Brasil

El nuevo Gobierno de Brasil escenifica su primera crisis

La dimisión por corrupción de un ministro clave pone en aprietos al presidente Temer

«Yo soy producto de la Constitución», dijo Temer, ayer en un discurso
«Yo soy producto de la Constitución», dijo Temer, ayer en un discursolarazon

Apenas once días después de asumir el poder en Brasil, el nuevo Gobierno enfrenta su primera crisis. El influyente ministro de Planificación, Romero Jucá, tuvo que dejar su cargo el lunes por la noche, después de que se publicaran unas grabaciones

Apenas once días después de asumir el poder en Brasil, el nuevo Gobierno enfrenta su primera crisis. El influyente ministro de Planificación, Romero Jucá, tuvo que dejar su cargo el lunes por la noche, después de que se publicaran unas grabaciones en las que dice que es necesario «limitar» la «operación Lava Jato» sobre los desvíos millonarios en la estatal Petrobras. En la conversación, que tuvo lugar en marzo con el ex senador Sergio Machado –investigado en la trama corrupta y, al parecer, con más grabaciones comprometedoras en su haber–, Jucá evoca la necesidad de «frenar la sangría» que supone para la élite política brasileña la «Lava Jato». Evoca incluso conversaciones con jueces del Tribunal Supremo y explica la necesidad de cambiar al Gobierno de Dilma Rousseff para delimitar las investigaciones. Su caída fue cuestión de horas, después de que el diario «Folha de Sao Paulo» revelara el contenido de las grabaciones de este senador que ya era objeto de investigación por corrupción.

Además de ser uno de los hombres clave en el plan de reformas económicas, Jucá fue nada menos que uno de los articuladores del proceso de juicio político a Rou-sseff y actualmente preside el Partido del Movimiento Democrático Brasileño. Temer, su gran aliado, le cedió la dirección de la formación centrista días antes de que el Congreso votara a favor del «impeachment». Su caída desgasta la imagen de un Gobierno que llegó prometiendo cambio, pero que no cesa de errar.

A la falta de mujeres y de representantes de minorías étnicas al frente de las carteras, se suma las idas y venidas de los ministros, que prometen cambios y, horas después, son desautorizados por Temer. Todo ello ha dado fuelle a la teoría del «golpe» de Rousseff, que maniobra para erosionar al nuevo Ejecutivo y tratar de volver al poder de este modo. En las calles, los movimientos sociales cercanos al Partido de los Trabajadores (PT) se movilizan y las protestas son frecuentes frente a la residencia de Temer en Sao Paulo, donde es acusado repetidamente de «golpista».

El presidente en ejercicio enfrenta una semana clave para determinar el grado de fuerzas aliadas en el Parlamento. El Legislativo inició ayer la sesiones para votar los nuevos presupuestos presentados por el Ejecutivo, que prevé un déficit de 170.000 millones de reales (unos 42.800 millones de euros). Asimismo, el presidente brasileño necesitará el apoyo de los parlamentarios para sacar adelante varias de las medidas económicas anunciadas ayer. Entre las iniciativas más notables destacan la fijación de una meta en el gasto público anual que estará vinculada a la tasa de inflación del año anterior.

Si es aprobado en el Congreso, ello supondrá que la educación y la sanidad estarán sujetas a las restricciones en el aumento del gasto. El nuevo Ejecutivo también quiere prohibir nuevos subsidios económicos y, para hacer frente a la caída en la recaudación y el aumento de los gastos, ordenará la transferencia de 100.000 millones de reales (25.100 millones de euros) del estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) al tesoro nacional. Medidas para afianzar la confianza de un Brasil en plena recesión y que, sin el Partido de los Trabajadores en el poder, tampoco ve luz en el túnel de la crisis política.