República Checa

La República Checa se rinde ante su versión de Trump

El millonario Andrej Babis, investigado por fraude y evasión fiscal, enarbola la bandera de la antipolítica y el euoescepticismo

Andrej Babis y su mujer Monika acuden al centro electoral
Andrej Babis y su mujer Monika acuden al centro electorallarazon

El millonario Andrej Babis, investigado por fraude y evasión fiscal, enarbola la bandera de la antipolítica y el euoescepticismo.

La antipolítica no conoce fronteras en Europa. Tras los recientes triunfos de la extrema derecha en Alemania y Austria, el populista Andrej Babis se perfila como el ganador de las elecciones legislativas en República Checa. A sus 63 años este millonario ha sabido aprovecha el malestar de la población con los escándalos de los partidos que han gobernado el país desde la caída del comunismo en 1989.

Fundador en 2011 de la Alianza Ciudadana de Descontentos (ANO), Babis encabeza los sondeos con un 27,7% de los votos a pesar de ser investigado por la Justicia por fraude, evasión fiscal y presiones a la Prensa. Precisamente estos escándalos precipitaron su caída como viceprimer ministro y titular de Finanzas en mayo pasado. Su discurso se centra en un feroz rechazo al euro, la inmigración, la corrupción y los partidos. Muy detras, con algo menos del 12% se encuentran los socialdemócratas del primer ministro, Bohuslav Sobotka, y los comunistas.

En opinión del comentarista político y director de la New York University de Praga, Jiri Pehe, “estas elecciones están vacías de temas reales, la división entre derecha e izquierda ha desaparecido completamente y los temas principales son dos: Babis y el comercio del miedo”. Una paradoja en un país que disfruta de un crecimiento del 4,7% internanual y del índice de desempleo más bajo de la UE, el 3%. “Lo más sorprendente -explica Pehe- es que en la República Checa no hay migración, casi no hay musulmanes, no hay ataques terroristas y el euro sería políticamente beneficioso”.

Frente al desprestigio de la clase política, Babis se presenta como un hombre hecho a sí mismo, un especie de “Berlusconi checo”, un empresario que entra en política frente al caos provocado por los políticos. Nacido en Bratislava en 1954 e hijo de un diplomático, el líder de ANO militó en el Partido Comunista en los años ochenta. Tras la caída del régimen y el inicio de la transición a la democracia y la economía capitalista, supo aprovecharse de sus antiguos contactos para levantar su imperio económico. Como el ex “Il Cavaliere”, el conflicto de inteseses también persigue al millonario. Su conglomerado incluye empresas de alimentación, químicas y de comunicación. Desde 2013, Mafta Media Group controla dos diarios de difusión nacional, tres televisiones y dos radios.

“Toda mi vida he estado construyendo algo. Levanté una ocmpañía que emplea a 35.000 personas. Yo vengo de la vida rea. Y estoy seguro que hice un mayor trabajo en el Ministerio de Finanzas durante mi mandato que todos los ministros desde la Revolución”, se defiende Babis, que hace suya la subida de las pensiones.

En cambio, las acusaciones de fraude por una subvención de la UE de dos millones de euros que le podrían costar la prisión, el magnate las atribuye a una persecución política de sus rivales. “Nadie habla de mi gestión. Ya dije en el pasado que tanto la derecha como la izquierda tenían el mismo programa: poder y dinero. Y ahora comparten un programa anti Babis. Dicen que soy un peligro para la democracia, pero no lo soy”, se defiende.

Lo cierto es que el programa del líder de los indignados está lejos del de la extrema derecha de otros países europeos, pero comparte con ellos su discurso eurófobo y xenófobo. Para Pehe, Babis “es muy pragmático, es un hombre de negocios. No es el tipo de figura autoritaria que vemos en Polonia con [Jaroslaw] Kaczynski o en Hungría con [Viktor] Orban. Babis no tiene ideología”.

Con idelogía o sin ello, lo cierto es que el líder de la Alianza de los Ciudadanos Descontentos amenaza con convertirse en un nuevo dolor de cabeza para los socios europeos si, como anticipan los analistas, se convierte en el primer ministro de una coalición con comunistas y euroescépticos. Un cóctel demasiado amargo para Bruselas.