Europa

Dinamarca

La economía y la inmigración marcan las elecciones danesas

La primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt, y el liberal Rasmussen, tras su último debate televisivo
La primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt, y el liberal Rasmussen, tras su último debate televisivolarazon

Empate técnico entre el Gobierno de izquierdas y la oposición

¿Qué pesa más, el Estado del Bienestar o la inmigración? De cómo respondan los electores a esta pregunta dependerá el resultado de las reñidas elecciones que se celebran hoy en Dinamarca. Contra todo pronóstico, la primera ministra, la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt, ha logrado remontar la impopularidad que la ha acompañado desde que llegó al Gobierno en octubre de 2011 gracias a la recuperación económica, su actuación tras los atentados de Copenhague de febrero y los escándalos de facturas impagadas de su rival, el liberal Lars Lokke Rasmussen.

Los últimos sondeos dan buena cuenta de la igualdad entre el “bloque rojo” (socialdemócratas, social liberales, socialistas y rojiverdes) y el “bloque azul” (liberales, conservadores y ultraderechistas). Una encuesta del diario “Jyllands-Posten” concede un 50,1% de los votos a la izquierda y un 49,9% a la derecha. En cambio, otra para “Politiken” pone en cabeza a la oposición, con el 50,2%, frente al 49,8% del Gobierno y sus aliados. En opinión de Drude Dahlerup, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Estocolmo, “si los electores votan pensando en el Estado del Bienestar, lo socialdemócratas y los social liberales tendrán una ventaja. Si es la inmigración lo que es decisivo para los votantes, la oposición ganará”.

Como ocurrió hace cuatro años, más importante que ser el partido más votado es que Thorning-Schmidt o Rasmussen logren reunir la mayoría absoluta, 90 de los 179 escaños del Folketing (Parlamento). Para ello serán clave los cuatro diputados reservados a los territorios autónomos de Islas Feroe y Groenlandia (tres de ellos apoyarán a la izquierda) y el resultado del nuevo partido Alternativa. En 2011, la líder socialdemócrata consiguió convertirse en la primera mujer en presidir el Gobierno danés pese a tener menos votos que los liberales y cosechar el peor resultado del partido en un siglo.

Tras una legislatura en la cuerda floja que arrancó con la aprobación de una impopular reforma del sistema de desempleo que puso en pie de guerra a los sindicatos por reducir de cuatro a dos años el tiempo máximo de percepción del subsidio, Thorning-Schmidt adelantó el 27 de mayo las elecciones, previstas para septiembre. Tras siete trimestres de crecimiento del PIB y una tasa de paro del 4,8% (frente al 6,2% de hace cuatro años), la primera ministra se jactaba de que “Dinamarca está en mejor forma que en 2011”. Frente al recorte del gasto público y la bajada de impuestos prometidos por la oposición, la izquierda ha anunciado un plan de inversiones de 39.000 millones de coronas (unos 5.230 millones de euros) hasta 2020, lo que supone un modesto 0,6% anual.

“Los daneses deben posicionarse respecto a dos cuestiones determinantes: cómo aseguramos el crecimiento y el bienestar y quién será el primer ministro de Dinamarca”, recordó ayer la primera ministra, que se dirigió el martes por carta a 1,5 de daneses para advertirles del la amenaza que suponen “los experimentos” de la oposición.

Viendo cómo se evaporaba la ventaja que había mantenido en toda la legislatura, la oposición ha tratado de centrar la campaña electoral en la inmigración, el asunto preferido del ultraderechista Partido Popular Danés (DF), socio imprescindible para que Rasmussen regrese al poder y al que los sondeos conceden un 18% de intención de voto, frente al 12,3% de las últimas elecciones. Los liberales acusan al Gobierno de incapacidad para frenar la ola de refugiados que llegan a Dinamarca (14.000 solicitudes aceptadas en 2014 frente a la 4.000 de un año antes). El líder opositor promete atajar el problema recortando las ayudas a los asilados y concediendo la residencia sólo a aquellos que hablen danés y tengan un empleo. Rasmussen pretende poner fin al hecho de que “casi el 50% de los habitantes de Dinamarca de origen no occidental necesiten algún tipo de ayuda pública”

Ante la estrategia de la oposición, Thorning-Shchmidt se ha visto obligada a endurecer sus críticas contra los inmigrantes que abusan del Estado del Bienestar: “Los inmigrantes que no han trabajado demasiado a pesar de llevar muchos años en Dinamarca son una provocación para todos”. Una idea que ya abordó en su último Discurso de Año Nuevo con unas palabras que podían sorprender en un líder socialdemócrata. “¿Ha funcionado la integración? No. La realidad es que demasiados inmigrantes y refugiados viven de las ayudas estatales. Debemos evitar los fallos del pasado. Inmigrantes y refugiados no deben convertirse en clientes. Si vienes a Dinamarca, debes por supuesto trabajar”, declaraba entonces la primera ministra. Y es que ser vistos como demasiado permisivos o blandos en inmigración condujo a la oposición a los socialdemócratas durante una década (2001-2011).

En cuanto a los refugiados, Thorning-Schmidt propone financiar con parte del presupuesto de cooperación a los solicitantes de asilo, que deberán trabajar en algo un mes después de que pisen suelo danés, “aunque sea limpiando playas”. Desbordado por la mayor ola de refugiados a la que asiste el mundo desde el final de la II Guerra Mundial, su Gobierno se vio obligado en febrero del año pasado a conceder permisos provisionales el primer año y sin derecho a la reagrupación familiar.

Mientras, la ultraderecha, que ganó las elecciones europeas del año pasado, promete vender muy caro su apoyo a Rasmussen, con el que discrepa en política social y europea. De hecho, propone seguir el ejemplo británico y convocar un referéndum sobre la permanencia de Dinamarca en la Unión Europea. El nuevo líder de DF, Kristian Thulesen Dahl (45 años) ha sabido acercar el partido a un elector más joven, mejor formado y de clase media con un discurso euroescéptico y en contra de los trabajadores de Europa del Este y de los refugiados asiáticos y africanos. La forma de los populistas para atajar la ola de refugiados pasa por cerrar las fronteras danesas y crear campos en los países de procedencia sufragados con los fondos de cooperación.

Temerosos de correr la misma suerte que el Partido del Progreso de Noruega, que no ha dejado de caer en los sondeos desde que formó Gobierno con los conservadores en 2013, el DF se decanta por apoyar parlamentariamente a un posible Gobierno liberal-conservador. Tal y como hizo durante una década a cambio de aplicar en Dinamarca una de la políticas de inmigración más restrictivas de Europa. “Queremos influencia política. Podemos dejar a los demás ostentar sus maravillosos cargos ministeriales”, explica sin ambages Thulesen. Sin embargo, esta alergia al compromiso político puede volverse en un futuro en contra del DF y frenar su imparable ascenso en la política danesa desde su nacimiento hace veinte años. Así lo piensa el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Ahusar Une Substraer, que advierte de que “si empieza a emerger la percepción de que el partido elude las responsabilidades actuales y participar en la búsqueda de soluciones, podría costarle muchos votos”.