Elecciones en Reino Unido

El sudoku parlamentario anticipa el caos

La Razón
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La arriesgada apuesta política de Theresa May de convocar elecciones anticipadas ha fracasado estrepitosamente. Su intención era incrementar sustancialmente su escasa mayoría en la Cámara de los Comunes para así poder empezar las negociaciones del Brexit con un amplio respaldo popular. Pero el destino no le ha sido favorable. Esta vez el sondeo a pie de urna ofrecido por la BBC acertó casi por completo y resultó un muy mal augurio para el Partido Conservador y, sobre todo, para su líder. Su futuro político está ya en entredicho y es cuestionado. Ella dice que no va a dimitir, como lo hizo David Cameron después de su derrota en el referéndum del Brexit en 2016, pero parece que su marcha ya es más una cuestión de cuándo. La larga crisis provocada por la saga del Brexit se agudiza y se prolonga con reverberaciones que abarcan a toda Europa. A una semana de empezar las negociaciones con Bruselas, May dice que no es momento para dejar el país en un vacío político. Reino Unido se ve envuelto en unas nubes grises cargadas de incertidumbre. No sabemos con seguridad qué va a pasar; qué partido va a formar gobierno y quién va a liderar ese nuevo gobierno y las negociaciones con la UE. Aunque lo más probable es que May trate de mantenerse en el ejecutivo con el apoyo de los diputados unionistas de Irlanda del Norte. En este clima de inestabilidad reinante, sorprendentemente, las autoridades europeas parecen deseosas de acelerar el proceso de salida de Reino Unido.

A pesar de ser el tema fundamental por el que se convocaron las elecciones, apenas se ha debatido sobre el Brexit. Muchos analistas comentan que estos resultados inesperados son la consecuencia de varios factores: la situación económica post referéndum, cada vez más complicada para la mayoría de las personas corrientes, con una tasa de inflación en alza debido a la caída del valor de la libra y sueldos y pensiones estancados desde hace tiempo. Los ataques terroristas en Manchester y Londres, que han tenido un gran impacto. May fue directamente acusada por el líder laborista de ser la responsable, como ministra de Interior de 2010 a 2016, de haber reducido la plantilla de la Policía en unos 20.000 agentes. Tampoco May ha hecho una buena campaña. Se negó a participar en debates televisivos con los otros líderes y daba la imagen de poca naturalidad y cercanía. Sus rivales políticos la acusaban de tener miedo a enfrentarse a los ciudadanos y de querer seleccionar previamente quién podía hacerle preguntas. A mitad de la campaña, May alejó a muchos votantes pensionistas cuando afirmó que, para asegurarse una plaza en una residencia de ancianos pública, tendrían que vender su casa para ayudar a pagar los elevados gastos. Fue muy criticada por esta declaración y sus rivales se aprovecharon de ello bautizándolo como el «impuesto sobre la demencia».

Otro factor importante a nivel nacional han sido los jóvenes. Hace un año muchos universitarios se quedaron muy frustrados por el resultado inesperado del Brexit, porque vieron sus posibilidades de estudiar, trabajar y viajar libremente por Europa cortadas por unos votantes a favor del Brexit que tenían una media de edad por encima de los 50 años. El laborismo ha sabido movilizar con éxito el voto joven a su favor. Millones de jóvenes se han apresurado a registrarse y, lo más importante, no se han quedado en casa, han ido a votar. Algo inusual, porque se caracterizan por el desinterés y la pasividad por la política.

Por otro lado, la situación política en Escocia es digna de mención. Al contrario de lo que ha sucedido con los «tories» en el resto del país, en Escocia han triunfado políticamente. Han tenido sus mejores resultados desde 1983: han ganado nada menos que 12 nuevos escaños, arrebatándolos de las manos del todopoderoso Partido Nacionalista Escocés y destronando a algunos «peces gordos» como el ex ministro principal Alex Salmond. En Escocia, aunque los nacionalistas han ganado una mayoría de escaños, 35 de 59, han perdido 21 en total. Muchos escoceses estaban ya hartos con la constante obsesión del «establishment» nacionalista de promover otra nueva consulta separatista, a menos de tres años del previo plebiscito, en detrimento de atender sus demás responsabilidades, como la mejoría de los servicios públicos de sanidad y educación.