Política

Venezuela

La corrupción y la lucha fratricida amenazan el legado de Chávez

Maduro y Cabello pugnan por controlar un Ejército que será determinante si la crisis política y económica se acentúan

Las protestas estudiantiles son una estampa común en las calles de la Venezuela de Maduro
Las protestas estudiantiles son una estampa común en las calles de la Venezuela de Madurolarazon

Maquiavelo, al referirse al poder, decía que éste podía ser concentrado o dividido. En Venezuela, tras la muerte del comandante Hugo Chávez, no existe una deidad suprema a la que todos sigan. En su lugar, hay una serie de tribus chavistas que se disputan la tarta. Una especie de bestia bicéfala cuyas cabezas mantienen una débil tregua basada en una premisa: no te metas en mi terreno. Bajo este mandamiento, el presidente Nicolás Maduro lleva dos años al frente de Venezuela, un barco a la deriva que se dirige hacia afilados acantilados. Como capitán, el mandatario ha sabido pactar con los halcones del chavismo. Ellos le dejan gobernar frente a la galería y él, a cambio, les permite resistir como caciques en sus respectivos feudo». «Cómo es posible que el poder se haya personalizado de manera clientelar y abusiva, y eso haya sido naturalizado por la gente; que el presidente disponga de los recursos públicos a su saber y entender... es algo gravísimo», comenta el historiador Ezio Serrano Páez, recriminando a sus compatriotas la pasividad ante los hechos.

Del otro lado tenemos a Diosdado Cabello –ex militar– recientemente investigado por la Agencia Antidroga de EE UU, la DEA, por comandar supuestamente un grupo de militares narcos llamados el cártel de los Soles. El presidente de la Asamblea Nacional tiene en nómina a más del 50% de los tenientes de las Fuerzas Armadas. Ahí está su reducto y su negocio. Mientras, desde el Parlamento, controla las leyes y la oposición. Mucho se habló de su enemistad con Maduro. Ambos eran los hijos pródigos de Chávez. Sin embargo, finalmente el fallecido ex presidente se decantó por Maduro, al considerarlo más fiel y menos corrupto. Cabello había dejado un reguero de denuncias por corrupción durante su paso como ministro de Infraestructura, escándalos que despertaron las sospechas del comandante. Según se rumorea, el propio Chávez, moribundo en su lecho, le habría susurrado a Maduro: «No te fíes de tu hermano político». Con la sucesión marcada, ambos se convirtieron en Caín y Abel.

Para contrarrestar la influencia de Cabello dentro de las Fuerzas Armadas, el presidente venezolano les subió el sueldo y mejoró su armamento con aviones de fabricación austriaca y arsenal ruso. Además, militarizó su Gobierno y designó 368 uniformados desde su toma de posesión. Ocho de ellos son ministros en áreas vitales ligadas a la economía. Y once de los 23 gobernadores del país provienen del Ejército. También infiltró en las Fuerzas Armadas a cientos de espías cubanos, leales a su causa y la de los Castro.

Después de las desapariciones forzadas de Rafael Ramírez y demás estrellas tan voraces como fugaces, los pesos pesados ahora son Cabello y Maduro, por lo que hay reyertas, algunas agrias, a pesar de que se abracen en público. Se han convertido en cabecillas de fracciones y cada grupo controla un pedazo del Estado y sus recursos. Precisamente, otra de las estrategias para acabar con los contrincantes de la era Chávez fue limpiar PDVSA, la petrolera estatal que estuvo durante una década en manos de Ramírez, ex ministro de Energía. Maduro decidió mandarlo a la ONU como embajador y retomar el mando del buque insignia de la revolución. Y con ello poder meter la mano en la mayor arca del Estado. Detrás de esta y otras decisiones de corte más duro, estaría la primera dama Cilia Flores que, por ciento, también cuenta con su propio programa de televisión, al igual que su esposo y Cabello.

Ante la escasez, la inflación que roza el 70%, la inseguridad, el dólar negro por las nubes y una pobreza que roza el 32% de la población, Maduro se encuentra contra las cuerdas. Con el precio del barril de petróleo por debajo de los 100 dólares tampoco le alcanza para mantener las misiones sociales, la base de la estructura chavista. Es la hora de la fuerza. Maduro usa la herramienta de «la represión» para demostrar su autoridad frente a sus compañeros de filas. Represión contra el movimiento estudiantil, persecución política contra los líderes y censura de los medios. Contra estudiantes y manifestantes envía a sus seguidores y la Guardia Nacional (GN). Los colectivos, paramilitares que patrullan las calles de los cerros populares a lomos de sus motocicletas y armados, se han convertido en su guardia pretoriana. Pero también se han transformado en delicuentes que operan con impunidad. De forma paralela, ha emprendido una verdadera caza de brujas contra líderes políticos como Leopoldo López y Antonio Ledezma, todavía presos, o la ex diputada María Corina Machado, despojada de sus fueros. Además, nada más llegar al poder, se hizo con el control de dos de los pocos medios opositores que seguían en pie: Globovisión y el diario «Universal».

La pregunta es si, con la caída del crudo, Maduro –con una popularidad que los sondeos sitúan en el 20%– podrá mantenerse en el poder por mucho tiempo. Uno de sus principales bastiones, la Asamblea Nacional que le otorgó superpoderes en dos ocasiones para gobernar por decreto, podría caer. Manuel Giner, analista de la Universidad Nacional, indica que «el chavismo podría perder las vitales legislativas de diciembre, en las que la oposición parte como favorita, a pesar de su división». Y agrega: «De perderlas, los lobos que aguardan en la sombra podrían abalanzarse sobre su amo y morder la mano que les da de comer. Maduro teme más a los suyos que a la oposición».