Manuel Valls

Hollande divide a la izquierda y a la derecha

El primer ministro francés, Manuel Valls, ayer, en el Parlamento
El primer ministro francés, Manuel Valls, ayer, en el Parlamentolarazon

La reforma constitucional para quitar la nacionalidad a los terroristas inició ayer su trámite parlamentario, defendida por Valls.

Los diputados franceses comenzaron ayer a discutir en la Asamblea la reforma constitucional prometida por François Hollande tras los atentados de noviembre para reforzar la seguridad contra el terrorismo. En su discurso del 16 de noviembre, el presidente de la República sorprendió a todos por su habilidad para acallar a la derecha, adelantándose a sus críticas con propuestas que parecían elaboradas por la propia oposición, como la «privación de nacionalidad francesa a un individuo condenado por atacar los intereses fundamentales de la Nación o por acto de terrorismo, aunque haya nacido francés, siempre que beneficie de otra nacionalidad».

Pero Hollande no contaba con la oposición firme de parte de los diputados socialistas, que se echaron las manos a la cabeza cuando oyeron al presidente anunciar que habría dos clases distintas de ciudadanos ante la ley: los que disponían sólo de nacionalidad francesa, y los que disfrutaban además de otra. Y éste es el tema que el primer día ha monopolizado las intervenciones en la Asamblea para discutir esta reforma.

El primer ministro, Manuel Valls, fue el encargado de defender el proyecto de revisión constitucional sobre el estado de emergencia y la privación de nacionalidad que, finalmente, a diferencia de lo que dijo en un principio Hollande, va a concernir «a todos los franceses», tengan o no doble nacionalidad, con el fin de fijar «el principio de igualdad de todos ante la exigencia republicana».

Con esta nueva fórmula, Hollande y su primer ministro esperan reunir una mayoría de los tres quintos de los votos de diputados y senadores congregados en el Congreso en Versalles para ratificar la versión final. Pero las cuentas no salen todavía.

Ayer, durante el primer día de debate, desfilaron por la tribuna de la Asamblea una treintena de diputados para justificar su posición. También los conservadores se muestran divididos. De hecho, el portavoz de Los Republicanos dejó la defensa del voto a Eric Ciotto, un diputado a favor del voto, tanto que se convirtió en uno de los mejores defensores del proyecto de François Hollande. Dijo que apoyaba la propuesta que marca «un profundo giro en el pensamiento presidencial, un giro oportuno y valiente», y concluyó su intervención afirmando que la palabra de Hollande el 16 de noviembre en Versalles «debe ser escrupulosamente respetada». Otra voz totalmente opuesta dentro de Los Republicanos fue la de Nathalie Kosciusko-Morizet, para quien la reforma es «un texto peligroso e inútil».

También el líder de los centristas, Jean-Christophe Lagarde, aconsejó a Valls que renuncie al artículo sobre la privación de nacionalidad porque «no es indispensable» si quiere obtener el voto de una mayoría del Congreso. En el ámbito de la izquierda, los ataques más virulentos procedieron de Los Verdes. La antigua ministra de Ecología, Cécile Duflot, acusó a Valls de «mostrar la máscara del autoritarismo». La diputada recordó que el último régimen que había echado mano masivamente de la privación de nacionalidad fue Vichy. Y puso el dedo en la llaga al señalar que resultaba curioso estudiar «una reforma sobre el estado de emergencia estando en estado de emergencia». También entre los socialistas abundaron las críticas, como la del portavoz Olivier Faure o Pascal Cherki, en contra de que Francia puede crear apátridas. Ahora esperan que la derecha acabe tumbando esta medida.