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El Eurogrupo mira al sur tras la salida de Dijsselbloem

El portugués Mario Centeno releva al holandés tras cuatro años de turbulencias marcados por su dureza en las crisis griega y chipriota

Centeno y Dijsselbloem, ayer, en la embajada de Portugal en París
Centeno y Dijsselbloem, ayer, en la embajada de Portugal en Paríslarazon

El portugués Mario Centeno releva al holandés tras cuatro años de turbulencias marcados por su dureza en las crisis griega y chipriota.

El portugués Mario Centeno coge hoy el testigo de Jeroen Dijsselbloem al frente de la presidencia del Eurogrupo, después de un simbólico traspaso de poderes ayer en París. El cambio de cromos no puede parecer más evidente: un halcón del norte es reemplazado por una paloma del sur. Ortodoxia frente a flexibilidad. Pero halcones y palomas están condenados a entenderse o, al menos, coexistir. Centeno es artífice del denominado «milagro» portugués: una coalición de izquierdas que consigue reducir el déficit sin comprometer el crecimiento económico y siguiendo, con matices, los dictados de Bruselas. Se espera que Centeno sea más sensible que su predecesor a las demandas de solidaridad de los países del sur, aunque en círculos académicos se le tacha (es catedrático y doctor por la Escuela de Negocios de Harvard) de liberal antes que de socialdemócrata. Para marcar territorio contará como presidente del grupo de trabajo del Eurogrupo (el órgano que se encarga de preparar las reuniones) con el holandés Hans Vijbrief, que releva al austriaco Thomas Weiser el 22 de enero. Dijsselbloem se marcha, pero su estela permanece.

El holandés comenzó su andadura como representante de la zona euro el 21 de enero de 2013 en sustitución del ahora presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker. Su bautismo no pudo ser más convulso: el rescate chipriota. Los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro pactaron, en plena celebración de la pascua ortodoxa en el país, una quita (reconvertida en «tasa especial») que no sólo afectó a los accionistas de los bancos, sino también a los depositantes de más de 100.000 euros y a los que pequeños ahorradores que no llegaban a esta cantidad. Tras el escándalo (este último grupo tiene garantizado por ley la totalidad de sus ahorros por una directiva europea) el Eurogrupo se vio obligado a dar marcha atrás en lo pactado. Pero lejos de intentar disipar el pánico, en vez de presentar el rescate chipriota como un caso especial ( es la única vez que se ha tocado el dinero de los depósitos es un rescate, incluidos los grandes ahorradores), Dijsselbloem defendió lo acordado como un posible modelo para el resto de países en apuros. Tras la polvareda, el político holandés tuvo que retractarse.

A pesar de un comienzo tan poco prometedor, Dijsselbloem fue capaz de granjearse la confianza de sus colegas , especialmente el antes todopoderoso ministro de Finanzas alemán Wolfang Schaüble. Ha cumplido la cuadratura del círculo: convencido guardián de la ortodoxia presupuestaria a pesar de su pertenencia a la familia sociademócrata. Unas convicciones que van parejas a su personalidad ya que en los pasillos comunitarios tiene fama de disciplinado, metódico y buen conocedor de los temas. La antítesis de su predecesor, Jean Claude Juncker, conocido por su olfato político pero también por su tendencia inherente al caos.

La mano de hierro de Dijsselbloem, sin embargo, no ha sido vista con buenos ojos por parte de los países del sur. El político holandés ha tenido dos grandes antagonistas durante su mandato: el ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis y el titular de Economía español Luis de Guindos, que le disputó en julio 2015 la continuidad al frente de la presidencia del Eurogrupo y acabó perdiendo. En el primer caso, Dijsselbloem fue el encargado de presidir la reunión en la que Varoufakis pidió una prórroga del plan de rescate después de que el Ejecutivo de Alexis Tsipras hubiese anunciado un referéndum sobre las medidas de austeridad.