Reino Unido

El misterio de Isabel II en su 90 cumpleaños

La monarca es una de las personas más fotografiadas de la historia, pero la mujer detrás de la corona sigue siendo un enigma, incluso para miembros de su propia familia. El próximo jueves cumplirá 90 años

Fotografía tomada por Chris Levine que forma parte de la exposición «La Reina: Arte e Imagen»
Fotografía tomada por Chris Levine que forma parte de la exposición «La Reina: Arte e Imagen»larazon

La monarca es una de las personas más fotografiadas de la historia, pero la mujer detrás de la corona sigue siendo un enigma, incluso para miembros de su propia familia. El próximo jueves cumplirá 90 años

Las 5.300 parejas reproductoras de cisnes que hay en el Reino Unido pertenecen oficialmente a la soberana. Como ellas, la monarca ha perfeccionado el arte de parecer siempre imperturbable, pero y cómo logra alcanzar esa serenidad inquebrantable sigue siendo un misterio. Elizabeth Alexandra Mary de Windsor cumple este jueves 90 años, y lo hace convertida en la monarca más longeva de Reino Unido, y, a la vez, una de las figuras más desconocidas. «Ella tiene muy pocos amigos cercanos. Su familia, especialmente su marido, es lo único que necesita», asegura la aristócrata Lady Pamela Carmen Louise Hicks, prima del duque de Edimburgo. «Precisamente porque es una persona tan pública, encuentra tanto alivio en su privacidad. Y es afortunada en no tener un círculo más amplio porque, en este sentido, no corre el riesgo de la indiscreción. Sabe que los pocos que la rodean no la van a traicionar. Por supuesto, con ellos sí puede hablar. De otra manera no podría hacer frente a todo, ningún ser humano podría», matiza. Con todo, Sir Malcolm Rifkind, antiguo ministro de Asuntos Exteriores, añade: «Aun cuando está con gente que conoce muy bien, es muy cuidadosa. No creo que ni en privado haya podido decir algo que pudiera haber sido embarazoso». En efecto, a pesar de ser un personaje público, la soberana siempre se ha guardado de la sobrexposición. Nunca se ha querido mostrar por completo, consciente de que sólo su silencio podría garantizar la neutralidad y solemnidad de la institución a la que representa. Y en este sentido, el día de su coronación, el 2 de junio de 1953, fue clave para entender a la mujer que estaba a punto de convertirse en reina.Una de las cuestiones más difíciles que se debatieron entonces fue si se permitía o no la entrada a la maquinaria de última generación –la televisión– a la Abadía de Westminster para transmitir el gran evento en directo. La joven Isabel, que tan sólo contaba con 27 años, al principio se mostró en contra. «Temía que el mundo entero estuviera pendiente de sus movimientos faciales y sus posibles errores», explica William Shawcross, autor, entre otros libros, de la biografía oficial de la reina madre. Winston Churchill estuvo de acuerdo con ella. Pero, ante las protestas de la BBC y la decepción clara por parte del pueblo, la soberana accedió. Insistió únicamente en que no hubiera primeros planos de su cara en la comunión. «Fue criada por una madre que le enseñó a creer en tres cosas: amor a Dios, amor a la familia, amor al país», matiza el experto a «The Telegraph».

Desde entonces, Isabel II ha sido testigo de crisis económicas, cambios demográficos, pérdida de colonias, terrorismo del Ejército Republicano Irlandés (IRA). Durante las últimas seis décadas, ha despachado con 12 primeros ministros, seis arzobispos de Canterbury y ha visitado 116 países. El Reino Unido de ahora nada tiene que ver con el hace seis décadas, pero, tal y como dijo el famoso periodista Walter Bagehot hace más de 150 años «la función de la monarquía es ser un símbolo visible de unidad para aquellos tan imperfectamente educados que necesitan un símbolo».

Pero además de unidad, Isabel II también ha sabido ser símbolo de neutralidad. Una neutralidad, sin embargo, sólo aparente, ya que en momentos clave ha sido necesaria su intervención. Pasó con el referéndum de Escocia, cuando, sin decir nada, lo dijo todo. Aunque jamás será confirmado, es voz pópuli que desde palacio se orquestó un escenario muy detallado cuando el Ejecutivo pidió auxilio al temerse que la independencia podía ser una opción real a raíz de las encuestas. Fue entonces cuando, rompiendo con el protocolo, la soberana se acercó a hablar con la gente que se encontraba a la salida de la iglesia cercana al castillo de Balmoral, su residencia de verano. En un hecho muy poco frecuente, la Policía invitó a la Prensa a observar de cerca la escena que tuvo lugar tras el servicio religioso que, curiosamente, había incluido una oración para «pedir a Dios que nos salve de opciones erróneas». «Espero que la gente piense con mucho cuidado sobre su futuro». No hizo falta nada más. De cara al referéndum del próximo 23 de junio, donde los británicos decidirán su permanencia en la Unión Europea, los expertos consultados no descartan una maniobra similar.

Jamás se conocerán realmente los entresijos de palacio. La reunión que la soberana mantiene semanalmente con el primer ministro siempre se hace a puerta cerrada. Con todo, las conversaciones entre su Majestad y Tony Blair, tras la impactante muerte de Diana de Gales, protagonizaron una de las películas más aclamadas: «The Queen». Las cintas, series y documentales dedicadas a Isabel II se cuentan por decenas. Yen 2006, el director Stephen Frears mostró una versión muy realista a través de la impecable interpretación de la actriz británica Helen Mirren. El mismo equipo –de producción, no de actores– está preparando ahora con Netflix una serie de cien millones de libras (126 millones de euros) que se estrenará a finales de este año y que llevará por título «La Corona».

Con la muerte de Lady Di, la monarca tardó cuatro días en reaccionar ante el público. Se resistía a darle un funeral de Estado, pero finalmente no tuvo más remedio que claudicar. Aquel mensaje en televisión fue histórico. «Tenemos que aprender lecciones de su vida y de su conmovedora muerte». Después de aquella emisión, sus asesores dicen que escucha más y está más preparada para tomar riesgos. Sin embargo, la reina se muestra sumamente molesta cuando le dicen que su «nueva informalidad y cercanía» se debe al «efecto Diana». «Yo ya hacía esto mucho antes», contestó en una ocasión. Lo cierto es que, a diferencia de la que fue su nuera, Isabel II jamás ha mostrado sus sentimientos en público. En privado, según su círculo más íntimo, tampoco ha tenido facilidad.

Siempre trató a sus hijos como adultos. Philip Ziegler, autor de «Jorge VI, El Rey Obediente», asegura: «Tiene un sentido del deber increíble. Creo que le habría encantado tener la oportunidad de pasar más tiempo con sus hijos. Pero la Corona siempre ha sido lo primero». En este sentido, el príncipe Enrique reconocía hace poco en una entrevista: «Yo aún la sigo viendo más como la reina que como mi abuela. Siento ese enorme respeto ante ella y siempre la veré como la jefa». Si en la vida de su tío Eduardo VIII no se hubiera cruzado la «socialite» Wallis Simpson, jamás se hubiera convertido en monarca. Pero estaba claro que su destino no podía ser otro. Isabel II siempre será la gran reina, pero también, la gran desconocida.