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Israel, la otra cara de la moneda

La Razón
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En el Centro Notre Dame de Jerusalén, un hermoso edificio perteneciente al Vaticano que sirve como hotel de peregrinos, estaba ayer todo listo para Navidad. El Padre Juan María Solana, originario de Puebla, México, que dirige el lugar, cuenta entusiasmado a LA RAZÓN: «Yo creo que ésta será una Navidad récord, con muchísimos peregrinos». «Cierto que Trump nos ha preparado la sorpresa del anuncio sobre la embajada, pero por más que se ha dicho, nosotros no hemos tenido ninguna cancelación. Estamos repletos durante casi todo este período». En Jerusalén los preparativos se sienten en el seno de las comunidades cristianas, en el barrio cristiano de la Ciudad Vieja, pero son casi imperceptibles en los lugares públicos por el simple hecho de que la enorme mayoría de la población es de fe judía. Pero en las ciudades de Haifa y Nazaret la situación es totalmente distinta . En ambas los adornos de Navidad son notorios y recientemente tuvieron la singularidad de combinarse con la fiesta judía de Janucá, en la que cada noche se enciende otra vela en un candelabro de ocho brazos. «Nos hemos llenado de luz», cuenta David Delgado, un estudiante extranjero que cursa un posgrado en la Universidad Hebrea y asegura que como cristiano «puedo celebrar mi Navidad en plena libertad».

Al preguntar al respecto al padre Solana, que después de catorce navidades en Israel conoce la situación a fondo. Su respuesta es categórica: «En Israel hay plena libertad de cultos y cada uno celebra sus fiestas como lo desee. Es más: siempre se nos acercan judíos a felicitarnos por Navidad. Y sé que, como siempre, cerca de la mitad de los asistentes en la misa serán israelíes judíos, que vienen a conocer las tradiciones, a interesarse y a desearnos lo mejor». En el Notre Dame, la misa ya no puede ser en la iglesia, sino en el auditorio, por la muchísma gente que acude.

En Tel Aviv hay negocios que adornan sus vidrieras con algún motivo navideño, probablemente en parte por el carácter cosmopolita de la ciudad. En Iafo, al sur de Tel Aviv, donde hay también población cristiana, la famosa plaza del reloj ha sido adornada por los responsables del ayuntamiento con un hermoso árbol de Navidad. Ayer al mediodía, numerosos israelíes de distintas religiones llegaban al lugar a tomarse fotos, en medio de un ambiente festivo. Un niño de unos cinco años que trataba de tocar los adornos, pedía a sus padres quedarse hasta que estuviera oscuro. «Así puedo ver las luces encendidas, son hermosas», explicaba a sus familiares.