internet. Bagdadi llegó a estar detenido por los norteamericanos en Camp Bucca (Irak) y allí conoció al jefe del Frente al Nusra, Abu Mohamed al Golani.

La ruptura entre ambos es la que da lugar a la fundación, en 2014, del Estado Islámico, condenada por el cabecilla de Al Qaeda Ayman Al Zawahiri. Tras la conquista de Mosul y Raqa, se proclamó Califa Ibrahim y anunció que su meta era la consolidación de un califato a nivel mundial. La última, por ahora, «aparición» de Bagdadi se produjo en noviembre del año pasado cuando el EI difundió un mensaje de audio con su voz para arengar a los seguidores de la banda yihadista. Desde que cambió el curso de la guerra y se produjeron las primeras derrotas, expertos en la materia han señalado que Bagdadi y su colaboradores más directos podrían haber huido lejos de Siria e Irak. Afganistán es en estos momentos el país donde el EI tiene consolidas posiciones más fuertes y va ganando territorio. Sudán podría ser otra de las zonas elegida pare esconderse.