Espionaje

El director de Inteligencia desmonta las tesis de Trump

El presidente electo de EE UU insiste en que el corrosivo informe es «falso», pero James Clapper no se pronuncia sobre su veracidad.

La Policía en la casa del ex espía Christopher Steele
La Policía en la casa del ex espía Christopher Steelelarazon

El Gobierno ruso cree que el exespía del MI6 que presuntamente elaboró un informe dañino sobre el presidente electo Donald Trump podría seguir trabajando para los servicios de inteligencia británicos, según dijo hoy la embajada rusa en Londres a través de Twitter.

Mientras Marine Le Pen visitaba la Torre Trump en Nueva York, el presidente electo, varias decenas de pisos más arriba, tecleaba furioso en Twitter. Proseguían los efectos colaterales de su espectacular rueda de prensa. Lejos de saborear las audiencias cosechadas, Trump está furioso. No ha digerido la decisión de CNN de filtrar el explosivo memorándum que circula desde hace meses en Washington. Unos papeles bomba redactados por un ex espía del MI6 y donde, entre otras cosas, se afirma que asociados suyos mantuvieron reuniones con agentes del servicio secreto ruso durante la pasada campaña electoral.

Para salir del paso y, también, para darle a sus respuestas una pátina de respetabilidad, Trump escribió en Twitter que «James Clapper me llamó ayer para denunciar el falso dosier que ha circulado de forma ilegal. Hechos fabricados, chorradas. ¡Qué mal!». Clapper es, por supuesto, un general retirado de la Fuerza Aérea de EE UU y actual director de la Inteligencia Nacional. En realidad, el jefe de la Inteligencia habría llamado a Trump para asegurarle que los servicios de inteligencia no se han pronunciado sobre la veracidad de las acusaciones que contiene el dosier. Se limitaron a hacerle partícipe de su contenido, así como de las pruebas que señalan a Rusia como culpable de haber «hackeado» los servidores del Partido Demócrata. El propio Clapper hizo público un comunicado en el que enfatiza que «este documento no es un producto elaborado por la comunidad de Inteligencia de EE UU, y no creo que la filtración venga de nuestros servicios secretos. La Inteligencia de EE UU no ha juzgado si la información del documento es fiable».

Además, Clapper expresó a Trump su «profunda consternación» por la aparición del informe en algunos medios. Lo que no dice, en ningún sitio, es que la información del citado documento sea falsa. Y mucho menos que así se lo haya transmitido a Trump. Tampoco lo han dicho las otras agencias de espionaje. Eso sí, los papeles acabaron por publicarse, y Trump llegó a comparar la filtración con las tácticas de la Alemania nazi. Poco después recibía un aluvión de críticas por parte de las organizaciones consagradas a velar por la memoria del Holocausto y sus víctimas. Por su parte, el ex subdirector de la CIA, Michael Morell, aseguró en el diario «The Washington Post» que no tendría precedentes el hecho de que se hubiera mostrado a un presidente electo un documento privado «si no se tienen razones para creer en las afirmaciones que se hacen en él».

Un último elemento vino a sumarse ayer a esta historia de espías y presidentes en medio de una transición convulsa. El Departamento de Justicia anunció que analizará si el FBI cometió alguna irregularidad en relación con las investigaciones abiertas contra la ex secretaria de Estado Hillary Clinton por el uso de un servidor privado de correo electrónico para mensajes de índole oficial. El FBI anunció una investigación sobre la demócrata unos días antes de las elecciones del 8 de noviembre y fue muy criticado en su partido al considerar que fue un movimiento del FBI para dañar a Clinton. Han sido 24 horas de ruido y furia. El miércoles, durante su rueda de prensa, el presidente electo le negó la palabra a Jim Acosta, reportero de CNN. «Tu empresa es terrible... dais noticias falsas», le espetó Trump. Poco después, en la masiva soledad de Twitter, escribía los últimos partes de guerra: «Hoy hemos mantenido una estupenda conferencia en la Torre Trump. Un par de empresas de noticias falsas estaban presentes, pero la gente comprende de qué va todo».

Algo inaudito: no se recuerda el caso de un presidente de EE UU insultando de esa forma a una cadena informativa y, mucho menos, negándose a responder a un periodista. Tampoco es habitual que los presidentes desprecien a la Prensa y consagren su energía en las redes sociales. «Lamentablemente», según el demócrata Adam Schiff, miembro del Comité de Inteligencia del Congreso, «no puedes fiarte de los tuits del presidente electo o de sus declaraciones respecto a qué ha recibido en sus reuniones con los responsables de la Inteligencia, y eso es un problema».

Imperturbable, Trump siguió escribiendo. ¿Lo penúltimo? Esto: «La CNN es un completo desastre con sus noticias falsas, sus índices de audiencia se han hundido desde las elecciones y su credibilidad pronto desaparecerá». ¿Lo último? Su enhorabuena al Senado por dar el primer paso para desmantelar el «Obamacare».

Pero lo peor era esto: «Gracias Linda Bean, de L. L. Bean, por tu apoyo y coraje. La gente te apoyará aún más. Compra L. L. Bean». L.L. Bean es una cadena de ropa de montaña. La nieta del fundador y actual heredera, Linda Bean, acaba de explicar en Fox News que había realizado donaciones a la campaña de Trump. Lo sorprendente fue que el presidente electo respondiera haciendo publicidad de la firma. Llama menos la atención que a las pocas horas se hablara de boicotear la marca.