Roma

El joven ambicioso que no supo esperar

Matteo Renzi. Hizo historia al convertirse en 2014 en primer ministro de Italia con sólo 39 años.. Llegó desde la Alcaldía de Florencia dispuesto a desguazar el viejo sistema para cambiar de una vez las cosas en un país ingobernable que ha visto pasar 63 ejecutivos en 70 años

Matteo Renzi
Matteo Renzilarazon

Entre las mayores pasiones de infancia de Matteo Renzi (Florencia, 1975) estaba la de pertenecer a los «boy scout», donde probablemente ha podido forjar su destreza como líder, empezando por la pequeña escala. Su deseo de liderazgo sigue, convirtiéndose más tarde en representante de instituto antes y uno de los mayores apoyos a Romano Prodi en la Facultad de Derecho de Florencia, después: fue éste el comienzo político de un hombre que, rápidamente, pasará de ser un «mero» alcalde de Florencia (sic) a saltar a la primera línea de la política. En cuestión de meses, de inaugurar entes públicos en la ciudad florentina pasó a codearse con los mandatarios europeos.

Según lo que publicaban los medios italianos hace dos años, «no había nada de improvisado en el ascenso del toscano hacia el Gobierno». El joven Matteo, que en aquel entonces tenía todavía 39 años, se convertía en el primer ministro más joven no sólo de la Italia republicana, sino también de la Italia unida, dado que el poseedor del récord de juventud como jefe del Ejecutivo, hasta entonces, pertenecía a Benito Mussolini. Así pues, en febrero de 2013, el joven y tuitero Matteo Renzi se convertía en el «desguazador» de la gerontocracia italiana en un país que ha tenido 63 gobiernos en los últimos 70 años.

Su escalada a toda velocidad empezó un año y medio antes de su Ejecutivo, en septiembre de 2012, cuando el actual jefe del Gobierno italiano se presentó oficialmente su candidatura para dirigir el Partido Democrático (PD), en crisis desde la caída de Romano Prodi en 2008. En aquel momento dijo: «Nosotros somos aquellos que tenemos la ambición de gobernar Italia en los próximos 25 años. Y me dicen: ‘Déjalo, no te merece la pena. Tienes sólo 37 años, espera tu turno’. Sin embargo, éste es nuestro momento».

El problema es que tres meses más tarde, en diciembre de 2012, recibe el mayor varapalo hasta el momento: la victoria de Pier Luigi Bersani, un político de la vieja escuela de la izquierda reformista, como líder de la formación política. En la actualidad el florentino sigue sin poder tragarlo, y por eso no le dirige la palabra al principal representante crítico del Partido Democrático. Ahí el mundo público de Renzi estaba a punto de venirse abajo, porque todo apuntaba a que durante cinco años más tenía que seguir siendo «el alcalde de Florencia». Así pues, Bersani era el predestinado, oficialmente, a convertirse en un inquilino más del Palacio Chigi, sede del Gobierno transalpino. Lo cual no dejará de ser una especie de maldición para él, con un joven Renzi que, desde su atril florentino, no tenía nada que perder deseando aprovechar cualquier debacle electoral de Bersani.

Y esa debacle llegará, mucho antes de lo previsto. Ante rivales como Grillo y Berlusconi, Bersani consigue imponerse por la mínima en las elecciones generales de febrero de 2013 intentando formar su propio Gobierno. Pero esa victoria del PD fue demasiado débil: el Movimiento 5 Estrellas era un fenómeno de protesta política que, contra todo pronóstico, se había confirmado a través del apoyo de 8 millones de italianos desencantados de la política. Finalmente, el presidente del Gobierno pasará a ser el sosegado Enrico Letta, con el objetivo de ofrecer un «Ejecutivo de servicio» con una coalición multicolor. Tras la imposibilidad política de Bersani, el PD entra en catarsis, y ocho meses después Renzi arrasaba en las primarias del partido con un 67% de los apoyos.

Ahí Renzi tiene dos alternativas: sostener el Gobierno de Letta a costa de ser asociado a su impopularidad o escoger el camino más corto que renuncia a la quintaesencia del «renzismo» para llegar al Gobierno no por abajo, mediante el voto popular, sino por arriba, intentado llegar a primer ministro lo antes posible, con el objetivo «justificado» de acometer lo antes posible las reformas que Italia necesita.

El mismo joven y prometedor Renzi que decía que «yo soy diferente porque tengo un mandato popular en mi partido tras tres millones de votos», hasta febrero de 2014 coleccionará los contactos empresariales necesarios para seducir a la economía italiana, bajo la promesa de que una Italia más joven podría cambiar completamente el «establishment» sin la necesidad de Beppe Grillo.

Su llegada al Gobierno será una puñalada trapera a Letta. En el traspaso de poderes, el clima fue más que gélido entre ambos: hasta el punto que apenas se miraron al estrecharse la mano. Casis tres años después, Renzi ha sufrido en las urna su mayor batacazo ayer, al perder un referéndum que había convertido en un plebiscito sobre su personas. «El caos o yo», vino a decir el primer ministro a los italianos.