César Vidal

El primer debate abre la batalla por los indecisos

Las campañas de Trump y Clinton centran sus esfuerzos en los votantes de los catorce Estados que basculan entre republicanos y demócratas

La Razón
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Las campañas de Trump y Clinton centran sus esfuerzos en los votantes de los catorce Estados que basculan entre republicanos y demócratas

La campaña electoral de Donald Trump acaba de emplear en torno a dos millones de dólares en un anuncio donde el narrador pregunta: «¿Sabe usted lo que es deplorable?», y a continuación se responde: «Hillary Clinton demonizando de manera repugnante a gente como usted que trabaja duro». El comercial sólo se está emitiendo en Florida, Carolina del Norte, Ohio y Pensilvania. No deja de ser una circunstancia curiosa el foco tan minoritario de la campaña, pero cargada de lógica.

Para cualquier conocedor de la vida política en EE UU, resulta más que obvio que existen Estados donde los candidatos no tendrán que esforzarse por la sencilla razón de que están perdidos o ganados de antemano. No es que Trump no vaya a visitar California, pero todos saben que los demócratas se alzarán con la victoria, de la misma manera que en Texas ganarán los republicanos. Dado que quien gana en el Estado se lleva la totalidad de los delegados, no tiene mucho sentido perder tiempo y dinero en un terreno donde la derrota está cantada. Semejante circunstancia obliga finalmente a los candidatos a centrarse en los denominados «swing states», es decir, aquellos que pueden inclinarse hacia uno u otro candidato provocando la victoria final. Los «swing states» son Colorado (9 compromisarios), Iowa (6), Wisconsin (10), Michigan (16), Pensilvania (20), Ohio (18), Vermont (3), Virginia (13), Nevada (6), Carolina del Norte (15) y Florida, el más importante con 29. Justo en vísperas del primer debate entre ambos candidatos, Trump llevaba clara ventaja en Iowa, Ohio y Carolina del Norte, mientras Hillary lo superaba en el resto. En otras palabras, Trump podría contar hoy con 39 compromisarios frente a un centenar de Clinton. Sin embargo, la distancia, en la práctica, resulta mucho menos abultada.

En Florida, la suma combinada de cinco sondeos proporciona a Clinton una ventaja de menos de un punto sobre Trump. Teniendo en cuenta que los negros votarán masivamente por la candidata demócrata y que la mayoría de los hispanos se inclinarán también por Hillary, no parece que Clinton tenga en estos momentos unas perspectivas especialmente halagüeñas. A decir verdad, ni siquiera el hecho de contar con un vicepresidente que fue misionero en Centroamérica y habla un español bastante razonable parece haber volcado de manera mayoritaria la intención de voto en su favor. Si los cubano-americanos se mantienen fieles al Partido Republicano y los anglos del norte del Estado llegan a la conclusión de que, efectivamente, les están quitando el país, Trump podría embolsarse los 29 votos electorales. Al respecto, no deja de ser significativo que Nevada era hace menos de una semana una victoria cantada de Hillary, pero en estos momentos ambos disfrutan del mismo 42.8%. Todo ello a pesar de que Trump habría chocado con el voto mormón, de especial relevancia en ese Estado.

Por todo ello, Florida resulta mucho más relevante que Nuevo Hampshire (4) y por qué es uno de los cuatro Estados convertidos de manera especial en objetivo de Trump. Por ejemplo, el autor de esta crónica obviamente no milita en ninguno de los dos partidos. Sin embargo, el día anterior al primer debate recibió no menos de una docena de mensajes procedentes de los cuarteles electorales de Clinton y pocos menos de los de Trump. La finalidad era animarle a donar a favor de las respectivas campañas en la convicción de que la parquedad en los fondos puede tener fatales efectos en las elecciones de noviembre, pero también estaba presente en la persistente propaganda el deseo de recordar hasta qué punto Florida es un Estado esencial en la lucha electoral.

De manera semejante, el equipo de Trump ha marcado distancias con el antiguo congresista republicano David Rivera, investigado por corrupción, alegando que Trump representa la ley y el orden y no la corrupción y los ilegales. Todos votan, ciertamente, pero Ohio, Virginia, Pensilvania y, sobre todo, Florida pueden ser decisivos.