Irak

El precio de la expansión iraní en Oriente Medio

La mecha de las protestas ha prendido en Irán con un movimiento transversal que exige más justicia social y menos acción exterior. El presidente Rohani tiene las manos atadas por el líder supremo.

Protestas contra el líder supremo y en solidaridad con el pueblo iraní en todo el mundo
Protestas contra el líder supremo y en solidaridad con el pueblo iraní en todo el mundolarazon

La mecha de las protestas ha prendido en Irán con un movimiento transversal que exige más justicia social y menos acción exterior. El presidente Rohani tiene las manos atadas por el líder supremo.

Ali Akbar Velayati, el asesor más cercano al líder supremo de Irán, Ali Jamenei, declaró en noviembre que su país junto con Siria, Irak y Palestina conforman «el eje de la resistencia» liderado desde Teherán. La República Islámica salvó la vida de Bachar al Asad en Siria y de su Gobierno, aseguró el dominio completo de Líbano a Hizbulá, la presencia de las milicias chiíes en Irak, suministra armas, incluso misiles, a los rebeldes hutíes en Yemen y la presencia e influencia de la Guardia Revolucionaria resulta innegable en buena parte del mundo árabe.

Sin embargo, todo ello parece ahora tener un precio, y ha llegado la hora de que los ayatolás se hagan cargo de las cuentas pendientes que ha dejado su política de expansionismo. Así lo indican claramente los cánticos que entonan los manifestantes que salieron a las calles de decenas de ciudades en todo Irán, que exigen al Gobierno que deje de invertir los recursos en el exterior, que clama que los líderes religiosos y políticos del país «viven como reyes mientras el pueblo vive como mendigo».

Para el periodista, escritor y activista de Derechos Humanos iraní, Ahmad Rafat, estamos ante una manifestación «diferente a la de la clase media burguesa que salió a protestar en 2009. Quienes salen a las calles ahora son trabajadores, jóvenes que terminan sus carreras universitarias y están en paro, jubilados, que ya con su sueldo no pueden vivir. Todos ellos están por debajo de la línea de la pobreza, y desesperados».

Una prueba de ello, asegura el escritor iraní desde Londres, es el hecho de que «las manifestaciones comenzaron en el interior, donde la gente es más pobre y el paro mucho mayor. Pero incluso en las dos ciudades más religiosas del país –Mashad y Qom, donde están la mayoría de las escuelas teológicas chiíes– la gente comenzó a reclamar la vuelta de la monarquía. Empezaron con eslóganes muy económicos, pero ante la falta de respuesta del Gobierno pasaron rápidamente al reclamo político».

A modo de ejemplo, Rafat señala el hecho de que la mayor fábrica de azúcar de Irán –que cuenta con 3.000 empleados– lleva cinco meses sin pagar salarios. Como ellos, son muchos más los trabajadores en paro o que no perciben sus ingresos, como también damnificados por terremotos que nunca fueron compensados y jóvenes sin esperanzas de cara al futuro.

A pesar de los intentos de censura y el bloqueo de redes sociales, los jóvenes iraníes logran enviar al mundo información e imágenes de lo que está sucediendo en el país. Una de ellas, especialmente llamativa, fue un vídeo difundido en Twitter, en el que una señora mayor grita consignas y los jóvenes la aplauden cuando dice: «Los jóvenes antes me decían: ‘‘Tú eres de la generación que trajo a los ayatolás al poder’’. Ahora estoy aquí para expulsarlos».

El doctor Ori Goldberg, experto en el mundo chií del Centro Interdisciplinario Hertzlia, en Israel, asegura que «los manifestantes identifican – incluso si lo hacen en forma desorganizada y sin alguien que los guíe– una grieta en el liderazgo de la República Islámica. A medida que pasan los días, se está volviendo evidente un quiebre, no entre conservadores y reformistas, sino entre la generación de los veteranos y la nueva guardia, decidida y bajo presión de la situación económica, que es el disparador de todo lo que está sucediendo».

«Es la economía, estúpido»

A estas alturas, no cabe duda de que el pueblo iraní espera reformas, cambios económicos para paliar las difíciles condiciones en las que viven, más allá de la precaria situación de sus derechos civiles y humanos. La gran pregunta es si el presidente, Hasan Rohani, –cuyos desacuerdos y controversias con el líder supremo son públicos y conocidos– podrá aprovechar estas circunstancias para tomar las medidas que el pueblo iraní necesita. Tal como él mismo dijo en un discurso en estos días, «transformar la crisis en una oportunidad».

«Hay una gran diferencia entre la ideología de la Revolución Islámica y lo que desea lograr y el cargo de presidente, que es quien debe traer el pan a la mesa de su gente», explica el profesor David Menashri, del Centro Alliance de Estudios Iraníes de la Universidad de Tel Aviv. De hecho, uno de los detonantes fue el proyecto de presupuesto estatal para el próximo año iraní, que comienza en marzo, que preveía un aumento del precio de la gasolina de un 50% entre otras medidas. En este sentido, Menashri menciona el hecho de que Rohani señaló esta semana que no controla el 60% del Presupuesto Anual de Irán y destaca que «es el presidente que por primera vez en la historia admitió que el gran problema de Irán no es Israel ni Arabia Saudí, sino la sequía, el desempleo de los jóvenes y la inflación».

Sin embargo, para el periodista iraní Ahmad Rafat esos dichos no dan demasiadas esperanzas. «Rohani de vez en cuando dice que habría que hacer cambios, pero lleva cinco años y no ha hecho nada». Resulta difícil saber si porque no quiere o porque no puede. «Sólo si los conservadores, si Jamenei o la Guardia Revolucionaria –que controla buena parte de la economía– perciben que hay peligro de perderlo todo, entonces le permitirán algún cambio. Mientras no vean un peligro muy grande de perder el control de la situación, no aceptarán renunciar a su poderío económico y favorecer al Gobierno y al pueblo».

Preguntado acerca de hasta dónde le parece que pueden llegar los manifestantes –que arriesgan sus vidas con cada protesta– Rafat señala que «esta gente tiene muy poco que perder. No son como los de 2009, como la clase media que protesta y cuando ve que hay mucho peligro vuelve a su casa. Los manifestantes de estos días se replegarán si hay una represión mucho más fuerte que entonces, pero es probable que se retiren para organizarse mejor y vuelvan a las calles dentro de uno o dos meses, mejor preparados».

No cabe duda de que el régimen puede doblegar por la fuerza al pueblo iraní. Pero los problemas no se habrán resuelto. La pobreza, el hambre y la desesperanza permanecerán allí, y la protesta seguirá latente.