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Islam Karímov, el cacique asiático que sometió a los integristas

La Razón
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El líder uzbeko, Islam Karímov, cuya muerte ha anunciado hoy el Gobierno turco, era un cacique abanderado de la lucha contra el integrismo islámico, objetivo por el que sacrificó los derechos humanos más básicos de su pueblo.

"Esa gente debe recibir un disparo en la sien. Si es necesario, les dispararé yo mismo. Estoy dispuesto a arrancar la cabeza de 200 personas, sacrificar sus vidas, para garantizar la paz en el país", llegó a decir Karímov en una intervención ante el Parlamento tras un atentado cometido hace años por integristas en Tashkent.

Admirador de Tamerlán, uno de los mayores conquistadores nómadas de la historia, Karímov ascendió a la dirección de ese país centroasiático, el más poblado de la región, en junio de 1989, liderazgo que conservó hasta su anunciado fallecimiento a la edad de 78 años, aunque aún no hay confirmación oficial.

Karímov era ministro de Finanzas cuando fue promovido al cargo de primer secretario del Partido Comunista de Uzbekistán, entonces una de las quince repúblicas soviéticas.

Según la letra no escrita de la política uzbeka, Karímov nunca habría llegado al poder de no contar con el apoyo de uno de los dos clanes que dirigen ese país desde hace cientos de años, los de Tashkent y Samarkanda.

Siendo él originario de Samarkanda, el líder del clan de la antigua capital imperial, Ismaíl Jurabékov, le promovió como el líder que conduciría los destinos de Uzbekistán de cara al nuevo siglo.

En diciembre de 1991 fue elegido primer presidente del Uzbekistán independiente y en 1995 convocó un plebiscito por el que prorrogó su mandato hasta 2000.

No contento con eso, convocó otra consulta popular en 2002 prolongando los mandatos presidenciales de cinco a siete años.

A partir de entonces, se proclamó ganador de todas las elecciones celebradas en el país: en 2000, en 2007 y, finalmente, en marzo de 2015. En la ultima cita electoral obtuvo, como siempre, más del 90 por ciento de los votos, y según la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa en esos comicios "no hubo espacio para la oposición".

Desde su ascenso al poder, Karímov hizo especial énfasis en la instauración de un Estado laico, persiguiendo toda manifestación de fundamentalismo.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el líder uzbeko obtuvo carta blanca para reprimir a conciencia a los activistas islámicos, sin hacer distinciones entre moderados y radicales.

Así ocurrió con el Movimiento Islámico Uzbeko, el grupo más belicoso de los radicales musulmanes centroasiáticos, que combatió hombro con hombro con los talibanes en Afganistán.

Según organizaciones de derechos humanos, miles de disidentes musulmanes se encuentran en las cárceles uzbekas, donde son sistemáticamente torturados.

Al igual que otros países de la región, Karímov cedió a EEUU el territorio uzbeko como cabeza de puente para la guerra en Afganistán.

En nombre de la lucha contra el integrismo, el autócrata uzbeko también ilegalizó a todos los partidos opositores y en mayo de 2005 sus fuerzas de seguridad ametrallaron a centenares de civiles desarmados en la ciudad oriental de Andiyán, un incidente descrito por las autoridades uzbekas como una revuelta orquestada por militantes islámicos.

Como consecuencia, Estados Unidos y la Unión Europea impusieron sanciones al régimen uzbeko, convirtiéndolo en un "apestado"a ojos de Occidente.

Tras ello, Karímov selló una alianza defensiva con Rusia que contemplaba la asistencia militar exterior en caso de agresión, para años después abandonarla.

Karímov dirigió su país con mano de hierro y hasta su hija mayor, Gulnara Karímova, a quien durante años se consideró su sucesora en potencia, cayó en desgracia en 2014 tras haber llegado hasta lo más alto dentro del régimen y como imagen exterior del sistema.

Representante ante la ONU en Ginebra y embajadora en España, Gulnara fue acusada en un escándalo de corrupción tras descubrir un grupo de periodistas que un gigante sueco de telecomunicaciones había pagado 300 millones de dólares por entrar al mercado uzbeko.

Después de enfrentarse a su padre y a otros miembros de la familia, la estrella de Karimova se derrumbó: fue detenida y asignada a arresto domiciliario, donde supuestamente continúa.

La hija pequeña del presidente, Lola Karímova-Tilláeva, es embajadora ante la Unesco en París.